Raymundo Riva Palacio
Apenas habían pasado las 8 de
la mañana cuando el secretario de Educación, Aurelio Nuño, cantó victoria
contra la disidencia magisterial. La mayoría de los maestros están dando
clases, proclamó, al sugerir que el paro convocado por los rebeldes había
fracasado. La realidad decía otra cosa. Miles de niños no tuvieron clases en los
bastiones de la Coordinadora Magisterial en Guerrero, Michoacán y el Distrito
Federal. En Oaxaca, sede de la Sección 22, 54 mil maestros de una plantilla de
83 mil, atendieron a sus líderes y desoyeron a las autoridades. Moisés Robles,
director del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca, admitió que dos
de cada tres escuelas en el estado, acataron las órdenes de sus líderes. En
Tabasco, los maestros se fueron a bloquear carreteras y se enfrentaron con la
Policía. Hechos contra dichos, la dicotomía de la reforma educativa.
La realidad se antepuso a la
retórica del secretario, pero Nuño no necesariamente mintió, sino jugó a la
propaganda, que es la manipulación de las verdades para apuntalar una idea.
Apoyado por los medios amplificadores acríticos de sus dichos, Nuño pudo reclamar
el triunfo en el discurso, aunque los hechos no lo apoyaran. En todo caso, lo
que ayuda a mostrar las escaramuzas entre las dos partes es algo que va más
allá de la dinámica de conflicto entre la verdad y lo verosímil que se puso en
juego este lunes, entre una disidencia magisterial con oficio y experiencia, y
un secretario que está lleno de aire.
Lo que está haciendo el
secretario Nuño es comunicación política. A través de ella ha venido incubando
en la sociedad la idea de que es un funcionario activo, que atiende sus temas y
se preocupa por la educación. Frasea muy bien las cosas, presentándolas como si
fueran originales. Este lunes dijo que el bien de los niños y su educación
están por encima de todo, que fue el argumento de la Suprema Corte de Justicia
para rechazar el amparo de la disidencia magisterial sobre la evaluación de los
maestros. En días pasados dijo que no se pagaría a los maestros que dejaran de
dar clases, lo que es un punto contenido en la reforma educativa.
Nuño está aprovechando el
momento para consolidarse. Desde que llegó a la Secretaría, Nuño estableció
como prioridad ir cada lunes a la ceremonia de izamiento de bandera en una
escuela primaria en el país, donde haría un pronunciamiento que le permitiera
meterse en la agenda de los medios de comunicación. La estrategia ha tenido
éxito, porque los medios registran todos sus dichos y están ayudándolo a que
adquiera conocimiento nacional y lo coloquen ante la opinión pública, en la
primera línea del Gabinete.
Sus ambiciones no parecen
tener límite, y sólo se comparan con su poca prudencia y afán de protagonismo,
dos de los principales defectos de los políticos. Hace apenas una semana
anunció que convocaría a los gobernadores para definir la conformación de las
cinco regiones donde se implementará la reforma educativa, olvidando que él no
es más que el encargado de despacho que no tiene atribuciones para convocar a
nadie, salvo a su equipo. Nuño parece haber olvidado un enfrentamiento verbal
que tuvo en sus últimos días como jefe de la Oficina de la Presidencia, cuando
un gobernador lo increpó en una reunión donde varios priistas comían con el
Presidente, y le dijo que él “sólo era un empleado” del Ejecutivo, y que no se
le olvidara que los gobernadores habían pasado por un proceso de elección y
tenían un mandato de la población.
A lo largo del tiempo, Nuño
ha venido lastimando a todos en su alrededor. En el inicio de la
administración, llegó a amenazar directamente a empresarios con meterlos a la
cárcel. Fue el principal autor del encapsulamiento del presidente Enrique Peña
Nieto en Los Pinos y de algunas de las decisiones que aún le siguen costando,
como haber decidido que fuera la primera dama, Angélica Rivera, la que
respondiera en televisión las acusaciones de corrupción por la “casa blanca”, o
haberle dicho que el crimen de los normalistas de Ayotzinapa era un tema
municipal en el que no debía involucrarse. También es quien insistió en que el
mensaje presidencial utilizara la palabra “reformas”, pese a que las encuestas
de opinión establecen que esa palabra está contaminada y sólo genera negativos
para quien lo use como discurso. Nuño se convirtió en el alter ego del
Presidente, en una simbiosis extraña que le llevó a decir, cuando se analizaban
los ajustes del Gabinete, frases como “no lo hemos decidido” o “no lo vamos a
hacer”, como si la Presidencia fuera un cargo compartido.
Nuño llegó a la Secretaría y
purgó a los mexiquenses, algunos de ellos viejos amigos de Peña Nieto, lo que
lleva a preguntar no qué pretende el secretario, sino el Presidente. ¿Está
construyendo sucesor para 2018? Le dio programa -la reforma educativa-,
plataforma -la Secretaría de Educación Pública- y equipo. Igual hizo el
expresidente Carlos Salinas con Luis Donaldo Colosio tres años antes de la
elección presidencial. ¿Lo está probando? El conflicto que comenzó este lunes
con la dirigencia magisterial es el primer obstáculo a vencer. Si el fondo no
es lo central, por el fondo está legalmente resuelto, es la forma lo que
importa. Esto es lo que define a Peña Nieto y su Gobierno, una fórmula aplicada
por Nuño en Los Pinos, que ahora debe demostrar si, como Colosio, puede operar
fuera del mando presidencial, y si está a la altura de lo que espera su
promotor.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
/ twitter: @rivapa
(ZOCALO/
COLUMNA “ESTRICTAMENTE PERSONAL” DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 14 DE OCTUBRE
2014)
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