Raymundo Riva Palacio
Por más que busca que todo
quede en el ropero, Luis Videgaray no logra mantener encerrado al fantasma de
su casa en Malinalco. Desde que en diciembre del año pasado el periódico The
Wall Street Journal reveló que había adquirido una propiedad a través de la
constructora Higa del empresario Juan Armando Hinojosa, amigo del presidente
Enrique Peña Nieto –a quien también le construyó su casa en Lomas de
Chapultepec–, ese conflicto de interés lo ha perseguido insistentemente. Este
jueves, en un foro organizado por el semanario inglés The Economist, le
volvieron a preguntar sobre esa propiedad, y Vidergaray volvió a responder que
esa fue una discusión que afectó a su familia, pero que como secretario de
Hacienda no podía distraerse en cosas personales. Un año después, no ha
entendido nada. Malinalco no es un asunto personal, sino de interés público,
con implicaciones políticas y legales.
El hombre más cercano al
corazón del presidente Peña Nieto en la sucesión presidencial en 2018 es
también el jefe de la policía financiera federal. Videgaray tiene bajo su mando
todos los instrumentos de recaudación fiscal, usados discrecionalmente como
herramientas de terror, y la supervisión de todo lo que tiene que ver con los
temas financieros, crediticios y el sistema de pagos. En el diseño endogámico
en Los Pinos, además de secretario de Hacienda, opera como jefe de oficina en
el modelo estadunidense –el “chief of staff” maneja directamente la operación
política con el Congreso– y de súperasesor presidencial. Por su papel como
quien más cerca le habla al oído al Presidente y su rol estratégico dentro del
Gobierno, lo que atraviesa a Videgaray también afecta a Peña Nieto.
La casa de Malinalco es el
esqueleto dentro de su ropero al cual, si no lo ve, cree que nadie más debe
verlo o que se disolverá de la memoria. No es así. Si sus adversarios políticos
para 2018 no lo han utilizado como un recurso para golpearlo y limitarlo, es
quizás porque en estos momentos no significaría nada en la carrera
presidencial. La oposición tampoco lo ha tocado hasta ahora. Se puede alegar
que le tienen respeto por su innegable inteligencia y miedo por su poder y
ascendencia sobre el Presidente. Pero también les resulta funcional en la
negociación política y presupuestal con el Gobierno. Cuánto será así, no se
sabe, pero tampoco será sexenalmente eterno.
Salir bien librado hasta
ahora un conflicto político, no significa que esté blindado. Al contrario.
Éticamente la defensa de la casa de Malinalco es muy débil y las implicaciones
legales son poderosas. La parte ética tiene que ver con el conflicto de
interés. Cuando The Wall Street Journal le pidió su punto de vista sobre la
información que iban a publicar, Videgaray les respondió por escrito que había
comprado la casa en octubre de 2012, dos meses antes que Peña Nieto asumiera la
Presidencia. “No hubo conflicto de interés”, dijo al diario. “Hice el contrato
cuando no era funcionario público, y estuvo dentro de los parámetros del
mercado”. En ese momento era parte del equipo de transición y estaba designado
–no anunciado– como secretario de Hacienda. Pero hasta un mes y medio después
comenzó a cobrar en la nómina del Gobierno.
El problema de Videgaray es
que cada vez que habla a profundidad sobre el tema, se mete en un pantano. En
una entrevista con Milenio Televisión en febrero, dijo que hubiera declarado un
conflicto de interés en el caso de una casa de campo que compró a crédito a una
contratista del Gobierno si la ley lo hubiera requerido. “Si la ley dijera que
tenemos que hacer declaraciones de conflicto de interés como en Gran Bretaña,
yo hubiera declarado que tenía esta casa adquirida con un crédito con esta
empresa Higa”, precisó. Con esta aseveración, Videgaray contradijo lo que había
afirmado al diario estadunidense meses atrás. Esto, sin embargo, no fue lo más
grave que reveló el secretario de Hacienda.
En la misma entrevista afirmó
que la casa la compró a crédito con una tasa de interés de 5.31%. Esa tasa,
dijo en la respuesta escrita a The Wall Street Journal, había estado dentro de
los parámetros del mercado. Es incorrecto. En el momento en que se hizo la
operación, la tasa promedio de mercado era de 12.17%, con lo cual el ahorro en
pago de intereses que tuvo el secretario fue de 56% por ciento. Personas
cercanas al empresario Hinojosa reconocieron que difundir ese dato, ofrecido
espontáneamente por el secretario, había sido un error de Videgaray porque al
tener un contrato por debajo de la tasa promedio de mercado, técnicamente
violaba la ley.
Malinalco no es sólo la
operación inmobiliaria conocida. Existe otro esqueleto en el ropero del
secretario: el terreno contiguo que, asegura, está rentando. Ese terreno, que
prácticamente duplica su propiedad en superficie, es suyo pero no hay forma de
probarlo. Personas que conocen la operación dicen que preparaban las escrituras
cuando se publicó en Estados Unidos el tema de su casa, por lo que se decidió
que Higa, la empresa de Hinojosa, apareciera como la propietaria.
Si Peña Nieto perfila
finalmente a Videgaray como su sucesor, la zona de confort en la que
actualmente habita el secretario se modificará. Videgaray tiene un talento
innato para hacerse de enemigos, y el 2018 está muy cerca para que crea que
sólo a golpe de declaraciones saldrá ileso.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
/ twitter: @rivapa
(ZOCALO/ COLUMNA “ESTRICTAMENTE
PERSONAL” DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 06 DE NOVIEMBRE 2015)
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