martes, 20 de agosto de 2013

"AQUÍ NO QUEREMOS GATAS, AQUÍ QUEREMOS SEXOSERVIDORAS"

Hoteles y casas de seguridad simulan pensiones

Las chicas son cuidadas por una red que incluye “madrotas”, “padrotes”, así como personal pagado para espiarlas

MÉXICO, D.F. agosto 19.- “Silvia” tiene nariz respingada y ojos grandes. Su tez blanca contrasta con sus piernas que se volvieron oscuras, luego de que su padrote ordenara inyectarle una sustancia tóxica. 
 “Aquí no queremos gatas, aquí queremos putas”, le dijo para justificar lo que le harían a su cuerpo. 

La inyección también llegó a sus senos que fueron reconstruidos, porque la sustancia la quemó por dentro. 

Los doctores que la atendieron hace 16 años, le recriminaron por hacerse tales “arreglos estéticos”. 

“Silvia” no pudo confesar la verdad hasta muchos años después. 

Su pómulo también tiene rastros de los golpes con alambres. Recuerda que cuando osaba escaparse, el castigo consistía en golpizas en todo el cuerpo desnudo, en medio de un terreno al que llamaban La Quinta (en Puebla). 

Ahí la dejaban cubierta de tierra, revuelta con su propia sangre, mientras del otro lado del portón, un par de perros de pelea avisaban con feroces ladridos si la recién golpeada intentaba escaparse. 

Durante 17 años la prostituyeron. Con ella no usaron la estrategia del padrote que enamora a sus víctimas para llevárselas. A ella la raptaron después de bajar de una combi, en inmediaciones del Metro Chapultepec, cuando se dirigía a su casa en Michoacán después de cumplir su jornada laboral con una familia de las Lomas de Chapultepec. 

Era un auto negro, viejo, en el que la llevaban. Por un letrero en una caseta se dio cuenta que se dirigían a Puebla. Sus captores la violaron desde el primer día. 

“Cuando empezó a violarme yo recuerdo que era como un cuchillo que me estaba apuñalando entre las piernas, y así sufrí. Después me trasladan a la Merced. Mis piernas me dolían, aun así, la madrota del callejón de Manzanares me decía que me abriera para que no me lastimara, ella entraba conmigo y con los clientes”, recordó. 

Eran 20 minutos pagados a 120 pesos; el desnudo completo aumentaba la tarifa que podía llegar a los 400 pesos. Pero ella nunca vio beneficio, todo se lo quedaba su padrote. Descansaba en la madrugada, de las 6:00 a las 9:00 horas. A las 10:00 ya estaba entaconada en el callejón de Manzanares, en la Merced; a las 22:00 se iba a Sullivan. 

Vivía en la colonia Benito Juárez, del municipio de Nezahualcóyotl, Estado de México. La casa estaba en obra negra, las ventanas eran cubiertas con papel para envolver regalos. No tenía más que una mesa y una caja donde dejaba su ropa de trabajo: faldas cortas y blusas escotadas. “Los mismos que te vigilan contratan a alguien para que entre contigo --como cliente-- a ver si te sacan algo. De esa manera se dan cuenta si te quieres escapar (...) Caí una vez y cuando ya me iba con un taxista nos agarraron por donde está el Palacio de los Deportes, se nos empezó a cerrar un carro y otra vez el mismo castigo”, dijo. 

Su padrote pasaba todos los días a la una de la mañana por el dinero. Si “Silvia” no cumplía con la cuota -tres mil pesos al día--, la subía a un coche para abofetearla y sacarle el aire del estómago, advirtiéndole que tenía una hora más para completar la cuota. 

Cuando intentaba escaparse o hacía algo mal, la llevaban a un lugar conocido como “La Quinta” (ubicado en un estado de la República que por seguridad de la víctima de trata no se revela), para aplicar el mismo castigo. 

También había una rutina a fin de aminorar los rastros de las agresiones: el lenón la metía a baños de vapor. Si las golpizas la hacían perder el conocimiento, la despertaba con baldes de agua fría. 

En 1993, denunció ante un Ministerio Público de la delegación Cuauhtémoc todo lo que le hacían. Horas después, su padrote tenía la demanda en la mano, burlándose de ella por su intención. 

En Sullivan también trabajaba con “la señora Soledad”, una de las madrotas, con quien su padrote tuvo una disputa por el control de las chicas. 

“Silvia” nunca oyó hablar de prostitución en su tierra natal (que se omite por razones de seguridad). Ahora lucha con los recuerdos, con su salud deteriorada por las inyecciones y los golpes. Al pasar por los hoteles de Sullivan a bordo de una camioneta, suelta lágrimas, porque ahí fue donde la obligaron a prostituirse, ahí le sacaron bebés.

(EL MEXICANO/ EL UNIVERSAL/ 20 de Agosto 2013)

No hay comentarios:

Publicar un comentario