En
el proyecto presidencial de Enrique Peña Nieto, su relación con la estrella de
Televisa Angélica Rivera fue clave para fabricarle una historia de telenovela.
Sin embargo, cuando el priista llegó a la Presidencia, su esposa fue desplazada
para que no robara cámaras ni se repitiera el incómodo protagonismo de Marta
Sahagún… Los escritores Guadalupe Loaeza
y Alejandro Sánchez esbozan, en sendas entrevistas, sus retratos de una mujer
que fue usada para darle brillo al presidente, luego relegada de las funciones
oficiales y que, al concluir el sexenio, a decir de Loaeza, será “la ex en
todos los sentidos”.
MÉXICO,
D.F. (Proceso).- Por el gusto de aparecer en revistas del corazón, Angélica
Rivera Hurtado colocó en el escaparate público la propiedad que estrenaba al
iniciar el sexenio de su marido, Enrique Peña Nieto. Con ello rompió el
histórico cerco de protección del que gozaban las “primeras damas”, pues se
exhibió como parte de la opaca relación entre el Grupo Higa y Los Pinos.
Activo
de campaña, su noviazgo con el candidato del PRI encontró cobertura en medios
de espectáculos y revistas del corazón. Contribuyó a la sobreexposición mediática que
caracterizó a Peña Nieto. Pero pronto pasó de ser el centro de las miradas,
sensación de las giras proselitistas y objeto de deseo para las revistas
frívolas, a la inexperta que propició el escándalo de la “Casa Blanca de Las
Lomas” y motivo de escarnio público.
La
compra de un vestido de lujo en medio de la indignación multitudinaria por la
desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y al menos un viaje a Italia
sin su marido, arrecian el escrutinio. Se difunden como notas de gran interés
los videos de sus desplantes hacia Peña Nieto, grabados en actividades
protocolares.
La
escritora Guadalupe Loaeza ha seguido con atención las vicisitudes de las
esposas de los presidentes desde que Marta Sahagún mostró sus ilusiones de
suceder a Vicente Fox en la presidencia. Desde noviembre, cuando la imagen de
Rivera quedó tan vulnerable, la enfocó también, pero como a una víctima. Y
ofrece un dato: Rivera está escribiendo un libro.
Escritora
de éxito, le da una pista: “Yo le recomendaría que cuente, que diga todo lo que
le han hecho los feos”.
Formada
en la elite capitalina, cuyas vivencias y valores reflejó primero en su libro
Las niñas bien y luego en Las abuelas bien, Loaeza observa sus limitaciones con
tono condescendiente:
“Pobrecita.
Es una mujer enojada, resentida, que reacciona como toda mujer enojada: con las
herramientas que tiene a su alcance. Porque quedó como la dueña de la Casa
Blanca y así va a pasar a la historia, al grado de que ni siquiera va a poder
salir a la calle.
“Ella
tenía una trayectoria con muchos esfuerzos: ya había tenido un divorcio y la
había pasado mal, con la responsabilidad de las tres hijas, con ganas de salir
adelante. Trabajadora, luchona, conquistó la fidelidad del país que seguía sus
telenovelas y, de pronto, toda su imagen se vino abajo”.
(Fragmento
del reportaje que se publica en la revista Proceso 2026, ya en circulación)
(PROCESO
/ARTURO RODRÍGUEZ GARCÍA/ 29 DE AGOSTO DE 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario