Si nos basamos en la lamentable situación en que se
encuentra el Archivo General del Estado (AGE) y a su atribulada historia,
podríamos concluir que la clase política sonorense, cuando llega al poder, lo
hace con la idea de que la historia de la entidad inicia con ellos y termina con
ellos.
La conservación de la memoria documental del paso de los
diferentes gobiernos por el Poder Ejecutivo ha sido, al menos en los últimos 30
años, inexistente, según pudimos constatar en una visita que realizamos a las
instalaciones del Archivo.
Falta de guías, desorden generalizado, desaparición
inexplicable de documentos, instalaciones obsoletas y arcaísmo en las técnicas
de conservación son los principales problemas que enfrenta el AGE.
La memoria oficial de Sonora es senil y, de momento, nadie
parece dispuesto a aplicarle un urgente tratamiento que la rehabilite.
El archivo
ambulante
Los miles de documentos que se amontonan en la habitación
al fondo de la oficina que alberga el Archivo General han sido objeto de
múltiples mudanzas, de un incendio y de al menos una inundación. En el camino,
muchos se han deteriorado, otros se han extraviado y algunos más han
desaparecido misteriosamente.
El AGE alberga documentos fundacionales, edictos,
reglamentos, circulares, acuerdos, proyectos, leyes que desde 1821, año en que
Sonora se separó de Sinaloa, han ido acumulándose como una muestra fundamental
de quiénes y cómo han gobernado la entidad.
El Archivo General ha viajado por diferentes puntos del
estado; según la sede del gobierno en turno, iba cambiando de ubicación; Álamos,
Arizpe, Ures y Hermosillo han sido las ciudades que lo han acogido en su
itinerante existencia.
Una vez instalado definitivamente en Hermosillo, el
archivo ha tenido diferentes hogares, siempre de forma provisional, ninguno
acondicionado para ello. Hasta 1948 permaneció en Palacio de Gobierno; el
incendio que sufrió en ese año el edificio, hizo que lo enviaran al edificio que
actualmente alberga el Museo Biblioteca de la Universidad de Sonora.
Allí permaneció hasta 1976, cuando el Gobierno del Estado
donó las instalaciones a la Unison; el problema, nos dice un empleado del AGE,
es que se donó con todo y archivos, y todavía recientemente la Universidad ha
enviado documentos que pertenecen al AGE, los cuales estaban olvidados en el
Museo Biblioteca.
De 1976 a 1979, la memoria y registro oficial de Sonora
permaneció almacenada en los bajos del Auditorio Cívico; y todavía tuvo una sede
provisional antes de llegar en 1988 a las actuales oficinas, ubicadas en la
calle Garmendia número 157, en el centro de la ciudad.
En el camino, las pérdidas y mutilaciones de documentos
han sido invaluables, según la opinión de historiadores e investigadores,
usuarios habituales del AGE.
Intentar ordenar
el caos
Fueron precisamente los historiadores e investigadores,
usuarios habituales del Archivo General, los que nos pusieron sobre aviso de la
infinidad de problemas que padece el AGE.
En general, aquellos a los que consultamos coincidieron en
el estado deplorable en que se encuentran los documentos, la inexistencia de
guías de consulta, el desorden y cambio de ubicación de los documentos, y la
misteriosa desaparición de éstos ante la falta de control.
Cuando nos presentamos en las instalaciones del Archivo
General, uno de los trabajadores nos confirmó con un profundo sentimiento de
impotencia y tristeza, que en efecto, ése era el estado del AGE en la actualidad
y que así ha permanecido por años, en el mayor de los olvidos.
La fuente, en sus años de trabajo dentro del Archivo
General, ha logrado conocer perfectamente los padecimientos de éste.
De entrada, el AGE nunca ha tenido un director o directora
que tenga el perfil que requiere el cargo, y en múltiples ocasiones ha sido
utilizado como trampolín político.
Además, el presupuesto destinado al Archivo no cubre ni
por mucho las necesidades del mismo.
Soñador, nos explica que el Archivo General del Estado de
México posee nueve edificios para albergar los documentos, en el que nos
encontramos, únicamente hay una pequeña sala de consulta con seis mesas de
trabajo (vacías en ese momento salvo dos), y un almacén en el que se guardan los
documentos metidos en cajas.
Para el periodo que abarca de principios del siglo XIX a
1930, existe una serie de guías maltrechas que conservan los encargados del
Archivo como oro molido.
Una media docena de libros encuadernados en pasta dura
que registran la relación de documentos relativos al periodo en cuestión;
algunas de sus páginas están restauradas con cinta adhesiva, otras, simplemente
están a punto de romperse.
De 1930 a 1980 no existen guías de los documentos que
archiva la institución, por lo que los usuarios interesados en un tema en
específico, deben atenerse a la buena memoria de los encargados que, a fuerza
del uso, los ubican, no siempre con buena fortuna, en el lugar
correspondiente.
A partir de 1980, nos explican, las diferentes
dependencias y secretarías del Poder Ejecutivo de Sonora simplemente dejaron de
enviar la documentación que generan en su quehacer administrativo, documentación
que está repartida en diferentes almacenes que rentan para el caso por toda la
ciudad.
Un ejemplo, señala, es la bodega que la Secretaría de
Hacienda tenía a un lado de la guardería ABC; si esa documentación hubiera
estado en el Archivo General del Estado, tal vez no habría sucedido la
tragedia.
Cuando le comentamos una de las quejas recurrentes de los
usuarios del AGE, en el sentido de que hay documentos que consultan y que, al
regresar a revisarlos posteriormente, se encuentran con que han desaparecido,
nos confirma que sucede con frecuencia.
―¿Pero cómo es que desaparecen?
―Nosotros no sabemos cómo ni cuándo desaparecen, pero de
pronto, a la hora de querer consultarlos, ya no están en el lugar en que
estaban.
La persona que ofrece su testimonio sueña con un edificio
para el AGE del tamaño de un COSTCO por lo menos, equipado con la tecnología
necesaria.
En el actual no hay ni una computadora.
Hace dos años hubo un acuerdo con la Escuela de Historia
de la Unison para llevar a cabo la digitalización del archivo, nunca se terminó
la tarea porque, la universidad únicamente digitalizó los documentos que le
convenían y abandonó la tarea.
Algunos de los documentos que guarda el archivo, tercia un
usuario que ha permanecido atento a la charla, deberían estar resguardados en
vitrinas por su importancia, pero ni eso. Y remata, esto confirma aquello que
dijo Vasconcelos de la cultura y la
carne asada.
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