martes, 14 de febrero de 2012

JULIO LUEBBERT, UNA ESTAMPA...


DEL ANECDOTARIO:

Fernando Villa Escárciga
Hombre de controversias y altas decisiones, Julio Ramón Luebbert Duarte sin duda dejó profunda huella en su querido Guaymas.

Podrá ser cuestionado o no, podrán muchos reconocerlo y otros no. Cada quien con sus recuerdos, opiniones y vivencias.

Viene al caso por el reciente fallecimiento del fundador del periódico Expreso y su relación con los medios, su respeto por el esfuerzo del oficio.

Corrían mayo del 2001 y el sexto número de la Revista Guaymax, proyecto con ganas de hacer buen periodismo.
En el participaban quien esto escribe, Juan José (Pepe) Ramírez Lizárraga y Ascensión (Tivo) Sánchez Vázquez. Se batallaba mucho.
La revista tenía bastante aceptación por la pluralidad de su contenido, por la excelente pluma del Tivo y el tremendo ingenio del Pepe.

En términos editoriales y de diseño, de manejo de temas y contenido editorial no había problema. La bronca era lo financiero.

La calidad del material e impresión eran costosos, muy costosos. Apenas se alcanzaba el punto de equilibrio.

En busca de publicidad se visitaban empresarios, tortillerías, negocios chicos, grandes y a punto de extinción. Era un trajinar constante.

Por esos días se publicó una detallada crónica de tres páginas sobre un Foro de Pesca: “Entre el hartazgo y la desesperanza”

La conclusión del editorial se refería a las políticas del gobierno a favor de los grandes empresarios en perjuicio del sector social.

A poco de aparecer esa edición Ascensión y Fernando se apersonaron en las oficinas de Luebbert, en Villas de Miramar.

Después de ser anunciados por su secretaria (Betty Galindo, parece que se llamaba), el empresario salió a la recepción.

--¿Qué pasó, mi Tivo, como estás? – saludó con franca sonrisa.

-- Bien, Julio, gracias. Venimos a saludarte –respondió el aludido.

-- ¿¡Y tú, recabrón, después de joderme tienes el cinismo de pararte aquí!?

-- Eitale, Julio, hace años no te menciono…

-- No te hagas güey. Ya te leí, nos fregaste a los armadores y de paso a Salvador (Lizárraga, presidente de la Canainpes). Pásenle cabrones…

De inmediato ordenó café e inició la plática, siempre bromeando, amable. Se habló de política, de Guaymas y sus problemas.

Luego atajó: “Ahora sí, ¿a qué jodidos vinieron?”.

Se le ofrecieron espacios de publicidad en la revista para sus empresas, su ferretería, la maderera…

En ese momento, de una oficina contigua, entró un muy joven Luis Felipe Romandía (hoy director de Expreso) con un informe para su jefe.
--¿Cómo la ves, licenciado? Estos cabrones quieren que les compre publicidad para seguirme chingando.

Tras sonreír Romandía se retiró a continuar su trabajo.

Dos, tres llamadas hizo Julio Luebbert: “Sí, sí, hay que apoyarlos. Nos chingan pero es una buena revista, es buen periodismo… “.

--Listo, ya les mandarán la publicidad. Sigan así, sigan adelante.

Eso fue todo. Julio Luebbert jamás pidió consideración o “buen trato” para el sector empresarial, para algún político, para sí mismo. Para nadie.

Sólo se limitó a apoyar un proyecto periodístico por su respeto al oficio. Y era raza, sencillo, con el gesto amistoso por delante.

Eso pasó, consta. Es de agradecer.

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