lunes, 14 de diciembre de 2015

LA COSTOSA CACERÍA DEL CHAPO


No son las primeras víctimas y es casi seguro que tampoco las últimas. Ya se sabrá si el empresario Carlos Humberto Barroso Ceceña, asesinado por elementos de la Armada de México en un hotel de paso de Guamúchil, se entendía o no con el crimen organizado a través de sus servicios profesionales. Lo cierto es que murió en una turbia operación de la Marina, sumando este caso a muchos más en los que esta dependencia ha estado involucrada, algunas de ellas con un propósito muy bien definido: recapturar a Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, el Chapo.

Se supo, con antelación a los hechos fatales, que la Armada le había solicitado al empresario que inhabilitara las antenas que tiene ubicadas en la región con el propósito de cortar las comunicaciones del jefe narco. Se desconoce si lo hizo o no. En un episodio posterior, uno de sus empleados fue levantado, no se sabe por quiénes. Luego pasó lo mismo con el empresario, según confirmaron las mismas autoridades. Y aunque mantuvo comunicación con su familia, es un misterio en calidad de qué se encontraba con malandrines a la hora de su muerte. Son cosas que el tiempo irá aclarando. No la policía, también secuestrada por el hampa desde los más altos niveles. Solo el tiempo y las verdades verdaderas que emergen siempre sobre la turbiedad y mentiras institucionales.

El escueto mensaje de la Marina sobre los hechos, a través de su cuenta de Twitter, refleja ese velo y esa opacidad con que esta dependencia maneja sus asuntos. El hecho de que sean una institución militar no los exime de la transparencia debida, en tanto entidad pública y sujeto obligado: “Personal de la Armada de México, repele agresión con armas de fuego en Guamúchil, Sinaloa. Cuatro agresores pierden la vida”. Solo eso dijeron. Pero testimonios recogidos por Ríodoce en el lugar de los hechos no refieren ningún enfrentamiento. Ni se aprecian huellas —heridos o muertos de la otra parte, impactos de bala en la parte contraria, vehículos dañados— de que hubo ahí una batalla. Los elementos de la Marina llegaron y atacaron al grupo de cuatro que se encontraba en los cuartos 51 y 52 del motel, sin que se tenga evidencia de que los hayan conminado a rendirse. Iban a matarlos y el objetivo se cumplió. Sin distingos.

Como lo ha hecho siempre, la Marina acaparó la escena del crimen. Los peritos de la procuraduría, también como siempre, llegaron tarde y ya cuando los federales habían movido todo. Los cuerpos, armas, utilería. Los vehículos. Nada dejaron como para que científicamente se determinara qué pasó ahí. Se fueron y desde las sombras enviaron un tuit lacónico que se resume en un aforismo algunas veces hasta cobarde: “en defensa propia”.

Algo parecido dijeron cuando asesinaron, en noviembre de 2014, en Eldorado, a un joven de 17años que viajaba en motocicleta. Uno de los marinos le disparó a dos metros con su fusil cuando el muchacho estaba tirado y herido de una pierna. Como a un perro. La CNDH abrió una investigación pero nunca se supo nada. Ningún castigo.

Lo mismo argumentaron después de que, hace un mes, dos policías municipales de Angostura los denunciaron por haberlos torturado en el intento de involucrarlos con el crimen organizado.

Los abusos de esta dependencia han quedado expuestos por decenas de crónicas y entrevistas en la prensa. En las ciudades, en los pueblos, en la sierra. Y hasta ahora nadie les ha puesto el alto. No se pueden esgrimir razones de Estado para convertir a una institución de este talante en un cuerpo de asalto criminal. Ya: ni la búsqueda del narcotraficante más poderoso de este país justifica tanto atropello a los ciudadanos, a las leyes, a las instituciones mismas.

Al final de cuentas, tanto abuso parece más bien un reflejo de su frustración. Al final de cuentas el Chapo ya se les escapó dos veces de penales considerados de “máxima seguridad”. Al final de cuentas puede ser que el capo se pasee en la ciudad de Culiacán o haga fiestas en la sierra, conviva con sus familias y/o se entreviste con gente importante. Al final de cuentas, la Marina, el exponente más visible de esta búsqueda frenética, está cargando con el muerto que significa el fracaso. Al final de cuentas, esta dependencia puede ser solo la cara ñoña de un gran acuerdo cupular para que Joaquín Guzmán Loera nunca sea atrapado. Al final de cuentas es muy probable que los que nalguean policías, cachetean sierreños y matan a mansalva, no conozcan, ni por asomo, el verdadero trasfondo de esta película.

Por lo pronto, ellos representan la Ley. Y tienen con qué imponerse.

BOLA Y CADENA

EL PROBLEMA PARA EL GOBIERNO federal es que una vez agotada la credibilidad del Ejército Mexicano, debiera preocuparse más por la imagen de la Marina. No se pueden seguir echando las instituciones a hogueras que todo lo consumen. So pena de pagar muy caro el precio.

SENTIDO CONTRARIO

LA DESIGNACIÓN DEL CANDIDATO del PRI a la gubernatura de Sinaloa se fue hasta enero del año entrante y esto parece haber bajado dos o tres grados la calentura de los aspirantes. Por lo menos públicamente. Porque, por abajo, nadie para.

HUMO NEGRO

POR EL CONTRARIO, LOS QUE parece incrementaron los niveles de fuego son los grupos de narcotraficantes que pululan en Culiacán. Las ejecuciones no cesan y ahora hasta miembros de las prominentes familias de los narcos caen abatidos por pleitos domésticos. Cuidado. Podemos estar en el umbral de una guerra tan funesta como la que se vivió a partir de 2008 y que nadie quisiera ver repetida.


(RIODOCE/ Redacción/  13 diciembre, 2015)

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