jueves, 1 de noviembre de 2012

8 RITUALES DE MUERTE







 Ciudad de México.- Alejandro Terrazas Mata, investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM y aficionado a las ciencias forenses nos explicó en su cubículo –de cuya ventana cuelgan algunos esqueletos de juguete– qué pasa cuando un cuerpo es incinerado. Y también nos habló de otros 8 rituales para disponer de los restos humanos:

1. Al horno: Muchos mexicanos recurren a la incineración para disponer los cadáveres de sus seres queridos.  Los hornos de gas que se utilizan alcanzan temperaturas de 700 a 1,250  ̊C, en cuyo interior el agua del cuerpo humano se va evaporando hasta deshidratar el cuerpo. Los tejidos comienzan a desaparecer, primero el cabello y las uñas, posteriormente la piel. Los músculos de la región abdominal se contraen provocando que, si el cuerpo no está bien amarrado, se levante; lo mismo puede suceder con brazos y piernas.

Los gases se dilatan con el calor, escapan por los orificios del cuerpo, que se hincha. Pueden reventar el abdomen o las vísceras. “Es posible que se pueda escuchar el ruido de los gases escapando y la crepitación del cuerpo, aunque estos sonidos no se perciben tanto porque el ruido del fuego es más fuerte y de por sí cruje”, describe.

Los tejidos blandos se queman totalmente y el hueso se calcina, reduciéndose a sus elementos minerales. Queda blanco o gris y se hace cristalino. Si se golpea, suena como cerámica, se craquela, se reduce a una especie de vidrio pero no llega a convertirse en cenizas. Así que hay que pasar los res- tos por un molino, parecido al que se usa para moler carne, para que queden solo cenizas.

2. ¿Pozole de cabeza?: En toda Mesoamérica se han encontrado evidencias de que se practicaba el canibalismo, pero solo en determinadas ceremonias religiosas. En Tenochtitlán, una vez que al sacrificado se le sacaba el corazón para ofrendarlo a los dioses, los restos, principalmente la cabeza, se entregaba al guerrero que había triunfado en la batalla. Y con ella se preparaba un caldo con maíz tierno y especias, del que se convidaba a toda la comunidad.

Es un antecedente del pozole de hoy en día. Con la evangelización española esta práctica se prohibió; entonces los indígenas sustituyeron la cabeza humana por cabeza de cerdo”, dice sonriendo el antropólogo. El resto del cuerpo lo daban a comer al pueblo o se enterraba en basureros rituales. En Cuernavaca se han encontrado basureros de este tipo.

3. A la barbacoa: Los cronistas españoles relatan que los aztecas acostumbraban la cremación –a temperaturas más bajas que la incineración–, aunque no se han encontrado pruebas de que fuera algo generalizado. Parece que se cremaba solo a los gobernantes, según los restos hallados en el Templo Mayor, donde basándose en las ofrendas se puede concluir de quién se trataba. También eran cremados los altos personajes de Teotihuacán y del imperio maya.

En Teotihuacán, para que el fuego alcanzara altas temperaturas, hacían un hoyo en el suelo hasta llegar al tepetate y ahí colocaban la leña, al difunto y luego le prendían fuego –parecido al horno de tierra donde se hace la barbacoa– y de este modo podían lograr temperaturas superiores a las de una fogata”.

4. Carne para buitres: En el Tíbet los ritos funerarios son variados, pero la práctica más común, para la gente con menos recursos, que vive en zonas marginales montañosas donde casi no hay suelo ni sitio para enterrar a los muertos, se practica “el funeral celeste”. Envuelto en una manta blanca, el cadáver permanece en una habitación de tres a cinco días, en que los monjes entonan textos sagrados para separar el cuerpo del alma. Los funerales comienzan al amanecer. Un pariente cercano, valiéndose de algún animal de carga, lo lleva a un lugar especial en la montaña. Disecciona el cadáver y con una piedra le rompe los huesos. Luego enciende fuego con ramas de pino y ciprés, que produce un denso humo que atrae a los buitres, que en vuelo rasante arriban y dan cuenta de los restos. Este rito es una ofrenda a Buda, que se materializa a través de los buitres, pájaros sagrados.

5. ¿Horchata de muertito?: En el pueblo de Pomuch, Campeche, localizado al norte del estado, en el llamado camino real entre Mérida y Campeche, tienen la costumbre de beber del agua con que se baña al cadáver para que sus pecados sean perdonados.

Transcurridos tres años y medio de la sepultura, en vísperas del Día de Muertos, cada año se desentierran los restos y se limpian con una brocha. Después los depositan en una caja de madera que se cubre con una carpeta bordada con su nombre y figuras alusivas a lo que le gustaba. Cada año le cambian la carpeta para que estrene, y la caja se coloca en nichos abiertos, junto con otros parientes fallecidos. Las calaveras así reunidas parece que estuvieran en charla permanente.

6. Huesito limpio: Terrazas explica que cuando los cruzados iban a pelear a Tierra Santa, si alguien morí era imposible llevarlo a sepultar a su tierra, así que hervían el cadáver hasta que los huesos quedaran limpios de carne y se pudieran transportar por largas distancias. Existía la creencia de que si el individuo moría en guerra santa, iba al cielo y sus restos tenían el valor de reliquias. Era muy común que estos restos se repartieran entre familiares, iglesias y capillas.

7. A fuego lento: En la cremación, a la que se recurre por ejemplo en India, la temperatura de la fogata llega a entre 550 y 600  ̊C. Terrazas explica: “Como el fuego no es muy intenso, el cadáver solo se carboniza y los huesos no se queman del todo y siguen cubiertos de tejidos blandos, aunque sí cambian su consistencia pues se hacen más quebradizos. Para los hindúes la muerte se presenta solo cuando el cráneo estalla sobre la pira funeraria. El cuerpo puede estar expuesto al fuego de seis a 24 horas. Los restos que quedan a veces los ponen encima de una balsa y la dejan ir por el río Ganges para que se los lleve la corriente, o simplemente los tiran directamente al agua”.

8. Para chuparse los sesos: En Bailando sobre la tumba, Nigel Barley describe que la tribu fore, en las tierras altas de Papúa Nueva Guinea, cuando alguien moría se le desmembraba y se repartían los pedazos entre la tribu para comerlos. A las mujeres y niños les tocaba el cerebro, el hígado y los riñones. Tal práctica podría significar que adquirían mayor sabiduría y reafirmar que su ser querido continuara vivo a través de ellos. La costumbre fue prohibida cuando se descubrió que muchos miembros de la tribu morían de kuru, una encefalopatía transmisible que se contagiaba al comer los sesos de personas infectadas.

Fuente: Quo

No hay comentarios:

Publicar un comentario