Raymundo Riva Palacio
Los atentados en París tienen
varios ángulos inquietantes que se añaden al terror en sí de los ataques. Al
menos tres de los ocho terroristas eran ciudadanos franceses –primera
generación de inmigrantes de las viejas colonias francesas en África–, y todos
sus objetivos fueron a lugares de esparcimiento: el estadio de futbol, un
centro de espectáculos, cafés y bares. El mensaje fue claro: alterar la
tranquilidad de los inocentes. La respuesta fue igualmente contundente. “Es un
acto de guerra”, afirmó el Presidente francés François Hollande. “Es un ataque
contra el mundo civilizado”, abundó el presidente Barack Obama.
Los ataques generaron
condenas en el mundo, y una lluvia de expresiones simbólicas. En la apertura
del G-20 en Turquía, los jefes de Estado de las 20 economías más fuertes del
mundo –sólo faltó Hollande– guardaron un minuto de silencio. Los juegos de
futbol americano profesional en Estados Unidos fueron precedidos por el mismo
momento de respeto. En el pódium de premiación del Gran Premio de Brasil de
Fórmula Uno, se colocó a un costado la bandera de Francia con un moño negro de
luto. Prácticamente todos los monumentos significativos en las grandes ciudades
del mundo fueron iluminados con los colores de la bandera francesa. El consenso
contra ese acto de terror, si no unánime, sí fue masivo.
Sin saberse aún la
nacionalidad de todos los terroristas, el hecho de que al menos una tercera
parte de ellos fuera inmigrantesno son buenas noticias para las libertades.
Hollande dio la primera señal de los tiempos contemporáneos al anunciar que
Francia cerraría sus fronteras. Eso es prácticamente imposible. No se han
colocado puestos de control fronterizo, ni habría suficientes agentes
migratorios para vigilar los cientos de caminos que conectan a Francia con
Alemania, Bélgica, Luxemburgo, Italia, Mónaco y Suiza al norte, y con Andorra y
España al sur, sin soslayar que por sus 2 mil 700 kilómetros de fronteras se
puede entrar, incluso, caminando. Igual sucede con el resto de la Eurozona.
Los atentados terroristas
perpetrados por inmigrantes conectados a Siria le regalaron la oportunidad de
reforzar los argumentos antiinmigrantes a todos aquellos que quieren cerrar las
fronteras a los migrantes y levantar barreras para hacer del mundo una tierra
partida. La prensa europea inició este debate el fin de semana, luego de que el
gobierno de extrema derecha en Polonia responsabilizó indirectamente de los
atentados en París a la política de cuotas obligatorias para inmigrantes de la
Unión Europea. Este sábado, en una cumbre republicana de activistas en Orlando,
todos sus precandidatos a la Presidencia cuestionaron el plan de Obama para
permitir la entrada de un mayor número de sirios a Estados Unidos. No tardarán
en vincularlo a la inmigración mexicana y a los riesgos fronterizos de
seguridad. Desde hace tiempo el Gobierno mexicano está trabajando con el
estadunidense en reforzamiento de los controles fronterizos contra el
terrorismo.
Pero este endurecimiento de
las políticas migratorias es sólo una de las caras en el prisma que muestra el
terrorismo. En Europa hay un renacimiento de la extrema derecha, con un nuevo
nacionalismo, como define el semanario alemán Der Spiegel, impregnado de
racismo. En Estados Unidos, el mensaje de Donald Trump contra la inmigración
mexicana le ha dado frutos electorales, y su mensaje es bien recibido por una
cuarta parte de los estadunidenses. En el origen de este fenómeno hay
irresponsabilidades históricas. La inmigración en Europa se origina en sus
viejas colonias, donde los franceses, quizás sólo como los belgas, fueron los
colonizadores más salvajes. La mexicana a Estados Unidos tiene el origen
cultural de la vinculación con casi el 50% de territorio mexicano robado en el
siglo 19, reforzada por coyunturas de cuando los mexicanos fueron a la Segunda
Guerra Mundial y a Vietnam a defender los intereses estadunidenses a cambio de
residencia, o fenómenos como los del huracán “Katrina”, donde los mexicanos
hicieron los trabajos más pesados que nadie quería hacer. Alegatos como los de
Trump en este contexto son una injusticia causada por la ignorancia.
La inmigración es una de las
aristas inmediatas de los actos de terror. Junto con ella viene la pregunta:
¿está justificado que los gobiernos espíen sobre sus ciudadanos para evitar
actos de terrorismo? La última encuesta del Pew Research Center, en diciembre,
mostró que la mayoría en Estados Unidos acepta la conculcación de los derechos
humanos y civiles para combatir al terrorismo. El 51% de los encuestados dijo
que los métodos antiterroristas utilizados por la CIA –tortura disfrazada de
interrogatorios– se justifican, contra el 29% que se opone. El 56% creía que
los métodos de la CIA habían aportado información de inteligencia para prevenir
actos terroristas, soslayando que en mayo pasado el FBI reconoció que en casi
15 años de poderes extraordinarios para combatir terroristas, los métodos
empleados no han evitado ningún gran acto terrorista. Los que se lograron
impedir fue por los métodos convencionales de investigación.
El conservadurismo de las
sociedades ayuda a la regresión de las libertades. Las encuestas muestran la
tendencia a sentirse más seguros, sin importar a qué costo.
México, se quiera aceptar
públicamente o no, está inmerso en el fenómeno del terrorismo. No hay mucha
conciencia de ello, como lo muestra una reciente encuesta de Parametría, donde
el 44% de los mexicanos cree que terrorismo y narcotráfico son lo mismo. Aquí
hay un trabajo de divulgación por hacerse y que urge, para evitar que bajo la
amenaza del terrorismo se acelere la regresión de las libertades que, por otras
razones, avanza en México.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx /
twitter: @rivapa
(ZOCALO/ COLUMNA “ESTRICTAMENTE
PERSONAL” DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 17 DE NOVIEMBRE 2015)
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