Haiga sido como haiga… fue. Foto: Cuartoscuro
He visto, en distintas
ciudades y aunque no quiera, la publicidad con la que se promociona la esposa
de Felipe Calderón en su intento por alcanzar la Presidencia de México.
Básicamente promete, por medio de espectaculares, un gran futuro. Y para ello
está reciclando los lemas de campaña de todos los últimos presidentes: es una
combinación del “Bienestar para tu familia” que usó Ernesto Zedillo; el “sabe
cómo hacerlo” al que han recurrido todos, y los peligrosos “Mano firme, pasión
por México”, “Valor y pasión por México” y “Para que vivamos mejor” a los que
recurrió el esposo. ¿Estás listo para un futuro increíble?, proclama en sus
anuncios –lo cito de memoria–; una versión coloquial de aquél “preparémonos
para administrar la abundancia” que ya vimos con José López Portillo y con
Carlos Salinas de Gortari.
En su discurso, mientras se
reúne con gente que le acomoda su jefe de campaña y marido, la señora promete
arreciar la guerra que ha costado al país entre 250 mil y 350 mil vidas, un
millón y medio de desplazados por la violencia y decenas de miles de
desaparecidos.
“Vamos a fortalecer lo que ya
se venía haciendo antes y que han abandonado”, dijo recientemente. “Yo quiero
lo que todos quieren: los delincuentes en las cárceles; más familias y los ciudadanos
en las calles; la policía y los ministerios públicos con control de confianza y
protegiendo a los ciudadanos y a las familias”.
La “idea de ella”, en
resumen, es una nueva etapa de la misma guerra que desató su esposo de manera
mezquina en diciembre de 2006, para distraer a la gente del cochinero de
elección que el mismo marido y Vicente Fox dejaron poco antes. “Desde luego,
voy a enfrentar al crimen organizado con la valentía que necesita muestro país.
Lo que arroja la inseguridad es la omisión de los gobiernos de enfrentar al
crimen organizado”.
Sí, se trata de retomar y
enfatizar la estrategia del marido, que siguieron Enrique Peña Nieto y Miguel
Ángel Osorio Chong y que ha garantizado no la paz, sino un derramamiento
inédito de sangre, una revuelta en pueblos y ciudades que no se veía desde la
Revolución de 1910.
La señora, que cuenta con la
experiencia de Diputada federal plurinominal –nunca ganado por su cuenta un
solo voto–, no se ha preocupado por darle vueltas a las promesas que hizo su
marido. Ni siquiera parece enterada que la estrategia que él emprendió sigue
causando muertes a diario. La ex Primera Dama está montada en la estructura que
maneja su esposo; acude a las citas que él le organiza y se reúne con la gente
que Calderón filtra y organiza. Y como viven juntos y ella no tiene ninguna
otra experiencia que ser la esposa de un político, abiertamente lanza el
mensaje de que su idea es gobernar
México como lo hizo él.
Claramente no se ha dado
cuenta que la Presidencia de su marido fue un fracaso; que el Partido Acción
Nacional (PAN) perdió todas las elecciones durante esa misma Presidencia y que
justamente es por esa Presidencia que hoy tenemos al Partido Revolucionario
Institucional (PRI) instalado en Los Pinos.
Y como lo hizo Felipe
Calderón, la señora ha abierto frentes con todos: ataca a Ricardo Anaya, a
Andrés Manuel López Obrador, al Frente Amplio Opositor; ataca los métodos
internos de selección de su partido, a su partido, al PRI, al PRD, a Morena, a
todos.
Sobre los cadáveres de todos
piensa ganar la candidatura, luego la Presidencia. Ese es su mensaje. Y si no
la dejan irse por su partido, se irá como independiente.
No ha podido desprenderse de
su marido y no lo hará, seguramente, porque entonces no quedaría nada. Y ella
lo sabe. Entonces, en su última evolución (de las muchas que tendrá, como su
esposo en campaña), ha decidido radicalizar su discurso y plantearse como la
única salvadora, la que está “con México”, la que se impondrá por encima de
todos los demás aunque tenga que hacer berrinches (como su marido) o aunque
tenga que pisotear cualquier principio (como el marido) democrático, qué más
da.
Es, al menos como se plantea
hoy, una versión sin maquillaje del “haiga sido como haiga sido”.
Quizás la señora Calderón
haya olvidado lo que nosotros no: que ella y su pareja se fueron de México y
nos dejaron en manos de un gobierno corrupto, tramposo, mañoso, ambicioso y
embustero.
Quizás Margarita Calderón no
recuerda que mientras ella paseaba con recursos públicos (protegida por el
Estado Mayor Presidencial) durante su exilio, todos los demás nos jodíamos con
la herencia de sangre (de su esposo) y la podredumbre del nuevo gobierno (al
que su esposo le abrió las puertas y le entregó, gustoso, las llaves).
Quizás ella no recuerda que
su marido dejó al PAN como tercera fuerza electoral, casi cuarta.
Quizás no recuerde que su
esposo entregó la Banda Presidencial a uno de los peores mandatarios de todos
los tiempos: Enrique Peña Nieto.
Quizás no recuerde que miles
de familias están de luto por la estrategia de su marido, resumida en una
frase: patada en el avispero.
Y quizás haya mexicanos que
no recuerden todos esos lemas llenos de mentiras y promesas que huelen a
podrido, a vacío; y quizás haya quien se enganche con esos espectaculares y
quizás por esos va.
Pero habrá quien tenga
memoria, supongo, y comprenda que aquél “haiga sido” no se puede repetir; que
el “haiga sido”, si queremos realmente a México, debe ser un haiga fue.
(SIN EMBARGO.MX/ ALEJANDRO PÁEZ VARELA/ JULIO 17,
2017, 12:05 AM)
No hay comentarios:
Publicar un comentario