miércoles, 19 de junio de 2013

PEMEX HASTA EL FONDO

Raymundo Riva Palacio

 El presidente Enrique Peña Nieto va por el resto. Invertirá todo su capital político –que se ha venido dilapidando aceleradamente– en busca de la reforma madre, la de Pemex. 
 
Peña Nieto se pintó de guerra y anunció a los inversionistas en Londres y en Nueva York el final de ocho décadas de tabú y que para llevarla a cabo, propondrá reformas constitucionales. Nada de timidez en la iniciativa que entrará en septiembre a las cámaras, ni gradualismos. 
 
Al advertir que habrá cambios constitucionales, el Presidente definió los términos de la batalla política que dará. “Pemex no tiene la capacidad financiera para estar en cualquier frente de la generación energética”, dijo a Bloomberg. “La reforma será transformacional”, agregó al “Financial Times”.

“Transformacional” es una palabra interesante y define el camino que seguirá Peña Nieto. ¿Qué significa? La transformación de Pemex, de una empresa que fue diseñada para ser el sustento de las finanzas públicas del gobierno, a un negocio. 
 
Es decir, el cambio será desde las entrañas y buscará terminar con una larga discusión ideológica y confusa. Pemex no nació para generar dinero, y ahora quieren que así sea. Pemex nació como soporte nacional, no como una generadora de ingresos para el país. 
 
Era absurdo comparar a Pemex con Petrobras, porque su génesis tuvo diferentes objetivos. Era normal compararla con la saudita Aramco, rentable pero pilar del Estado.
 
 Ahora, por lo que perfiló el Presidente, van por el modelo de empresa, un negocio donde se abra a la inversión extranjera el petróleo y el gas.

“The Wall Street Journal”, que también reflejó la estrategia presidencial, precisó que Peña Nieto quiere permitir a empresas petroleras del mundo que compartan los riesgos que representan la explotación, que ha sido una fuente de conflicto por años por la oposición dentro y fuera del PRI que se permitieran los viejos contratos de riesgo que se negociaron en secreto durante el gobierno de Miguel Alemán, porque estos significaba, de acuerdo con el argumento, que violaban la Ley Reglamentaria del Artículo 27 en materia de petróleo, que señala en su artículo sexto que “las remuneraciones siempre serán en efectivo, y en ningún caso por los servicios que se presten o las obras que se ejecuten, porcentajes en los productos, ni participación en los resultados de las explotaciones”.

Peña Nieto decidió ir a contracorriente ideológica con el pragmatismo que lo caracteriza. Está convencido que abrir Pemex al sector privado llevará a México a un nuevo estadio de desarrollo y detonará la inversión y el crecimiento. 
 
El Presidente no usa sólo la retórica, sino puso la maquinaria a andar. Esta semana despachó al secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, a estudiar los modelos de Brasil y Colombia, para encontrar fuentes de inspiración. Ecopetrol se enfoca a la aplicación de los medios técnicos y financieros para cumplir objetivos empresariales, permitiendo concesiones al sector privado y contratos de riesgo, que es un esquema mixto entre el Estado y el sector privado.

La definición de Peña Nieto sepultó las propuestas para seguir el modelo de los Emiratos Árabes Unidos, manejado por Aramco, que aunque se maneja como empresa privada es 100% propiedad del Gobierno. 
 
Este modelo era el recomendado por los expertos para no hacer modificaciones constitucionales, pues para ir por el camino de Petrobras y Ecopetrol sí se tiene que tocar la Constitución.
 
 Un modelo intermedio que se analizó por el equipo de transición de Peña Nieto fue el noruego de Stateoil, donde el Estado es un fuerte regulador de la industria a partir del principio de que es dueño de los hidrocarburos pero permite la inversión privada en su explotación. Inclusive, el secretario Joaquín Coldwell afirmó en mayo que sería el modelo para elaborar la propuesta energética.

Peña Nieto fue muy claro en sus entrevistas con el “Financial Times y Bloomberg” sobre su determinación de hacer cambios constitucionales, lo cual fue reforzado por la información publicada por “The Wall Street Journal” que recogió declaraciones de altos funcionarios de su gobierno y del PRI, apuntando hacia ese camino. 
Este martes, sin embargo, matizó su declaración y afirmó que aún no está decidido si la reforma de Pemex será constitucional o sólo requerirá modificaciones a la legislación secundaria.

El Presidente reaccionó inmediatamente al juego semántico de la oposición. Abrir Pemex a la inversión privada no es privatizar. Pero en el lenguaje político ordinario, es lo mismo. La línea de flotación parecería ser que sólo si no se toca la Constitución no se privatiza Pemex. 
 
Pero si se toca, según ese alegato, habrá privatización. En todo caso, habrá que creerle a lo que repitió durante las entrevistas: sí habrá reformas a la Constitución para lo cual necesita dos terceras partes de la cámara de origen. 
 
Si es en el Congreso, la alianza PRI, Verde y Nueva Alianza tendría 251 votos, 74 cortos del 75% requerido, que tendrían que salir del PAN, porque no se espera que salgan del PRD, PT o Movimiento Ciudadano. Si es en el Senado, el PRI, Verde y Nueva Alianza se quedarían a 33 votos del 75%, que también tendría que aportar el PAN.

Peña Nieto juega a la segura, visto que el PAN, que ha pugnado por esas reformas por años, difícilmente se va a oponer. Pero llevarlo a la mesa de discusión a tres meses de presentarse, es un ejercicio inteligente y hábil para procesarla política e ideológicamente.

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