Raymundo Riva
Palacio
Los pecados se
pagan, pero algunos sangran ininterrumpidamente. Esto es exactamente lo que le
está pasando al presidente Enrique Peña Nieto. El equipo que importó del Estado
de México al gobierno federal, inopinadamente le está perforando el corazón.
Dos momentos lo están definiendo en el mundo y lo hunden: el acercamiento con
China y la construcción de una nueva clase empresarial formada por sus amigos.
Sin la visión global de lo que estaba en juego, Peña Nieto se fue a la guerra
contra las potencias industriales, sin ver que en el campo de la geoestrategia,
los débiles son desechables.
En el último mes,
Peña Nieto ha sido mutilado por la prensa internacional, que encontró sin
dificultad que casos tan disímbolos como la desaparición de los normalistas de
Ayotzinapa y las licitaciones de obra pública, tienen como vasos comunicantes
la corrupción y la impunidad. Los conflictos de interés y sus extrañas
relaciones con China, aceleraron el interés del mundo por exhibir a su
gobierno, y la falta de cultura global le impidió ver lo obvio: si México
depende del aparato productivo de Estados Unidos, que está enfrentado
económicamente con China, acercarse tanto a Beijing iba a tener consecuencias.
Pero al mismo tiempo, si se acerca a Beijing y luego lo humilla, se coloca a la
orilla del precipicio. ¿Resultado? Los adversarios se unieron contra Peña
Nieto.
El momento que vive
tiene su origen a finales del año pasado, cuando el equipo mexiquense de Peña
Nieto le entregó información confidencial al empresario consentido del
exgobernador del Estado de México y del actual gobierno federal, Juan Armando
Hinojosa, sobre la licitación del tren rápido ciudad de México-Querétaro, una
obra de 60 mil millones de pesos. Las 17 empresas que iban a entrar al
concurso, entre las que se encontraban gigantes canadienses, alemanes y
japoneses, se retiraron del concurso por la imposibilidad de desarrollar el proyecto
en el plazo que oficialmente establecía la convocatoria. Hinojosa, otros socios
mexicanos –incluido Olegario Vázquez Raña, quien ya está celebrando que le van
a dar las dos nuevas cadenas de televisión–, y China Railways, se quedaron con
el negocio.
El secretario de
Comunicaciones y Transportes, el mexiquense Gerardo Ruiz Esparza, defendió
vehementemente en el Senado la transparencia y legalidad de la licitación, pero
pocas horas después lo mandaron a la televisión a declarar que el presidente
había decidido revocarla por falta de transparencia. Ni él renunció por la
descalificación, ni explicó nunca
–hasta ahora no lo
ha hecho nadie–, por qué el presidente reaccionó con susto en el último momento
y en una decisión autoritaria –él no puede, aunque quiera, revocar nada sin
arroparse en una disposición legal–, canceló todo. ¿Acaso hubo amenazas de
países industriales de denunciarlo en un panel internacional por corrupción? Es
un misterio por qué en menos de 180 minutos se cambió una decisión tomada hace 13
meses.
Una vez más, los boy
scouts en Los Pinos siguieron hundiéndose en problemas creados por sus
decisiones. Pero ahora, con las dos partes. En una secuencia mediática, el
periódico South China Morning Post publicó el miércoles que en el primer pago en
compensación por la revocación de la licitación del tren rápido ciudad de
México-Querétaro, el gobierno mexicano entregó 16 millones de dólares a la
empresa China Railways, y el jueves, The Wall Street Journal presentó un
reportaje sobre Juan Armando Hinojosa, el empresario amigo del presidente, que
armó el consorcio ganador de la licitación frustrada sobre todos los contratos
con los que ha sido beneficiado. Bueno, casi todos: no aparece su flotilla
aérea contratada por el gobierno federal, como antes lo fue en el Estado de
México. Peña Nieto, en todo caso, aparece mal parado con los gigantes en
conflicto, las potencias industriales y los chinos.
Lo paradójico, que
revela su falta de visión geoestratégica, es que el tema con los chinos era un
problema anticipado. En el último año, las únicas inversiones importantes en
México que han sido canceladas, son chinas. Uno fue el Proyecto Dorado en Cabo Pulmo,
Baja California Sur, donde las ONG hicieron cruzada por el daño ambiental –que
no había realmente–, y se canceló la inversión de tres mil 600 millones de
dólares. El otro, tirado también por ONG alegando lo mismo, fue el de Dragon
Mart en Cancún, con una inversión de 200 millones de dólares. México es para
los americanos –la Doctrina Monroe sigue vigente–, y la plataforma comercial
que representa es para las potencias industriales que enfrentan a China.
Beijing reaccionó al exhibir al gobierno mexicano en el periódico más
importante de Hong Kong –Ruiz Esparza negó la información– y anticipó que
volverán a licitar.
Quien quedó atrapado
entre las dos fuerzas es el presidente Peña Nieto, aunque no producto de la
circunstancia, sino de las condiciones que se han venido construyendo en su
gobierno. Querían crear una nueva clase empresarial, como la hizo Miguel Alemán
en la industrialización de México o Carlos Salinas en el inicio de la
globalización, y cometieron el error de que la quisieron edificar con sus
amigos y excluyendo a todos los que no eran cercanos. Toluca no es México, se
escribió en este espacio en dos ocasiones durante estos dos años. Pues como se
ve, no han aprendido. En el mundo real, siguen siendo boy scouts.
Twitter:
@rivapa
(EL
FINANCIERO/ COLUMNA ESTRICTAMENTE PERSONAL DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 05.12.2014)
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