miércoles, 4 de abril de 2012

VEINTEAÑEROS ASESINAN A POLICIA EN TIJUANA


Cuando inició la depuración de la Policía Municipal de Tijuana, en 2008, sus compañeros aseguraron que Jesús Alberto Hurtado Estrada sería de los primero en salir, pero no fue así.

Hurtado era policía en servicio la mañana del jueves 29 de marzo de 2012, cuando fue asesinado a balazos por dos hombres que llegaron en una camioneta blanca, manejada por un tercero, la cual no fue localizada en el operativo de búsqueda.

Los atacantes fueron descritos únicamente como jóvenes veinteañeros, vestidos como pandilleros pochos, los cuales llegaron directamente a descargar sus armas cortas en las afueras del domicilio de Hurtado, localizado en el fraccionamiento Mariano Matamoros. Recibió once impactos, seis en la pierna, tres en el antebrazo y dos en el abdomen, los que le causaron la muerte en un cuarto de emergencias de la Cruz Roja.

Su historial no era el más claro cuando llegó la administración de Jorge Ramos al Ayuntamiento de Tijuana: “Andaba en malas compañías y tenía pésimos compadres”. 

Su nombre había salido a relucir de manera extraoficial como uno de los agentes que apoyaban a las células del crimen organizado, liberando detenidos y sacando a las policías de las calles cuando los delincuentes lo requerían.

Internamente, los uniformados señalaban a Hurtado como delator de los jefes policiacos asesinados en 2006, Héctor Gaxiola y Alberto Rodríguez Meraz, y el agente Javier Orozco en 2008, todos presuntamente ligados a las células delictivas.

Pero en lugar de removerlo, lo ascendieron. Las razones dadas por el entones director de la Policía, Teniente Coronel Julián Leyzaola, era que “Hurtado metía mucho trabajo”, decomisos, detenidos y de los dos grupos, “Teos” y Arellanos.

El 9 de abril de 2008 fue atacado por primera vez. Era jefe policiaco en la zona Centenario, y le tocó responder a balazos en un percance suscitado en las instalaciones delegacionales. Delincuentes de la zona le habían pedido la “cortesía” de liberar a un narcomenudista, peso esa vez no accedió, lo amenazaron y se negó. 

Minutos más tarde, el edificio fue acribillado con 12 armas distintas, seis de las cuales habían participado antes en los asesinatos del empresario Alfredo Cuentas; el jefe de Policía, Margarito Saldaña; el policía municipal de Rosarito, Guillermo Castro; además de Andrés Pineda, elemento de la Agencia Federal de Investigación (AFI).

Al día siguiente, 10 de abril, los criminales se le acercaron otra vez para intentar matarlo, atacándolo en su casa. 

De nuevo fallaron, a pesar de los 142 casquillos percutidos en la escena. 

En aquel momento, los presuntos responsables del ataque eran el ex policía Gilberto Herrera “El Gil”, “El Jimy o “7-7” y “El Cabezón”, del grupo de “Los Teos”.

Hurtado estuvo fuera por un tiempo, pero regresó a la corporación. En las Fuerzas Especiales indican que fue el extinto policía les prohibió meterse con el cártel de Sinaloa en la Zona Este. 

También lo relacionaron en junio de 2011 con un robo de droga que no fue investigado, pero involucraba a todos los mandos policiacos desde la Secretaría.

A finales de diciembre de 2011, Hurtado volvió a ser noticia cuando llamó para pedir apoyo a sus compañeros por la frecuencia policíaca porque lo estaban atacando. 

Era la tarde del 18 de diciembre y también estaba afuera de su casa. 

 Reportó que unos jóvenes le dispararon desde una camioneta Envoy dorada.

“Pero nadie le creyó”, aseguraron sus compañeros, “no estaba agarrando delincuentes, no tenían razón para atacarlo”. 

Y agregaron: “Ni la PGJE hizo trabajo pericial”.

“Se supo que lo habían amenazado verbalmente y que el reporte del atentado fue para que le pusieran escolta, pero no se la dieron”, refieren los policías.

En aquel momento, la cúpula de la Secretaría de Seguridad estaba investigando presuntos actos criminales cometidos por las Fuerzas Especiales de las que Hurtado formó parte, y el policía estaba como sospechoso.

Sin embargo, ante el atentado y por protección, más allá de los rumores, decidieron autorizarlo para que llevara a su casa las armas cortas y largas que tenía asignadas. 

Mismas que no fueron suficientes la mañana del jueves 29 de marzo.

Jesús Hurtado platicaba con un amigo en su zona de confort, la mayoría de las casas de la cuadra eran de su propiedad o de alguno de sus familiares, tomándolo por sorpresa. 

Lo abatieron. Dos testigos de la escena ofrecieron declaraciones contradictorias, pero los primeros indicios revelan que su acompañante tomó el arma de cargo de Hurtado y respondió el ataque sin éxito.

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