domingo, 17 de septiembre de 2017

‘EL MANNY’ LÓPEZ: EL OCASO DE UN BOXEADOR EN COAHUILA


Manuel López Cisneros fue campeón peso ligero, pisó las arenas más importantes de México y vivió su época de gloria en los noventa; hoy el terrible noqueador vive golpeado por el párkinson, sin cinturones ni trofeos, acompañado por su esposa, hija y nietas



Solidaridad con el campeón. Fotos: Vanguardia/Omar Saucedo

Por: Jesús Peña
Foto y video: Omar Saucedo
Edición: Nazul Aramayo
Diseño en edición impresa: Édgar de la Garza

En la sala de una casa prestada del Fraccionamiento Plaza, en cuyas paredes no hay repisas con cinturones ni trofeos ni fotografías, porque “todo le robaron y no le quedó nada, nada”, dice doña Juanita Morales, está sentado Manuel López Cisneros, “El Manny”, ex gloria del boxeo saltillense.

“El Manny”, como le dicen en las calle, en la cuadra, en el barrio, quienes lo miran caminar extraviado en medio del tráfico, antes corría o trotaba, pero ya no puede, vive aquí desde hace algunos años, atrapado en sus recuerdos, cautivo de su pasado y olvidado de todos los que antaño se divirtieron con él desde abajo del cuadrilátero.

Entonces “El Manny”, campeón peso ligero de Coahuila, había recorrido todas las arenas del estado y de ciudades importantes como México, Jalapa, Chihuahua y Zacatecas, dando funciones en las que la gente, nomás verle brincar y hacer fintas, se prendía.



'Noquea con pasmosa facilidad a sus rivales...
Vuelve el terrible noqueador de Saltillo'
Periódicos de la época

Entonces “El Manny” López se creía el superhéroe, se sentía un intocable.

Hoy “El Manny” está noqueado, después que el párkinson le asestara tremendo porrazo en el cerebro que lo dejó viendo estrellitas, casi sin poder hablar y con la memoria empañada, dijo el médico, resultado de tantos golpes y parrandas.

“Todo se lo debo a mi mánager”, repite “El Manny” una y otra vez y la frase en sus labrios carnosos y rosados suena como un chiste de mal gusto, como una broma pesada.

A las 4:00 de una tarde fresca de finales del verano, “El Manny” está descansando en un sillón imitación piel, del recibidor de una vivienda Infonavit que no es suya.

La de él hace tiempo que la vendieron para sacar dinero para pagar los doctores y los medicamentos.

Juana María Morales Juáregui, su mujer desde hace 32 años, su hija Maricela y sus pequeñas nietas Daniela y Dulce lo acompañan en la estancia a la hora de la entrevista.

Es sábado y “El Manny” no salió a dar sus paseos a pie por los bulevares y avenidas de la ciudad, como acostumbra a diario desde que se metió a pugilista hace unos 38 años.

Él tenía 22.



Dice que todo mundo lo cuidaba, le daban lonches, cobijas, lo tenían como rey (cuando lo metían a la cárcel municipal)”.

JUANA MORALES, ESPOSA DE “EL MANNY”.

Aunque doña Juanita dice que desde antes, cuando “El Manny” era callejero y rebueno pal trancazo.

A ella le platicaba su suegra.

Y ora no falta quién le venga con el cuento de que ya lo vieron por aquí, por allá o por aquel otro rumbo de la Morelos o de la Zaragoza, de vago.

“No, hoy no se salió porque le dijimos que iba a venir usted”, suelta doña Juanita.

LE GRITAN MAYWEATHER

Semanas atrás Alberto Alemán, el mayor entre los pupilos de “El Zurdo Piña”, otra leyenda viviente del boxeo local, me platicó de un peleador veterano, bautizado por la afición como “El Manny” López, que había vivido sus años de esplendor en la década de los noventa y al que un día, de hace no mucho, se encontró corriendo como un desquiciado por las instalaciones de la feria. Le dijo que iba a pelear.

Hasta que otra tarde, después de seguirle el rastro por varios días, preguntando, preguntando, topé con él a la entrada de la colonia Zaragoza, donde la gente del bulevar Solidaridad, una calle comercial de este populoso sector, me dijo que lo veía merodear.

Pero nadie sabía su dirección y algunos ni siquiera que había sido un boxeador de fama.

“Le gritan Mayweather, aquí pasa todos los días, te lo vas encontrar”, me dijo el dueño de una pollería.

Yo no lo conocía, sino que el encargado de un vivero me señaló a un hombre flaco, morocho, de barba y bigotes nevados, que venía andando, a paso veloz, por la orilla de la carretera 57.



No fue como en el cine. La paga era exigua, apenas 300 pesos de aquellos años, por una pelea a 10 rounds.

Le gritan Mayweather, aquí pasa todos los días, te lo vas encontrar”.
DUEÑO DE UNA POLLERÍA, COLONIA ZARAGOZA.

Era el tremendo fajador y noqueador Manuel López Cisneros, “El Manny”.

Llevaba una playera azul a rayas, un pants oscuro y una cachucha que le tapaba el rostro de un sol decadente.
Apenas lo abordé me tendió la mano.

En cuanto vi que hablaba a señas y balbuceando, pensé que todo estaba perdido. Ya valió.

Le pedí su domicilio, dio media vuelta y apuntó con el índice, como la aguja de una brújula, hacia el pueblo de Arteaga. Que para allá, dijo.

Busqué en mi repertorio mi mejor cara de papanatas y “El Manny” hizo el ademan de anotar algo en una libreta invisible con un lápiz incorpóreo.

Le di entonces mi lápiz y mi libreta, de no haber sido por eso, no estaría aquí, frente a frente con el campeón.

PUDE SER CAMPEÓN

Parece increíble que a sus 60 años “El Manny” luzca todavía esos brazos como rocas y esos puños como mazos que a tantos mandaron a la lona.

Pero no, ya no es aquel boxeador lozano y fibroso que en 1987peleó el campeonato estatal contra el pugilista Filiberto Rosas y lo reventó.

“Ah, era guapo, era galán. Sí, sí, tenía personalidad”, dice doña Juanita sin chivearse.

Una de esas tardes que estaré con “El Manny”, le preguntaré ¿por qué no pudo llegar a ser un campeón mundial como el gallo y supergallo Lupe Pintor, por ejemplo, que hoy tiene casas y carros de lujo? Lo contrario del prototipo del boxeador perdedor.

Pude ser campeón, eh, eh.
¿Y por qué no fue?

La borrachera...

“El Manny” se taladra la sien derecha con índice derecho, “sueño, sueño, sueño, puro sueño”, farfulla, los labios y la mandíbula temblándole.

Su voz es como el motor de un carro descompuesto que quiere arrancar, quiere arrancar, pero que no puede y al final se mata.



SOLIDARIDAD CON EL CAMPEÓN

Juana Morales, su mujer desde hace 32 años, sus hijas
Maricela y Tonantzin y sus pequeñas nietas Daniela y Dulce
acompañan al ex boxeador que tuvo 25 brillantes años carrera.


EL GOLPE DEL PÁRKINSON

Hubo un tiempo en que “El Manny” López estuvo peor, cuando lo vapuleó el párkinson y le vinieron esos terremotos, de varios grados Richter, que sacudían su cuerpo de la cabeza a los pies.

Por las noches se ponía como desesperado, se quitaba toda la ropa, se encueraba por completo, se tiraba al piso y se la pasaba en vela.

Ya luego, con el medicamento, se controló.

Pero Juanita, su mujer, y sus hijas Marisela y Tonantzin todavía no entienden por qué “El Manny”, que era tan pulcro, ahora no se quiere bañar; no entienden por qué tarda hasta dos horas sentado a la mesa, comiendo; no entienden por qué saca los desperdicios de la basura y los regresa a la cocina; no entienden por qué vendió al troquero del fierro viejo su cama tubular, la estufa, el refrigerador y las bicicletas de sus nietos; por qué si antes le gustaba barrer la calle, ahora se la vive de flojonazo; por qué a pesar de su enfermedad se sigue escapando de casa a vagar por las calles;  y no entienden por qué a veces “El Manny” anda como echando lumbre y las quiere agarrar a catorrazos.

Es como si “El Manny” hubiera retrocedido en el tiempo, en una máquina del tiempo, a otra época de su vida.

La memoria, que poco a poco la ha ido carcomiendo la enfermedad, aún le alcanza para recordar que nació en el seno de una familia pobre, siete hermanos, papá y mamá, habitantes del callejón de Dionisio García Fuentes, en el Centro.


CAMPEÓN SIN CORONA

A “El Manny” López le quedan sus recuerdos y
ya le van quedando muy pocos, porque el párkinson, igual
que los ladones de sus preseas, se los ha ido robando.


NOQUEADO

El Párkinson le asestó tremendo porrazo en el cerebro que lo dejó viendo estrellitas, casi sin poder hablar y con la memoria empañada, dijo el médico, resultado de tantos golpes y parrandas.

Tan pobres eran sus viejos –su padre un vendedor ambulante, su madre una ama de casa–, que a los 10 años “El Manny” tuvo que ir de interno al Instituto Juvenil Saltillense, una casa hogar que todavía subsiste en el poblado La Aurora.

A la sazón, “El Manny” López ya era trotamundos y pendenciero.

“No podían conmigo”, bisbisea.

De sus días en el internado, “El Manny” sólo cuenta que le gustaba el béisbol –hace la seña con sus brazos poderosos de dar un gran batazo, de lanzar un homerun– y mienta el nombre de un padre Faringo que fue su amigo, y nada más.
En la casa hogar se moqueteaba con todos –junta y aprieta las yemas de los dedos de la mano derecha para dar a entender que con un chingo– y se escapaba, dice “El Manny”.

Su risa es apenas un pillido.


Caminatas. Desde hace 38 años, “El Manny” sale a dar sus paseos a pie por los bulevares y avenidas de la ciudad.
Me decía ‘pártele su madre, pártele su madre’. Me las agarraba y ‘órale, gancho al hígado’”.

TONANTZIN LÓPEZ MORALES, HIJA DE “EL MANNY”.

LE GUSTABAN LOS CHINGAZOS

El arribo de “El Manny” al mundo del boxeo no fue como pasa en las películas mexicanas de la época de oro sobre boxeadores de barrio que, “casualmente” o por azares del destino, son descubiertos por empresarios en broncas callejeras y llevados al estrellato en un santiamén.
No.
“El Manny” era un camorrista, un bravucón, un reñidor, un provocador, un perdonavidas. Vulgo: que le gustaban harto los chingazos, y un día, a sus 22 años, se metió al gimnasio “Miguel Arizpe”, que estaba en las calles de Nigromante y Zarco.

Era 1979.

Ahí conoció al que sería su mánager de toda la vida: Simón Saucedo, “El Chino”, otro afamado exboxeador y entrenador.

Me imagino que 56 peleas profesionales en 25 años de trayectoria –52 ganadas por nocaut, 4 perdidas por decisión–, la nariz volteada de tanto madrazo recibido y los huesos de las manos desmadrados no será nunca poca cosa para un campeón de arrabal como “El Manny” López.

La paga era exigua, apenas 300 pesos de aquellos años, por una pelea a 10 rounds.

Con todo y que “El Manny” llenaba arenas en sus funciones, que eran calificadas por la prensa deportiva local como “sensacionales”.

“Noquea con pasmosa facilidad a sus rivales”, decían de él los periódicos de su época; “vuelve el terrible noqueador de Saltillo”, lo anunciaban así en los programas de box. 

La gente se prendía.


BRAVUCÓN Y PENDENCIERO

“El Manny” empezó a entrenar a los 22 años porque le gustaba pelearse. En el gimnasio conoció a quien sería su mánager

“Yo pienso que como a él le gustaba, pues lo que le dieran era bueno…”, dice doña Juanita.

Acabando de boxear, “El Manny” se metía a “El Novillero”, una vieja y tradicional cantina que despachaba por las calles de Castelar y Arteaga.

Ahí se ponía a tomar cerveza, al rato armaba pleito con los parroquianos, “iba y lo sacaba mi suegra con un palote de tortillas”, cuenta doña Juanita, y cuando no, llegaba la policía y lo entambaban.

Los presos de la cárcel municipal lo trataban como rey:
“Dice que todo mundo lo cuidaba, le daban lonches, cobijas, lo tenían como rey”, dice Juanita, su mujer.

El bulevar Solidaridad, la arteria principal de la colonia Zaragoza –donde “El Manny” vivió por más de 20 años–, con su camellón central y sus vulcanizadoras, sus tortillerías, sus talleres eléctricos, sus verdulerías, sus pollerías y sus cervecerías, a los lados, vio pasar al superhéroe, al intocable, al ídolo, al campeón del barrio que fue Manuel López Cisneros, “El Manny” López.

Muchos años después, la gente del bulevar Solidaridad lo sigue viendo, lo saluda de mano, le palmea la espalda; los muchachos del Pollo “El Gavilán” le regalan frijoles cocidos y hasta el señor de la dulcería “Los Pollitos” lo surte de golosinas.


Trotamundos. Desde niño, “El Manny” se agarraba a golpes con todos y se escapaba de la casa hogar en la que fue internado cuando tenía 10 años.

En la Zaragoza todo mundo me conocía, decían ‘ahí viene la hija de «Manny»’, todo mundo me tenía miedo”.

TONANTZIN LÓPEZ MORALES, HIJA DE “EL MANNY”.
LEGADO DE UN CAMPEÓN

En el ocaso de otra tarde de un domingo familiar, Tonantzin, la hija menor de “El Manny”, elige acordarse de cuando las muchachas de su secundaria la miraban de arriba-abajo y su padre le tiraba el paro.

“Me decía ‘pártele su madre, pártele su madre’. Me las agarraba y ‘órale, gancho al hígado’. En la Zaragoza todo mundo me conocía, decían ‘ahí viene la hija de «Manny»’, todo mundo me tenía miedo. Iban y le reclamaban a mi mamá”.

“El Manny” vuelve a taladrarse la sien con el índice.

Trata de decirme algo: que le duele la cabeza, que un coágulo en el cerebro, que los golpes.

“¿Quién lo noqueó?”, le pregunto. “Javier ‘La Zorrita’ Altamirano, en Xalapa, en el octavo round”, responde “El Manny” y sigue “porque me casé, porque me casé, ¿cómo iba?, ¿cómo iba?”, “todo guango”, remata su hija Maricela y las carcajadas cimbran la sala.

“¿A qué día estamos hoy?”, lo interroga de pronto Maricela como para probar su lucidez.

Silencio, “El Manny” está pensando, se esfuerza, y yo apostaría a que suda, pero no puede acordarse que esta tarde es 9 de septiembre.

Un atardecer más, doña Juanita Morales me enseña las pocas fotos y los pocos recortes amarillentos de periódicos que hablan de la carrera de “El Manny” López, y que ella logró rescatar después que se separaron un tiempo, por problemas de violencia doméstica, y “El Manny” se quedó viviendo solo en la Zaragoza.

DATOS

25 años como boxeador.

56 peleas profesionales.

52 ganadas por nocaut.

4 perdidas por decisión.

Le pido a doña Juanita que me platique más de eso y dice que no, que sólo me contará de la vida y pasión de su marido.

En una de las fotos veo a “El Manny” López durante la pelea contra Juan Manuel “El Guasón” Vega, en la Ciudad de México, cuando “El Manny” estuvo allá seis meses entrenando en el gimnasio del mánager internacional Nacho Beristáin; en otra veo a “El Manny” después de haber noqueado a un pugilista en el gimnasio “La Maquinita”; “El Manny” acompañado de su amigo el peleador Ismael “El Negro” Torres; “El Manny” con sus guantes frente a la perilla; “El Manny” vestido con su bata y un cinturón, quiero pensar que después de uno de los tantos combates en los que salió victorioso.

Desde que entré en el número 1145 de la calle Manuel Rodríguez, en el fraccionamiento Plaza, donde ahora vive “El Manny”, me sorprendió no ver las paredes llenas de repisas con los cinturones y los trofeos ganados por el campeón en 25 brillantes años de carrera.

Más me sorprendí cuando doña Juanita me contó que esas reliquias, esas joyas, cuatro cinturones –uno de plata– y nueve trofeos, fueron robadas por manos anónimas de la casa donde antes vivía “El Manny”, en la colonia Zaragoza, después que ellos se separaron.

“Pa cuando fuimos a la casa, a buscar, ya no había nada, nada, nada”, relata Juanita.

De modo que a “El Manny” sólo le quedan sus recuerdos y ya le van quedando muy pocos, porque el párkinson, igual que los ladones de sus preseas, se los ha ido robando.

Pienso al “El Manny”, no sé por qué, como un campeón sin corona.

Uno de aquellos días en los que a “Manny” lo atacaban las crisis, a Juanita se le ocurrió: “ojalá y que viniera ‘El Chino’ (Simón Saucedo, el exmánager de ‘Manny’), para que lo viera y él se sintiera bien”, entonces tomó el teléfono:
“Le hablé y dijo ‘¿pos qué crees?, que yo ya tengo alzhéimer’, dije ‘ah, bueno. Muchas gracias’”.

¿Lo visitan?

Nadie, absolutamente nadie de los que se decían sus amigos, los compañeros del gimnasio ni su familia ni sus hermanos. Nadie. Todos se olvidaron.

No puedo creer que “El Manny”, que se fajó con los boxeadores más terribles y sanguinarios, me salga ahora con que le tiene miedo a la muerte, pero no tiene pendiente, dice, porque él vivirá 100 años.

¿Y usted cómo sabe?

Que me permita Dios, sí existe Dios, Dios existe...
'Todo le robaron y no le quedó nada, nada
a Manuel López'

Juana María Morales Juárez,
esposa de 'El Manny'


(VANGUARDIA/ JESUS PEÑA/  Domingo, Septiembre 17, 2017 - 07:00 0)

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