“Conversación en La Catedral” fue la tercera
novela publicada en 1969 por el escritor Mario Vargas Llosa. La trama deriva de
una plática de cuatro horas en una cantina entre los personajes que nos remiten
al Perú del tiempo de la dictadura del general Manuel A. Odría (1948-1956),
época de represión política y corrupción que afecta a todos los estratos
sociales.
El Café Colón de María
Becerra, ubicado antaño en una de las esquinas que daba a la Calle 19 del
mercado José María Yáñez fue reconocido por su antigüedad muy anterior al café
Chuyita del mercado municipal Hermosillo, como “La Catedral de la política” en
Sonora. El café del Hotel Armida, no era tradición todavía y en donde Manuel
“El Pistachón” Ramos Félix es genio y figura.
Por sus mesas de café pasaron
figuras de la talla del “Tata” Lázaro Cárdenas y candidatos de todos los
colores.
Ahí, bajo el influjo de una
aromática taza en 2009, poco antes de su desaparición Carlos “El Cacho”
Zaragoza, sostuvo con mucha seguridad tener amarrados 25 mil votos y por ende
la alcaldía en su bolsa. Un mes después terminó derrotado por César Lizárraga
Hernández.
LA RAZA BRAVA DE LA CATEDRAL Y SU CÓDIGO SECRETO
Entre los asiduos cafeceros
del lugar se contaban gente todo origen (y aún de origen desconocido, completaría
algún ocurrente asistente a las tertulias diarias). Casi era obligatoria la
asistencia de dirigentes sindicales como Héctor Molina Vázquez, de la CTS-CROC,
cuando contaba con fuerza y “Molainas” un viejo zorro de la política despuntaba
como orador de fuste; cenecistas como Inés Ramírez y su papá “El Gordo”
Ramírez, un vago entre los vagos; empresarios como Pancho “El Bigotón” Torres,
su hermano “El Gordillo” Torres de las “!000 tortas”, Federico “Lico” Tores
(hecho regidor por el PAN desde las páginas de La Gaceta que dirigía Miguelito
Escobar), “El Chapo” Flores (ampáyer de los buenos) o el entonces el dirigente
de La Vieja Guardia priísta Candelario Flores, “Don Cande” mejor conocido en el
bajo mundo de la grilla como “El Charrasqueado”, también líder cooperativista y
autodefinido ante el doctor Manuel Robles Linares, entonces dirigente del PRI
estatal como “industrial de la masa y la tortilla” pa´que no hubiera dudas;
abogados como Rubén Zúñiga Flores, “Uñiga” para los amigos o “El Rodman” según
Lico Torres, por su propensión al uso de colores chillantes en su cabellera.
También circularon a ingerir
café Hilario Sánchez Rubio, músico, poeta y gloria artística de Empalme y de
Sonora, cuyo festival cultural HISAR se celebra en octubre en la ciudad rielera;
periodistas (o al menos así se identificaban, salvo prueba en contrario, como
dicen los abogados) como Miguel Escobar de “La Gaceta”, Carlos Razcón
Valenzuela, Agustín Rodríguez, Javier Velázquez Peña, el Javy, Roberto “El
Zancudito” Bojórquez García, Lupe Barrera, Asención Sánchez Vázquez, el Tivo,
Jorge Enríquez, Roberto Dike Rivera, quien entonces golpeaba con su compadrazgo
con “El Bebo” Zataraín, Pánfilo Barrera, Memo “El Monito” Urías, el otrora
mejor columnista del estado Diego Matuz Félix, quien un buen día se lió a
moquetazos con Antonio “Toño” Bolaños y que le valió a este su salida del
departamento de Tránsito. Diego fue quien definió a Guaymas como el manicomio
sin bardas.
Enrique “Kiki” Murillo era
otro de los infaltables a sorber el vital líquido, así como el fisiculturorista
y docente del CET del MAR Alberto “Beto” Condés de la Torre. Hasta los llamados
“Siete sabios de Guaymas” pisaron el recinto grilleril.
Mucho tumbateclas sacaron la
de ocho entre café y café o armaron sus reportajes bajo la guía de los
contertulios.
En El Colón se discutía
fuerte y los asistentes se enteraban de todo: transas, actos de corrupción, de
robos, desfalcos, de muertitos, malandrinadas, infidelidades, agandalles,
grillas, etc., etc.
A veces los debates que incluían
todos los temas (desde la bomba atómica hasta el desabasto de agua pasando el
desempeño de los funcionarios públicos y la hipocresía de las buenas
conciencias) se ponían ríspidos y la carrilla ni se diga, como aquella vez en
que Condés en la flor de la edad y a plenitud de facultades que lo habían
llevado a competir con los grandes de la disciplina como el “Goberneitor”
Arnold Schwarzenegger, le dijo hinchando el pecho y apretando los bisceps al
“Bigotón” Torres: “¿No quisieras tener mi cuerpo?”. Este rápido de mente le
respondió: “¡Sí, pero aquí!”, acompañado con la famosa Roqueseñal.
El Beto chiva se perdió unos
días, pero después volvió al entrañable ambiente. O cuando el Kikí Murillo le
asestó con un frasco de Nescafé lleno de azúcar en una pierna a Héctor Molina,
cuando éste docto como es abrió espacio para explicar en tono docto el problema
de las fugas de agua en las colonias porteñas que era el tema de moda y que el
acalde Marco Antonio Llano prometía remediar. “¡Tú todo lo sabes…!” le soltó el
Kikí y ¡zas!
Pero, lo cierto es que entre
los asistentes había una ley no escrita, especie de código secreto; Lo que ahí
se comentaba, ahí se quedaba.
“EL LOCO” Y LA
SOLUCIÓN FINAL
Lo cierto es que a mañana y
tarde el café se encontraba abarrotado, amén de la estupenda cuchara de la
María, su propietaria y quien heredó el negocio con todo y plaga de usuarios de
su papá, entrañable amigo del general Cárdenas.
De carácter la dama, alguna
vez hastiada echó a la calle con todo y órgano a Rogelio Hugo Montijo, pues al
“Conde” le había dado por acudir al recinto a deleitar a quien quisiera
escucharlo. Y fue en ese sitio cuando “El Loco” reclutó a los primeros miembros
del Partido Imperialista Sonorense” quien contaba con su propia radiodifusora:
Radio PIS, aquella que transmitía con permiso o sin permiso de la SCT.
Fue autor de “Sonata a la
locura”, el libro más vendido de la comarca, pues se dice fue comprado todo su
tiraje por un empresario local porque en el texto iban incluidos varios poemas
para su esposa, na dama de sociedad, de quien Montijo estaba fervientemente
enamorado. “¡Fue todo un éxito de ventas!”, afirmó Vicente Castañedo, de la
Librería Bohemia Amado Nervo entre risotadas al recordar el hecho.
En La Catedral Rogelio Hugo
acuñó su solución final para las broncas de Guaymas: “Los problemas de Guaymas
se solucionan con dos o tres funerales lujosos”, dijo ante los parroquianos
Rogelio con aire de profeta y dejó con los ojos cuadrados a los presentes, que
ya quisiera tener entre sus asesores Lorenzo de Cima.
Cuenta Hilario Sánchez hijo,
que encontrándose al Conde cabizbajo en el café y con cara de enfermo lo
auscultó y lo recetó: “Con esto te alivias en chinga”, le dijo.
A los días lo volvió a
encontrar pero ahora más pa´ bajo o séase bien jodido, en buen lenguaje
porteño. “Oye, Rogelio, con lo que te receté, ya deberías estar alivianado, ¿Te
tomaste lo que te anoté?”, le expresó el galeno.
“No doctor, es que como me
dijiste que me tomara una pastilla después de cada comida y como tengo tres
días sin comer, pues no me las he tomado”, agregó Rogelio, con esa lógica que
ni Descartes le hubiera reprochado.
EL MISTERIOSO DESTAPE DE MANLIO
Andando en su gira de campaña
en busca de la gubernatura en 1991 y con el uribismo a todo lo que daba en
Guaymas, el candidato del PRI, considerado como un sonorense ni de aquí ni de
allá, que pasó por la dirigencia del partido en la entidad y que había dejado
abruptamente la secretaría de gobierno con Rodolfo Félix Valdez, que había
llegado al Congreso de la Unión con apoyo de Florentino López Tapia y venía de
una subsecretaría con su padrino Fernando Gutiérrez Barrios, Manlio Fabio
Beltrones, hizo presencia obligada en el café Colón.
“Aquí en esta mesa se decidió
destaparlo a la candidatura”, le dijo a boca de jarro don Cande Flores al hijo
predilecto de Villa Juárez.
“Mira nomás, hasta ahorita
voy sabiendo a quienes les debo la candidatura”, respondió en tono juguetón el
hoy hombre orquesta del presidente Peña Nieto.
Después, todo es historia de
su reinvención: arribó a la gubernatura, interrogó a Mario Aburto Martínez, el
homicida de Luis Donaldo Colosio en las playas de Tijuana el mismo 23 de marzo
de 1994, cabeceó los señalamientos de Sam Dillon del The New York Times,
videodestapó a Zedillo y padeció la congeladora de él, fue corresponsable de la
mayor derrota priísta en 2006 en donde Roberto Madrazo llegó al 22% de la
votación, fungió como vicepresidente de facto con Felipe Calderón y sacó
adelante las reformas peñanietistas en negociaciones con la oposición.
CAFÉ CON AROMA DE GRILLA
Luego de su cierre como
catedral de la grilla guaymense, los cafeceros de El Colón pueden ser vistos
los que quedan, en sus encuentros por las tardes con “El Nati” a la afueras de
El Norteño, por las mañanas en el MacDonals o a la caída del sol en el Astros
de la calle 20 y los más fresones en el restaurant del Hotel Armida.
Y si Guaymas tuvo “Siete
Sabios” en las personas de Alonso Castanedo, el poeta Alfonso Iberri, fundador
de la poesía sonorense, el doctor y mayor del ejército José Gómez García,
Delfino López, José Córdova, Leopoldo Ulloa y Francisco Fourcade y La Gaceta,
fundada en 1914 por Manuel Escobar llegó a considerarse como el decano de la
prensa sonorense al Café Colón de la familia Becerra le correspondió el honor
de ser La Catedral de la política, un lugar ganado a pulso en la memoria
colectiva de los porteños y de quienes disfrutaron durante años de un buen
café.
(EL PORTAL DE LA NOTICIA/ COLUMNA “LA VIÑA DEL SEÑOR” / 15 Agosto 2015, 12:07)
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