Batres
no aporta una pensión alimenticia argumentando que, como presidente de Morena,
no percibe salario alguno.
Detrás
de la pregonada incorruptibilidad de ciertos personajes de la política se
terminan escondiendo, en demasiadas ocasiones, formas de corrupción, no sólo en
el ámbito político, sino en el personal. Me asombró leer el viernes en La Razón
sobre una protesta en el Monumento a la Madre encabezada por dos diputadas
perredistas que le reclaman a Martí Batres, presidente nacional de Morena y
quien suele acusar de corruptos a todos sus adversarios, que pague la pensión
alimenticia de los hijos que tuvo con cada una de ellas.
Las
diputadas perredistas Cristina Ismene Gaytán y Cecilia Olivos Santoyo tuvieron
hijos con Martí Batres, no son sus parejas actuales y no sé el tipo de relación
que sostuvieron en su momento, pero no lo juzgo: cada quien puede y debe vivir
su vida como lo considere más conveniente, mientras no dañe a los demás. El
problema es que aquí sí hay daño: hay niños que no reciben una pensión
alimenticia de su padre. No crea usted que es un caso de separación tipo Jorge
Vergara y Angélica Fuentes, que se reclaman entre sí miles de millones de
pesos. Lo que le piden las dos señoras a Martí es que pague una pensión
alimenticia de 5 mil pesos mensuales, prácticamente nada, para cubrir los
requerimientos más elementales de sus hijos.
Pero,
según sus ex parejas, Batres no aporta esa pensión alimenticia argumentando
que, como presidente de Morena, él no percibe salario alguno. Es una mentira
descarada y que no se sostiene simplemente observando el tren de vida que ha
mantenido Batres a lo largo de todos estos años y las posiciones que ha ocupado
en el PRD y en el gobierno capitalino. Todos sabemos que el amor se puede
acabar, todos (o muchos) hemos sufrido separaciones o divorcios, pero no hay
cosa que me parezca más machista y mezquina que desatender las necesidades y
las responsabilidades que uno asume con los hijos que son producto de esas
parejas y, en ocasiones, cuando lo amerita, con quien fue en algún momento su
compañera de vida.
Es
una tara presente en muchos de los hombres de nuestro país que constituye una
de nuestras principales lacras sociales: nuestros divorcios o separaciones
suelen ser turbulentos y marcados por el rencor; muchos hombres (y también
algunas mujeres) esconden sus ingresos de forma brutal con tal de disminuir al
mínimo posible lo que le tienen que dar por ley a sus hijos, si es que les dan
algo; tratan (en muchas ocasiones con apoyo de la propia justicia) de quitarle
todo a sus ex mujeres. Es verdad que, en muchas ocasiones, esas rupturas pueden
ser traumáticas, pero el abandonar hijos, hayan nacido dentro o fuera del
matrimonio, me parece un acto de corrupción personal, moral y ética mucho más
grave incluso que la corrupción con recursos públicos.
Ese
tema de querer mostrarse (porque no lo son) como políticos pobres y, por ello
mismo, incorruptibles, parece otra de las taras de ciertos sectores de nuestra
llamada izquierda. Hace unos años escribí un texto que fue divulgado una y otra
vez (con agregados con los que siempre coincidía que cada lector le colocaba
como y cuando quería) que se llamó ¿De qué vive López Obrador? Era y es una
pregunta legítima: un hombre que ha buscado la Presidencia de la República dos
veces (y que se apresta a buscarla nuevamente) debe decirnos, como mínimo, de
qué y cómo vive, cuáles son sus ingresos y de dónde provienen, sobre todo si
asumimos que no tiene ningún trabajo remunerado. Desde que dejó el PRI de
Tabasco en 1987, no se le conocen, salvo los cinco años que fue jefe de gobierno
capitalino, trabajos remunerados a López Obrador. Ha sido presidente del PRD,
candidato presidencial, ahora encabeza Morena, pero no sabemos de qué viven él,
su familia y sus hijos. Ni siquiera sabemos con claridad dónde viven. Nunca
hemos visto su declaración patrimonial, mucho menos una fiscal. No veo ningún
problema, al contrario, en que un líder político, sobre todo de su peso, tenga
un ingreso lo suficientemente alto como para vivir con cierta holgura. Lo que
sí es un problema es que López Obrador o Martí nos digan que no tienen
ingresos, y mucho peor que en el caso de Batres se niegue a pagar una pensión
alimenticia a sus hijos, de apenas cinco mil pesos mensuales, argumentando que
vive en la indigencia.
Pero
las corrupciones nunca vienen solas, aunque a veces se las quiere ocultar.
En
la historia de Martí Batres hay que recordar lo sucedido con la tristemente
célebre leche Betty, que se entregaba por el anterior gobierno capitalino a los
consumidores más pobres y que tuvo que ser retirada porque ese líquido
blancuzco no tenía leche, pero sí materia fecal. O cómo se hizo fraude desde la
Secretaría de Desarrollo Social, cuando la encabezaba Batres, con los vales
para uniformes escolares.
Todo
eso me parece vergonzoso. No se trata de decirse de izquierda o de derecha.
Mucho menos de hurgar en las camas buscando pecadores, algo sencillamente
innoble. De lo que hablamos es de machistas y desobligados.
(EXCELSIOR/
JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ/ 22 DE JUNIO 2015)
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