miércoles, 16 de julio de 2014

DAN REFUGIO A BEBÉ Y A SU MADRE EN TIJUANA; SON DE MICHOACÁN

Labor humanitaria de ángeles de la frontera

SAN DIEGO, CA.- Elsa salió del edificio federal en el centro de San Diego, con una sillita de vehículo en la que cargaba a Eddy, un bebé michoacano, de 41 días de edad. Les acababan de otorgar a ambos libertad temporal por solicitud de refugio. 
 En la ciudad, la madre no conocía a nadie, ni tenía dinero para hacer una llamada telefónica a su único tío en California, en una ciudad a horas de distancia. 

Antonio, el esposo de Elsa y padre de Eddy, continuaba detenido, y la joven madre desconocía su paradero. 

Diez días antes, cuando Eddy tenía sólo 31 días de edad, hombres armados llegaron a la casa de la familia en Michoacán. Le dieron a Antonio una hora exacta para que se les uniera o para que la familia entera saliera del pueblo en la zona de Tierra Caliente y nunca más regresara, pero advirtieron que nada garantizaba que después no los buscaran. 

La familia aprovechó que a Antonio le acababan de pagar la quincena y huyeron. 

“No vendimos ni dimos nada; todo lo dejamos”, dijo Elsa. Tomar los documentos personales de los tres, incluida una acta de nacimiento de Eddy, no tomó mucho tiempo. Antes de los 60 minutos que les concedieron, se marcharon a buscar al tío de ella en un lugar de California donde nunca antes había estado. 

Salieron de Michoacán en viernes y llegaron a Tijuana en lunes, y esa misma tarde fueron a la garita de San Ysidro, la más transitada en el mundo, y al primer oficial federal que encontraron le dijeron que querían pedir refugio. 

En la garita separaron a la madre y al bebé por un lado y al padre por otro. Hasta hoy siguen sin verse de nuevo. 

Cuando Elsa salió del edificio que alberga a las oficinas federales en el centro de San Diego se le acercó el activista Enrique Morones, de Angeles de la Frontera. Llevaba toda la mañana y parte de la tarde sentado a la sombra cerca de ahí con unas bolsas con comestibles y pañales, entre otros artículos. 

Elsa todavía desconfió cuando el desconocido Morones le ofreció sorpresivamente ayuda desinteresada. Pero la urgencia de pañales para Eddy le ayudó a cambiar de parecer. 

Cuando Elsa llegó a la oficina de Angeles de la Frontera se encontró a otras madres con sus hijos. Escogían de entre ropa y artículos donados lo que más necesitaban mientras llegaban de otros lugares de California a recogerlos. 

Con el cabello teñido de rojo, de 25 años de edad, Elsa platicó que ya antes de uno y otro bando en Michoacán habían exigido que Antonio se les uniera, pero cada vez eran más agresivos y decididos. “Tarde o temprano algo iba a pasar, y pues fue esto de darnos una hora de plazo”. 

Morones dijo que en promedio, Angeles de la Frontera ayuda en sus instalaciones a cuatro madres con sus hijos en promedio diario. 

Una o dos de las madres que llegaron la semana pasada eran de Michoacán. El resto son guatemaltecas y salvadoreñas. “De Honduras no hemos recibido”, explicó. 

Un par de horas antes de liberar a Elsa y a Eddy, la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE) había dejado también en libertad a María Eugenia y a su hija Cielo, de diez años de edad. 

También al esposo de María Eugenia lo mantienen detenido a la espera de que presente o argumente sus petición de refugio. 

Cielo platicó mientras escogía unos zapatos de su talla que la situación en Michoacán se había puesto muy difícil y sus papá, Ernesto, pensó que lo mejor era salir antes de que cumplieran amenazas. 

“Es que se estaban robando a muchos niños”, dijo Cielo. Se le preguntó si los secuestraban para pedir rescate. “Y para vender sus órganos”, respondió y siguió buscando zapatos y una blusa de su talla. 

(EL MEXICANO/ Manuel OCAÑO /16 DE JULIO 2014)
 

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