Perdida
en la parte final de una larga entrevista con el secretario de la Defensa,
general Salvador Cienfuegos, aparece una advertencia al Gobierno del presidente
Enrique Peña Nieto a la clase política y a la sociedad:
“¿A quién le conviene un Ejército que no
obedezca? ¿A quién le conviene un Ejército que no tenga disciplina? ¿A quién le
conviene un Ejército que no esté entregado a su país?”.
Las palabras del general reflejan por primera
vez la molestia del alto mando y de generales retirados, que en diciembre le
reclamaron que el Ejército estaba sometido a una campaña de desprestigio, y que
los había abandonado el Ejecutivo al permitir que fueran juzgados en tribunales
civiles. Todo, lo increparon, con su aceptación.
La
entrevista publicada en “El Universal”, es una rara introspección a la mente de
un secretario de la Defensa, que refleja asimismo su molestia con el Gobierno y
con la clase política.
Criticó al Gobierno que quiere que los
soldados hagan tareas que le corresponden a la Policía –“no es el papel real
que deba de cumplir un Ejército respecto de la seguridad interior”–, sin dar el
apoyo presupuestal para crecer al Ejército.
Sobre
la clase política, la inacción para legislar en materia de seguridad interna y
defensa nacional: “Si Vamos a utilizar las Fuerzas Armadas”, agregó de manera
pragmática, “(usémoslas) para poner orden, no para ver si pondremos orden”.
Fue
cáustico el secretario, aunque usó las palabras con cuidado. A lo que se
refiere es a la dicotomía de los políticos.
“Pondremos
el orden”, como lo fraseó, dirige el pensamiento hacia los eternos temores de
que si los soldados salen a la calle a poner orden y lo hacen con eficacia,
entonces ¿por qué no de una vez por todas toman el poder? El miedo al golpe de
Estado ha girado en la cabeza de los políticos desde que se crearon las
instituciones en el segundo cuarto del siglo pasado para que los conflictos se
resolvieran por la vía pacífica, no por la vía armada, como sucedió en la
Revolución.
El
Gobierno, más que los políticos, ha sugerido generales retirados, no está del
lado del Ejército e, incluso, los ha traicionado.
El
quiebre de su respeto hacia el Ejecutivo se dio con la forma como se procesó el
Caso Tlatlaya en junio del año pasado, donde se acusó a ocho soldados de haber
matado a 22 personas, vinculados algunos con bandas de secuestradores, que los
atacaron con armas de uso exclusivo del Ejército.
El
entonces procurador Jesús Murillo Karam dijo que los soldados habían
“ejecutado” a los 22, lo que motivó una protesta en Los Pinos del general, con
lo cual se borró ese verbo del lenguaje oficial.
Debido
a que el Congreso retiró amplias restricciones al fuero militar, fueron
consignados a la autoridad civil.
El
testimonio por el cual los inculparon fue de la madre de la novia de uno de los
abatidos, que después se desdijo.
Un
año después del incidente, ni siquiera ha empezado el juicio.
Pero
Tlatlaya se convirtió en la piedra angular de las críticas al Ejército, que ha
llevado al general secretario a afirmar que hay una campaña de desprestigio
contra las Fuerzas Armadas.
¿De dónde vienen esos ataques?, le preguntó el
reportero de “El Universal”. “Me encantaría saber de dónde vienen”, respondió.
“Pero el efecto está ahí, lo vemos en algunos medios, algunas organizaciones
que consideran que el Ejército no está haciendo su tarea adecuadamente, o que
ha afectado a la ciudadanía.
Mi percepción es que efectivamente hay quienes
están interesados en desprestigiar a las Fuerzas Armadas y lo hacen a través de
los medios”. ¿Qué es lo que ha hecho el Gobierno para compensarlos? Dinero y
discursos laudatorios. Nada más.
El
Ejército está solo. El Gobierno, reclamaron los generales en diciembre al
secretario de la Defensa, no los defiende.
El
general Cienfuegos contuvo en aquel momento las críticas hacia su persona y las
imputaciones al Ejecutivo.
Las
tensiones eran fuertes, pero neutralizó en aquel momento quizás con la
expectativa de que las cosas cambiarían. No fue así. En la entrevista se queja
de la falta de leyes, de la anulación del fuero militar, de la PGR que no ha
hecho nada ante las denuncias sobre quienes presumen responsables de la campaña
de desprestigio, del abandono en el que, en términos reales, tienen a los
militares.
Eliminar
el fuero militar, dijo, fue un error, “porque están poniendo al Ejército en
situaciones muy sensibles, vulnerables, delicadas, en las que nuestro personal
ahora piensa que si lo procesan por desobediencia, por no obedecer al
secretario, o lo procesan por violar derechos humanos. Creo que al soldado le
conviene que lo procesen por desobediencia, pero al país no le va a convenir”.
Ese
es el fondo del argumento del general secretario. Si lo que sucede ante la
falta de leyes y abandono del Gobierno lleva al dilema y el soldado decide por
bajar los brazos, ¿quién resultará afectado? El Ejército tiene presente 1968,
cuando errores políticos hicieron que se ensangrentaran las manos, que es una
mancha que no se han podido quitar.
Lo que dijo el general secretario es que ya
llegaron al punto, desde la tropa, los mandos, los generales y él que esto ya
no es posible.
Externalizar el enojo interno es el primer
paso. El segundo, no respondido, es cuánto más tolerarán la situación en la que
se encuentran.
(ZOCALO/
COLUMNA “ESTRICTAMENTE PERSONAL” DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 01 DE JULIO 2015)
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