jueves, 11 de febrero de 2016

FINANZAS “NON SANCTAS”


El papado de Francisco acusa una marcada paradoja: mientras el pontífice aboga por una Iglesia “pobre para los pobres”, obispos y cardenales se regodean en el despilfarro, realizan inversiones financieras en entidades sin ética alguna y entablan siniestras luchas para controlar los recursos económicos de la Iglesia católica, señala el periodista italiano Emiliano Fittipaldi, cuyo libro Avaricia, documenta las graves irregularidades financieras que existen en el Vaticano. “Es probable que sólo haya tocado la punta del iceberg”, dice Fittipaldi en una extensa entrevista con Proceso.

ROMA (Proceso).- “Sí, sí. Te lo aseguro. No tienen nada contra mí en relación con el escándalo en el Vaticano. Nada.”

El escritor y periodista Emiliano Fittipaldi habla con seguridad, pero el tono de su voz delata inquietud. Acaba de recibir una llamada telefónica justo antes de iniciar la entrevista con Proceso. Le es “urgente” atenderla. La razón: se trata del juicio sobre el caso denominado Vatileaks II, en el cual el Vaticano los imputa a él y a su colega Gianluigi Nuzzi porque en sus respectivos libros “divulgaron” el contenido de documentos reservados, los cuales fueron “sustraídos” por el sacerdote español Lucio Ángel Vallejo Balda y por los ex empleados de la Curia de Roma Francesca Chaouqui y Nicola Maio, quienes también se encuentran en el banquillo de los acusados.

Periodista especializado en reportajes de investigación, Fittipaldi publicó en noviembre pasado su libro Avarizia (Avaricia). En él expone con detalle una paradoja del actual papado: mientras Francisco predica por una Iglesia “pobre para los pobres”, obispos y cardenales se regodean en el despilfarro, realizan inversiones financieras en entidades sin ética alguna y entablan siniestras luchas para controlar los recursos económicos, financieros e inmobiliarios de la Iglesia católica.

Su investigación está apuntalada por documentos e información que, afirma él, no sólo provienen de fuentes del Vaticano, sino también de la policía y de los juzgados italianos.

Así, por ejemplo, cuenta que la Fundación del Niño Jesús, ligada al Vaticano y creada para recoger donaciones destinadas a niños enfermos, invirtió en empresas controvertidas –como Exxon y Dow Chemical– y desvió dinero para pagar la remodelación de la casa del cardenal Tarcisio Bertone, quien fue secretario de Estado con Benedicto XVI.

Explica también que el dinero proveniente de las donaciones de los fieles no se administra acorde con la ética que dice querer Bergoglio: “85% ha sido reinvertido en acciones, 5% en cuentas bancarias, 5% en fondos externos, 3% en obligaciones financieras y 1% en oro y materias primas”, escribe Fittipaldi. Asevera que ésta es una de las razones que motivaron a Francisco a emprender una reforma de los organismos económicos de la Santa Sede. “En enero de 2015, alguien envió al Papa todos los gastos de la recién creada Secretaría para la Economía”; cuando los terminó de leer, el Papa “bajó la cabeza desconsolado”, relata Fittipaldi.

LA PUNTA DEL ICEBERG

Es 26 de noviembre. Han pasado apenas dos días desde que se inició el juicio en el que Fittipaldi es imputado y en el cual la Iglesia católica desafía a la libertad de prensa, un derecho inexistente en las leyes del Estado Vaticano.

La entrevista con Proceso se realiza en la oficina de Fittipaldi en el edificio del semanario de centro-izquierda L’Espresso. El escritorio del periodista está repleto de papeles. En las paredes reina una confusión ordenada: se encuentran colgados los artículos de las investigaciones más sonadas del periodista: crimen organizado, corrupción política y, por supuesto, el Vaticano.

“Tengo que hacer 200 cosas. Empecemos”, apura.

–Después de todo lo que ha ocurrido, de que su libro hiciera temblar al Vaticano, después de que lo enjuiciaran, ¿se ha arrepentido de haber llevado adelante este proyecto?

–No, no estoy arrepentido. Lo volvería a hacer y no cambiaría ni una línea.

–¿Por qué quiso ocuparse de lo que ocurre en el Vaticano?

–Porque conseguí fuentes que me contaron sobre escándalos que no deberían haber ocurrido. Verifiqué esas fuentes, trabajé sobre el tema y, al final, el fruto fue un reportaje en el cual se revela por primera vez cuánto posee el Vaticano en bienes mobiliarios e inmobiliarios y cómo se administra ese dinero. Me parece evidente que eso es interesante para la opinión pública y para los más de mil millones de católicos que hay en el mundo.

–¿Usted niega que realizó presiones ilícitas para obtener información de sus fuentes, como dice el Vaticano?

–(Los fiscales vaticanos) no tienen nada en mi contra.

–Hablando de su libro, en él revela que un importante hospital del Vaticano (de nombre Niño Jesús y ubicado en Roma) ha invertido en empresas como la petrolera Exxon y la multinacional de productos químicos Dow Chemical, empresas muy controvertidas y no ajenas a escándalos.

–Sí, también en mi opinión se trata de uno de los hechos más graves que revela mi libro. Y no solamente están Exxon y Dow Chemical. También invirtieron en Pepsi Cola, (la farmacéutica) Baxter y (la multinacional en tecnología) 3M.

–¿Qué opinión se ha formado al respecto?

–Considero algo muy paradójico y contradictorio que el Vaticano invierta como si fuera un banco comercial; es decir, sin ética. Exxon, por ejemplo, es una empresa que en los últimos años ha tenido que pagar millonadas en multas por fraudes financieros y desastres ecológicos como el del buque Exxon Valdez en Alaska.

“Dow Chemical fue acusada de graves episodios de contaminación ambiental. Por eso, a este respecto, me viene a la mente Laudato si, la más reciente encíclica del Papa, en la que denuncia el poder de multinacionales que no protegen el bien común, como el bien del medio ambiente.

“La cuestión es que si la Iglesia, a través de un hospital infantil (el Bambino Gesú, de Roma), que además es financiado por los contribuyentes italianos, destina dinero a fondos secretos y luego los usa para comprar acciones de Exxon, es evidente que hay una contradicción con lo que dice el Papa Francisco.

–¿Tuvo la sensación de haber tocado la punta del iceberg?

–Sí. Lo que cuenta mi libro es sólo parte de la historia. También es muy probable que el dinero del Óbolo de San Pedro, una entidad que gestiona las donaciones al Papa para la beneficencia y es administrada por la Secretaría de Estado, termine en los mercados internacionales, incluidos paraísos fiscales.

–¿Esta falta de ética es transversal, afecta a toda la Iglesia?

–Pues otro caso es el de (la congregación de) los salesianos, los cuales, según he descubierto, tienen cajas fuertes en Luxemburgo. Mientras que los franciscanos invertían en Suiza a través de un intermediario (Leonida Rossi, quien luego se suicidó), que les hizo perder 50 millones de euros después de haberles prometido ganancias con tasas de interés de 13% y 14%.

–Se supone que éstos son los grupos religiosos que tienen buena fama.

–Exacto. Imagínense qué hacen los demás… Sí, es muy probable que haya tocado sólo la punta de un iceberg. Y, a pesar de ello, no fue fácil encontrar las pruebas de esto. Fue fruto de un trabajo de investigación largo y complejo.

–Cuando dice “Vaticano”, ¿a quién se refiere? ¿Al Papa o a sus adversarios?

–Bueno, el Papa es el jefe del Vaticano, el monarca absoluto de un Estado teocrático. Ahora bien, espero que el Papa esté feliz por lo que ha ocurrido (la publicación de los libros de Nuzzi y del propio Fittipaldi), a pesar de que públicamente diga lo contrario. De no ser así, habría un contraste entre lo que dice y lo que realmente quiere hacer.

–Varios observadores dicen que usted y Nuzzi le hicieron un favor al Papa.

–Sé, como todos los periodistas saben, que las fuentes suelen tener un segundo fin. Pero no es tarea del periodista juzgar las razones de las fuentes. Si un periodista consigue una información que resulta cierta, tiene que publicarla.

LA SOLEDAD DE FRANCISCO

–También cuenta usted de un hotel de lujo administrado por los Legionarios de Cristo, cuyo estatus oficial es el de “centro religioso y cultural”.

–Sí (risas). Es el hotel Notre Dame de Jerusalén. Un caso muy sencillo. Encontré un documento en el que se hablaba de ello. Busqué en internet y descubrí que millones de euros de ingresos que (los Legionarios) tienen todos los años no vienen de un centro religioso, sino de un hotel de lujo. Un hotel donde se pueden alquilar habitaciones por 500 o 600 euros la noche. Me impresionó. Porque sacan de ahí beneficios que luego se invertirán en muchas cosas, pero sin dudas no para los más necesitados. Este aspecto es el que me dejó estupefacto: que el Vaticano use una parte residual del dinero que gana para ayudar a los más pobres, que son aquéllos a los que el Papa dice que se debe ayudar.

–¿Siguen teniendo poder estas organizaciones conservadoras, como los Legionarios y el Opus Dei, que crecieron bajo el pontificado de Juan Pablo II?

–El problema no son sólo las organizaciones conservadoras, son todas. Las donaciones de las organizaciones más conservadoras son muy importantes para la Curia Romana, la cual, como se sabe, gasta, despilfarra y vive en el lujo. ¿Quién aporta esos fondos? A menudo son las más conservadoras. Los Caballeros de Colón, por ejemplo, son muy influyentes. Por supuesto, eso no lo pueden hacer las organizaciones más pequeñas, como las que se encuentran en Asia o África dedicándose a obras misioneras. Pero sí, los conservadores son todavía muy fuertes.

–Los Legionarios son significativos pues, entre otras cosas, ha habido varias polémicas sobre su gestión financiera.

–Los Legionarios muy probablemente se merecerían un capítulo aparte (en su libro). Pues no, no ha cambiado mucho con Francisco. Ese hotel sigue ganando dinero hoy como ayer. No ha sucedido que Francisco les diga “vendan esta propiedad y dedíquense a otra cosa”.

–Recientemente fue nombrado un nuevo director del Instituto para las Obras de Religión (IOR), uno de los protagonistas negativos de su libro y que ha estado involucrado en los más sonados escándalos del Vaticano en las últimas décadas. ¿Es una coincidencia?

–No conozco a este personaje, Gian Franco Mammi. Sin embargo, la figura del director es secundaria. Habrá continuidad porque es una persona que ya trabajaba en el Vaticano. Lo seguro es que quien tiene poder es el presidente del IOR, Jean-Baptiste de Franssu. Y De Franssu es un personaje sobre el que yo tengo muchas dudas. En mayo propuso crear en Luxemburgo una sicav (sociedad de inversión de capital variable, un instrumento usado por las grandes fortunas para administrar su patrimonio y que se considera un mecanismo para evadir impuestos).

“No me parece lo mejor que la Iglesia utilice una herramienta de ese tipo, más aún en Luxemburgo, donde no se pagan impuestos. Por suerte, esa operación fue bloqueada por el Papa.”

–En el IOR hay 100 cuentas sospechosas.

–Sí, eso no lo digo yo, lo dice la Autoridad de Información Financiera (la entidad que vigila a los organismos económicos). De estas 100 yo he encontrado al menos tres que son de empresarios italianos que no podrían tener su dinero en el IOR (con base en la nueva reglamentación antilavado establecida por el Vaticano). Algunos están siendo investigados por delitos graves cometidos en Italia.

–En el Vaticano hay otro banco: el APSA. Entre IOR y APSA, ¿cuál es menos transparente?

–El APSA. Ellos ni publican el balance sobre sus estados financieros. El IOR al menos lo hace. Los revisores de las cuentas (del APSA) recomiendan prestar mayor atención a algunos ingresos que no se entiende de dónde provienen. Existen riesgos de lavado de dinero en algunas cuentas corrientes y hay una gestión inmobiliaria oscura. Porque, además, el APSA administra realmente el patrimonio financiero e inmobiliario del Vaticano, mientras que el IOR se ocupa más del dinero de terceros.

“Casi todos los departamentos del Vaticano son del APSA. Las propiedades en Londres, París y Suiza son todas controladas directamente por el APSA. Su responsable es Domenico Calcagno, que es uno de los últimos bertonianos (en referencia a Bertone).

“Los funcionarios del APSA tienen dificultades para implementar las reformas pedidas por Francisco. Muchas viviendas las alquilan a empleados por cifras ridículas; otras son alquiladas a políticos italianos, como los parlamentarios encargados de aprobar leyes sobre las relaciones con la Iglesia. Eso es un conflicto de intereses muy marcado.

–Usted dijo que el Papa es un hombre solo, ¿lo sigue pensando?

–Sí. O mejor dicho, no está solo: tiene personas que le son cercanas y cuenta también con la base de la Iglesia católica, que lo apoya… Pero en la Curia Romana, el Papa está solo.

Este reportaje forma parte del número especial 52 de la revista Proceso titulado Francisco, el dulce guerrero, actualmente en circulación.


(PROCESO/ REPORTAJE ESPECIAL/  LETITIA OIVAS Y KELLY VELÁSQUEZ / 10 FEBRERO, 2016)

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