Raymundo Riva
Palacio
Los comandantes de
las Fuerzas Armadas están enojados y están hablando muy fuerte. Directos,
intimidantes, amenazadores. Lanzan mensajes hacia el aparato político del
gobierno y para todos aquellos grupos y personas que usan la violencia como
método de lucha. En sus palabras se asoman rasgos de intolerancia, contra los
críticos y disidentes del gobierno. Se extrañan de que no haya uniformidad de
pensamiento alineado al presidente, y muestran sus colmillos. No hay duda, los
tiempos difíciles mexicanos anuncian que los que vienen serán peores.
Los secretarios de
la Defensa y de la Marina han estado apareciendo en público en las últimas
semanas para emitir mensajes que han sido oídos con atención. Pero lo que se
escucha salir del pensamiento del general secretario Salvador Cienfuegos y del
almirante secretario Vidal Soberón, es inquietante. Más aún porque, entendiendo
que en el gobierno de Enrique Peña Nieto la verticalidad es dogma y no hay
mensaje que se haga público sin pasar por la aprobación o el veto de la Oficina
de la Presidencia, puede decirse que sus amenazas tienen como fuente de origen
la casa presidencial.
El último de estos
discursos fue el miércoles, cuando en la reunión de fin de año con los medios
de comunicación, el secretario de la Marina, Soberón, dijo en el contexto de la
desaparición de los normalistas de Ayotzinapa: “me llama mucho la atención ver
actores o agrupaciones que se dediquen a tratar de desacreditar lo hecho por el
gobierno federal, y me enoja más todavía que manipulen a padres de familia, que
manipulen a esta gente porque eso están haciendo, pues están manipulando para
no reconocer o para seguir incrementando esto”.
¿A qué y a quiénes
se refería? Los periodistas le preguntaron y el almirante respondió: “está
perfectamente claro. Hay grupos y personas que, creo, no hay necesidad de
contestar exactamente quiénes son. Salen en televisión y tienen ahí su nombre.
Este grupo que aparece en todos lados, está cerrando caminos y además está
buscando otro tipo de cosas”. El secretario, efectivamente, no tenía que llamar
a nadie por su nombre. Se refería a la disidencia magisterial que tiene su
corazón en Oaxaca, al vocero de los padres, Felipe de la Cruz, y al abogado de
Ayotzinapa, Vidulfo Rosales.
Los maestros
disidentes son quienes junto al ala radical de Ayotzinapa, cierran caminos y
buscan “otro tipo de cosas”, que es la abrogación de la reforma educativa. De
la Cruz, que chocó con el procurador general Jesús Murillo Karam cuando quiso
amenazarlo que si no cumplían sus exigencias cerrarían carreteras, superó la
descalificación de los padres en aquel momento, y recuperó el liderazgo entre
los padres normalistas. Su discurso está en la misma línea de los maestros
disidentes, y la búsqueda de inestabilidad, en la estrategia que tienen con la
guerrilla. Rosales es asesor jurídico del Centro de Derechos Humanos de la
Montaña Tlachinollan, que forma parte del Movimiento Popular de Guerrero, el
frente de masas de la guerrilla, y ha participado en actos de organizaciones
fachada del ERPI.
Para ellos fueron
las amenazas del almirante, cuya beligerancia dejó ver el mazo. Lo mismo
sucedió un día antes con el secretario de la Defensa, Cienfuegos, quien afirmó:
“Ante (los) hechos que han cimbrado al país, la mentira, el reproche, la
crítica infundada, la violencia y la intolerancia poco abonan”.
¿A quién se
refirió?¿Al 70 por ciento de los mexicanos que reprueban la gestión del
presidente? ¿A los medios de comunicación? ¿Los periodistas? ¿Los políticos?
¿Los empresarios?¿Las organizaciones de la sociedad?¿Iguala a rajatabla la
violencia con el derecho a la libertad de expresión? ¿Acaso el general está
amenazando con coartar las garantías individuales? ¿Cómo distingue la crítica
fundada de la infundada? ¿Por qué encuentra en la paja en ojo ajeno la razón de
su indignación?
Los comandantes
también han dado muestras de no estar contentos con lo que están haciendo los
políticos del gobierno al que sirven. Dos discursos previos revelan su
desacuerdo. Del general Cienfuegos, cuando al hablar sobre la suspensión del
desfile del 20 de noviembre dijo: “yo no lo cancelé; lo cancelaron ellos”. Es
decir, los políticos en el gobierno. Del almirante Soberón, cuando el Día de la
Armada afirmó que, por sobre los tiempos actuales, prevalecerá la Marina. ¿Y el
gobierno peñista no?
Las proyecciones
militares a través de los discursos, cambian en función de los humores en la
Presidencia, donde les dictan cuándo hablar y qué decir. De esta forma, los
secretarios han transitado del discurso que retoma de la experiencia del 2 de
octubre de 1968, cuando las malas decisiones políticas los llevaron a las
calles a reprimir mexicanos, a la retórica previa a la matanza de Tlatelolco,
cuando todos fuera de las instituciones de gobierno eran enemigos. No hubo
matices en el verano de 68; no los hay en el invierno de 2014.
El almirante Soberón
dijo estar enojado por las manipulaciones. Cuidado. Cuando un militar se enoja,
sus subalternos pueden decodificarlo como una orden para actuar. El secretario
de la Marina ya dio la lista de los enemigos del gobierno; el de la Defensa,
amplió el catálogo. Tras estas apariciones públicas, se reconfirma la confusión
estratégica del gobierno. Que los jefes de las Fuerzas Armadas saquen los
colmillos indistintamente para amenazar a quien es violento y a los que
disienten del presidente es propio de dictaduras, no de democracias. No se
equivoquen. Para estos efectos, 1968 fue ayer.
Twitter:
@rivapa
(EL
FINANCIERO/ COLUMNA ESTRICTAMENTE PERSONAL DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 12.12.2014)
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