Las autoridades federales y estatales han dejado sola a la
Universidad Autónoma de Sinaloa en la solución del fuerte conflicto
social que representan los estudiantes que no hallan cupo para cursar la
preparatoria o una carrera profesional. A este problema, cíclico y de
redundante complejidad, el gobierno de Mario López Valdez ha respondido
con insistente oratoria evasiva dejando que la presión se acumule sobre
una casa de estudios que apretuja la oferta educativa para darle cabida
en sus aulas a un mayor número de alumnos.
El desdén gubernamental a la legítima exigencia de oportunidades de
estudios medios o superiores no es otra cosa más que la hipocresía de
los políticos que prometen crear para los jóvenes un mañana distinto,
pero a la vez los condenan a un futuro que los pone en la encrucijada de
la pobreza lacerante o la delincuencia mortífera. Negarle un espacio a
alguien que quiere incorporarse a las filas del trabajo calificado y
honesto equivale a dejarlo a merced de células criminales con enorme
capacidad para reclutar a las vocaciones frustradas.
La realidad habla distinto al discurso que pronunció el secretario de
Educación Pública y Cultura del Gobierno de Sinaloa, Francisco Frías
Castro, durante la inauguración en la UAS del ciclo escolar en ciernes.
Dijo que la Universidad “tiene en la figura del mandatario estatal el
más amplio respaldo que puede entregar para que esta institución cumpla
su misión… la presente administración estatal ha hecho esfuerzos, junto a
los rectores para que nadie se quede sin estudiar”.
Los hechos van en contrasentido de la oratoria oficial. Sólo en el
caso de la Facultad de Medicina a la UAS le costará alrededor de 20
millones de pesos al año atender a los más de 200 estudiantes a los
cuales les abrió cupo una vez cubierta la capacidad que tiene para
atenderlos. En el resto de las unidades académicas también se efectuaron
ajustes para que ingresara una parte considerable de los 13 mil
solicitantes que se habían quedado sin un lugar para estudiar.
Y el gobierno de Malova, aparte de atribuirse la distensión del
reclamo de los rechazados, nada hizo para solucionarlo. No es un régimen
que se haya distinguido por el gran apoyo a la UAS; una y otra vez ha
regateado los recursos al grado que la comunidad universitaria ha salido
a la calle para exigírselos. Sí, es verdad, ha encabezado algunas
gestiones ante instancias federales para que mejore el presupuesto a la
Universidad y paradójicamente le niega el respaldo del erario estatal.
Al cierre del ciclo escolar anterior el déficit presupuestal de la
UAS andaba por alrededor de mil millones de pesos y calculado por cada
estudiante ascendía a 16 mil pesos. Es decir la inversión media nacional
por alumno es de 45 mil pesos y la institución sinaloense le invierte
solo 29 mil pesos, rezago generado porque el Gobierno del Estado no
aporta unos mil 600 millones de pesos que tendría que dar para compensar
tal desequilibrio.
Por el contrario, el suministro de recursos financieros del Gobierno
del Estado para la UAS va en descenso. Mientras que en 2010 el
incremento de la aportación estatal fue del 23 por ciento, para el 2011,
el primer año del sexenio de Malova, se redujo al 14 por ciento; en
2012 bajó al 13.6 por ciento y para 2013 se estima que descenderá al
7.25 por ciento. En suma, se ve prácticamente imposible que Mario López
Valdez atienda la orientación nacional para que la federación aporte el
50 por ciento del presupuesto a las universidades públicas y los
gobiernos estatales pongan el 50 por ciento restante.
Al extender grupos, carga matricular, espacios e insumos para darles
cabida a más alumnos, la UAS verá agravado el déficit presupuestal en
aras de quitarle encima al gobierno un problema social de magnitudes
insospechadas. Los rechazados, víctimas de un sistema político incapaz
de orientar hacia una nueva generación del conocimiento, alejada de las
tentaciones que oferta el inmenso espectro criminal, tienen todo el
derecho a una posibilidad de estudios profesionales y el Estado está
obligado a brindársela.
Sin embargo es la UAS la que ha dado la cara otra vez, para que el
Gobierno del Estado—cínicamente insensible—vuelva a aconcharse en su
perorata hueca.
Re-verso
A la academia del crimen,
le vendría bien, en verdad,
que el dinero le escatimen,
y postren a la Universidad.
Amores perros
Muchos años y no menos agravios tuvieron que pasar para que el
Partido Acción Nacional abandonara en Sinaloa el lenguaje fascinante con
el que se refería al gobierno de Mario López Valdez. La alternancia
fallida es un hecho desde el día que el priista asumió la gubernatura
camuflado en las siglas panistas y perredistas, pero Francisco Solano y
Edgardo Burgos resanaron con complicidades las fisuras en una relación a
todas luces siniestra. Hoy, como en esos amores sellados con perfidia,
la separación amenaza y las palabras de pasión se vuelven dagas que uno
clava en la espalda del otro.
Demonios sueltos
En el postrauma de la derrota electoral, Alejandro el Diablo Higuera
pide que ruede la “cabeza” de Edgardo Burgos Marentes. ¿Para qué pues,
si cada cual ya tiene su propio “infiernito”?
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