Era una cuestión de tiempo para que el Gobierno federal estableciera
públicamente una relación entre las autodefensas y las organizaciones
del narcotráfico. No era posible establecer hacia dónde lanzaría sus
dardos, pero eso parece estar quedando claro ya. El jueves pasado, desde
Mérida, Yucatán, el procurador General de la República, Jesús Murillo
Karam, dijo que existen evidencias ministeriales de que el cártel de
Jalisco Nueva Generación ha estado apoyando con armamento a las
autodefensas de Michoacán. No es casual, ojo, que la declaración del
fiscal se dé horas después de que se anuncia la detención de Rubén
Oseguera González, el Menchito, hijo de Nemesio Oseguera Cervantes, el Mencho, líder máximo de esta joven organización.
Era evidente que las armas que han surgido en estas semanas, de gran
potencia, en manos de las autodefensas, no eran las que comúnmente
guardan los campesinos en sus casas, casi siempre escopetas viejas,
riflitos calibre .22 y si, acaso, de grueso calibre pero de cacería:
.222, .243. Nada que ver con los Cuerno de chivo que se exhiben, algunos hasta con cargadores de disco. O los Chanates,
como se le conoce al R-15. Primero aparecieron con cierta timidez, pero
en la medida que sus acciones empataron con las del Ejército y de la
Policía Federal, las autodefensas perdieron el rubor y sacaron sus
arsenales.
Eso ya se decía casi desde que los pueblos empezaron a armarse contra los Templarios y quien lo aseguró fue Servando Ramírez la Tuta.
Más recientemente, la declaración del líder de las autodefensas, José
Manuel Mireles, a la periodista Carmen Aristegui, en el sentido de que
Ismael Zambada el Mayo les había ofrecido armas y hasta tres o
cuatro helicópteros artillados, le dio la vuelta al mundo. Famosa la
periodista, famoso Mireles y famoso el Mayo… Cierto o no
—cualquiera pudo haberse presentado y decirles eso—, era previsible que
el narco se montaría en la rebelión de las autodefensas para irse
apropiando de un territorio que ya no será más de los Caballeros Templarios si las cosas siguen como hasta ahora.
Por una razón sencilla: en el crimen organizado no hay vacíos y ante
un eventual triunfo de las autodefensas en Michoacán hay que empezar a
preguntarse quién, en lo sucesivo, se quedaría con el territorio. Porque
el negocio seguirá allí, aunque tal vez con otras características, no
con las que le imprimieron los Templarios —cobro de piso, extorsión,
secuestro—, pero sí poniendo el acento en la siembra y tráfico de
estupefacientes, producción y comercialización de drogas sintéticas y
trasiego de cocaína para el consumo interno y de exportación. No es poca
cosa si se considera que buena parte de las ganancias se invierte en
las actividades lícitas para su lavado y reproducción.
Por eso no debe desligarse la aprehensión del hijo del Mencho con el desarrollo que están teniendo las cosas en Michoacán. Menos si se considera que los orígenes de Nemesio Oseguera,
por donde se le quieran ver, están en Michoacán. Allá nació, en la
comunidad de Chila, municipio de Aguililla, en el corazón de la Tierra
Caliente michoacana. De 52 años de edad, está ubicado como uno de los
capos más influyentes de toda esa zona del país, incluyendo Colima y
Jalisco. Aliado de Joaquín Guzmán durante mucho tiempo, a su cargo
estuvo el combate de los Zetas en Veracruz, cuando comandó a un grupo que se autoproclamó los Matazetas.
El Mencho formó parte del cártel del Milenio y combatió a la
Familia Michoacana. Pero a partir de la muerte de Ignacio Coronel, en
Zapopan, se erigió como uno de los líderes más importantes del narco en
la zona de Jalisco, siempre al lado de Joaquín Guzmán… hasta que se
adueñó del negocio. Nemesio Oseguera le declaró la guerra al cártel de
Sinaloa, al grado de que éstos se replegaron, sacando de Jalisco hasta a
sus familias. Junto con el tráfico de mariguana y cocaína, se adueño de
la producción de drogas sintéticas y combinó sus actividades criminales
con el secuestro y la extorsión. Particularmente violento, se sale del
perfil que requiere la estrategia de Enrique Peña Nieto para pacificar
el país.
Y va de nuevo la interrogante: quién se quedará con el “negocio” en
Michoacán. Y si se quiere más directa, a quién se lo dejará el Gobierno
federal. Porque si en política no hay vacíos, en el narcotráfico menos.
Bola y cadena
DESPUÉS DEL ENCONTRONAZO que tuvieron el Mecho y el Chapo Guzmán
en Jalisco firmaron una tregua. Por los meses de octubre y noviembre,
luego de la salida de Rafael Caro Quintero de Puente Grande, se
realizaron en Sinaloa al menos dos reuniones de jefes narcos donde, se
dijo, había estado el Mencho. Se trataba de poner en paz la zona
occidental desde Jalisco hasta la frontera y el pacto con Nemesio
Oseguera era vital. Pero después de la detención del Junior podrían cambiar las cosas.
Sentido contrario
FUE TAN ANODINA la discusión sobre las cuentas públicas del primer
semestre de 2013 en el Congreso del Estado, que el propio diputado Jesús
Enrique Hernández Chávez les decía a sus compañeros de bancada “súbanse
a la tribuna muchachos, échenle cabronazos a la cuentas y de pasada a
mí también… para ponerle sabor al caldo”.
Humo negro
¿DÓNDE ESTÁ EL VERDADERO PAN? Después de las declaraciones de Zenén
Xóchihua y las del líder estatal, Edgardo Burgos sobre las abusivas
autoliquidaciones a los funcionarios y regidores de la administración de
Ahome, alguien tiene que empezar a responder ¿Dónde se perdió el PAN?
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