La mística de las disciplinas impartidas en el centro
Espacio Abierto representa una comunión entre arte, deporte y juego. Aquí los
niños superan limitaciones y son más aptos, seguros, socialmente empáticos y
están contentos.
Verónica Díaz Rodríguez/ Dominical
• ¡Silencio! No, no se muevan de sus asientos
y observen con atención. Arriba, de pie sobre el trapecio que cuelga a unos
tres metros de altura se encuentra Nahomi, ejecuta su grandioso acto: la
conquista de su voluntad, a través del dominio de su cuerpo.
Vestida de rojo luce
en todo su esplendor y en menos de cinco minutos culmina su participación:
levanta una pierna, después la otra. Sus movimientos son precisos, sin titubeo
alguno, pues en este circo la única bestia a domar es el temor.
Bueno, éste en
realidad no es un circo formal, pero no importa porque lo que sí se hace aquí,
entre otras cosas, son artes circenses. El lugar se llama Espacio Abierto,
centro mutidisciplinario que combina el arte y la salud para ofrecer
alternativas de capacitación, entre ellas, la que más poderosamente llama la
atención de los pequeños es precisamente el circo. Pero no verlo, como
habitualmente ocurre, sino venir a hacerlo.
El foro cierra el
año esta noche con una gala en la que Nahomi Cano Arce es la gran estrella. Con
sus 12 años de edad acaba de mostrar el resultado de ocho meses de intenso pero
divertido trabajo, corona así 10 años de ir y venir a terapias y consultorios
en busca de su camino pues ella ha sido diagnosticada con un trastorno del
desarrollo generalizado no especificado, “Lo que consiste en un atraso en todas
las áreas: emocional, académica, de motricidad y de socialización”, refiere su
mamá, Lucila Arce.
Desde hace casi
cuatro años, el objetivo de Espacio Abierto se concentra en enseñar y difundir
la mayor diversidad disciplinaria posible, para ello armoniza las bellas artes,
las artes del circo y de la calle, las artes marciales, la tecnología y
disciplinas relacionadas con la salud. Entre las artes que enseña están aro
aéreo, trapecio, acrobacia de piso y contorsión, artes circenses para niños,
entrenamiento acrobático para Parkour (superación de obstáculos), danza aérea
en telas, danza aérea en arnés, mástil chino, danza butoh y danza
contemporánea.
En el curso de artes
circenses, los niños tienen la posibilidad de subirse y aprender a dominar el
trapecio, hacer diferentes acrobacias, a subir, bajar, jugar y moverse en las
telas multicolores que penden del techo, volverse especialistas en el aro,
aprender a expresarse en un escenario o improvisar y relatar historias a través
del teatro. Todo ello, pero por medio del juego.
MAROMA Y TEATRO
“¿Por qué circo para
niños? Por muchas razones, los circos por ejemplo tienen la magia de
presentarnos al único hombre o la única mujer en el mundo que hace tal o cual
hazaña —explica Atenas Ávila cofundadora del recinto junto con Edgar Vázquez—,
aquí tenemos la oportunidad de forjar esa persona única en el mundo, porque
descubrimos que todos contamos con todas las cualidades necesarias para ello y
las cultivamos con cuidado”.
A decir de Atenas
estas artes representan un vehículo natural para los niños porque las
cualidades físicas en ellos no han sido normadas o reguladas por la
cotidianeidad y el sedentarismo que promueve la sociedad moderna. Aquí se
aprovecha, pues, el impulso natural del niño para lograr sus hazañas a través
del juego.
Mayra Cordero y
César Cervantes, los pacientes profesores que martes y jueves de cuatro a seis
de la tarde dirigen un grupo de por lo menos 10 chicos con edades entre cuatro
y 12 años. Primero promueven el calentamiento muscular, luego enseñan y dirigen
las maromas y machincuepas sobre las colchonetas, abren un tiempo al teatro y
la expresión corporal donde los pequeños deben imaginar mundos: de helados,
basura, árboles, agua, y mover su cuerpo en dicha atmósfera. Al finalizar
ofrecen una muestra de telas.
Subida en ellas,
Alma Sofía Arrollo deja ver el placer que significa venir a su clase; suaviza
totalmente la expresión del rostro cuando escala las telas que penden desde la
desproporcionada altura del techo; se envuelve en ellas, y hace rebotar su
cuerpo como entre dos grandes resortes. “No tengo miedo, al contrario, me gusta
porque cuando escalo siento suavecito; me duele un poco el ejercicio pero me
gusta mucho. A mis papás también les gusta, se emocionan cada vez que aprendo
cosas nuevas”, dice la pequeña de ocho años de edad.
Mayra Cordero
explica que “al hacer artes circenses se trabaja elasticidad, coordinación,
fuerza, equilibrio, concentración, brinda mucha confianza, autoestima y
promueve el trabajo armonioso en equipo, lo cual es fundamental para la
organización social. No por nada se dice en el circo que los que estamos abajo
cuidamos a los que están en escena”.
Ella misma, a sus 25
años de edad, es un vivo ejemplo de los beneficios que implica aprender pronto
a trabajar corporalmente de una manera lúdica: “Desde los cuatro años de edad
estudié arte: canto, música, ballet, luego karate y mucho deporte, a los 18
años entré a teatro, después estudié un poco de medicina, cursé como paramédico
de la Cruz Roja y en el 2010 me fui a Puebla a estudiar en la universidad del
circo, de la que regresé hace un año. Trabajo con niños desde que tengo 10
años”, asegura.
Esta experiencia le
brinda autoridad para encontrar las diferencias entre hacer deporte y el arte
del circo, además que encuentra en él una respuesta a los problemas actuales
que enfrenta la infancia: “La gran diferencia es que aquí todo ocurre jugando.
Hemos visto que los niños llenitos que nos llegan, a base de juego van
recuperando su peso y desarrollan condición, pero más que nada trabajan con
ellos mismos, adquieren confianza, el hecho de estar agarrados de las telas y
que no dependen de nadie más les desarrolla muchísima seguridad.
“Todo mundo pensaría
que un niño, por el simple hecho de serlo, es sencillamente ágil, elástico o
rápido, pero no es así. En los últimos años me he llevado la sorpresa de ver
pequeños que no pueden, por más esfuerzo que hacen, tocarse las rodillas. Eso me
alarma mucho porque es síntoma de muchas cosas que están pasando en lo social,
familiar y personal, cosas que además tienen efectos en la pérdida de nuestras
capacidades de manera muy temprana”, asegura.
Serena, con la
mirada sobre los ojos de su interlocutora Liu Herrera, de ocho años de edad,
explica con un derroche de franqueza y seguridad: “Mira, yo había visto el
circo antes y me gustó mucho ¿sabes qué fue lo que más me gustó?, la danza
aérea, es muy bonita y muy emocionante. Luego, una amiga con la que me veía
todas las tardes en el parque me dijo que había visto este lugar, mis papás me
trajeron y desde entonces vengo a mis clases. Me encanta hacer ejercicio,
subirme, lograr hacer ejercicios especiales. Al principio sí me daba miedo,
pero con el tiempo ya no y, eso me emociona más porque puedo hacer las cosas
sola… me siento segura porque también hago cable tenso, teatro, artes plásticas
y muchas, muchas cosas”.
De acuerdo con
Atenas Ávila, en Espacio Abierto no hay límites, se respeta la diferencia, la
similitud y la diversidad; se promueven herramientas útiles para el
descubrimiento y desarrollo del ser. “Nuestra misión —asegura— es mejorar la
calidad de vida, una conciencia existencial basada en el equilibrio,
mente-cuerpo-alma para lograr plenitud y tener en consecuencia un mejor
individuo, una mejor comunidad, un mejor mundo”.
Ávila rememora el
caso de una pequeña de dos años de edad que no tenía movimiento en sus piernas
porque había padecido poliomielitis. “Se le integró al programa, durante aproximadamente
ocho meses, aunque al principio no podía hacer los ejercicios sola, veíamos que
trataba y que estaba entusiasmada porque nunca se había acercado a una
actividad como ésta. Pasado año y medio, la niña empezó a desarrollar fuerza en
sus piernas, en sus articulaciones y, comenzó a caminar, además de que mental y
emocionalmente se sentía mucho más segura”.
César Cervantes
apunta el perfil de sus clases: “Trabajamos varios frentes, uno de ellos es
terapéutico; es decir no sólo se trata de venir a hacer ejercicio sino de saber
canalizar la energía, muchas veces los niños traen muchas cosas guardadas y eso
es lo que a veces les impide desarrollar algo físicamente en las clases,
entonces las terapias que tratamos de darles son para que vayan hablando, que
suelten, que liberen, que se relajen y que puedan hacer algo sin más
frustración. Los niños también tienen sus propios problemas, cada quien a su
grado, pero los tienen.
Nahomi, alumna
particular de César y Mayra, se integró a Espacio Abierto en mayo pasado,
entonces no podía ni sostenerse y era muy insegura. No hablaba, usaba sonidos
de animales para comunicarse y se visualizaba como una niña de tres años. Con
todo este tiempo de trabajo, fue creciendo psicológicamente, ahora ya se ve de
12 años, se acepta y reconoce lo que puede hacer.
“Este espacio le ha
permitido desarrollarse, darse cuenta de que tiene oportunidades de salir
adelante y hacer lo que le gusta. Como padres hemos trabajado mucho para que
ella lleve una vida lo más normal posible, así que buscamos un lugar donde
pudiera trepar, correr, jugar y expresar su vena artística, no quería ya otro
espacio terapéutico con una rutina estructurada. Estos son los resultados”.
Nahomi hace su
reverencia y el público estalla en aplausos. Esta es la magia del circo.
* * *
UNA TRADICIÓN
PREHISPÁNICA
En México existe una
gran tradición del circo desde los tiempos prehispánicos, sin embargo, sus
artes siguen siendo percibidas sin estructura, como un oficio que se aprende
sobre la marcha. Actualmente existe en Puebla, la Universidad Mesoamericana,
donde sus artes se imparten de manera profesional.
“Ante ello, en este
espacio se buscó crear programas totalmente estructurados y académicos para
brindar esa formación. Aquí tenemos, por ejemplo, ‘Construyendo nuevas alas’,
un programa para la danza aérea respaldado por el Centro Nacional de las Artes.
Somos el primer espacio independiente que logra tener este aval institucional,
en conjunto con el Programa de Apoyo a la Docencia e Investigación y Difusión de
las Artes”, señala Atenas.
Espacio Abierto
cuenta con una planta de 14 maestros, que de manera intensiva se extiende hasta
30, muchos de ellos con trayectoria y reconocimiento internacional, como es el
caso de Olga Ríos (una de las Fundadoras de la Escuela Nacional de Circo de La
Habana); Rafael Echeverría, Atenas Ávila (directora general de EspacioAbierto y
emprendedora del Día Mundial del Circo); Edgar Vázquez (desarrolla e imparte
junto con Atenas Ávila un método para despertar funciones naturales en el
individuo) y José Luis, Dash (instructor/coach de Parkour en Urban Runners).
Además, Salomé Díaz (bailarina de Kokoro Dance Company, Canadá) que imparte el
taller de Danza Butoh.
Además de preparar
una nueva sede, Espacio Abierto se ha propuesto compartir su propuesta a través
de una iniciativa ante la Secretaría de Educación Pública, “lo que deseamos es
ampliar las posibilidades de este recurso, no se trata de sustituir la
educación física por las artes circenses en las primarias, sino de combinar ambas.
Estamos en pláticas y veremos qué resulta de todo ello”, señala Ávila.
Espacio Abierto se
encuentra en Refinería Tula No. 12, esquina con avenida Taxqueña, colonia
Petrolera. Informes en 55444571, info@ea.org.mx
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