Cuando inició la depuración de la Policía Municipal de Tijuana, en 2008, sus
compañeros aseguraron que Jesús Alberto Hurtado Estrada sería de los primero en
salir, pero no fue así.
Hurtado era policía en servicio la mañana del jueves 29 de marzo de 2012,
cuando fue asesinado a balazos por dos hombres que llegaron en una camioneta
blanca, manejada por un tercero, la cual no fue localizada en el operativo de
búsqueda.
Los atacantes fueron descritos únicamente como jóvenes veinteañeros, vestidos
como pandilleros pochos, los cuales llegaron directamente a descargar sus armas
cortas en las afueras del domicilio de Hurtado, localizado en el fraccionamiento
Mariano Matamoros. Recibió once impactos, seis en la pierna, tres en el
antebrazo y dos en el abdomen, los que le causaron la muerte en un cuarto de
emergencias de la Cruz Roja.
Su historial no era el más claro cuando llegó la administración de Jorge
Ramos al Ayuntamiento de Tijuana: “Andaba en malas compañías y tenía pésimos
compadres”.
Su nombre había salido a relucir de manera extraoficial como uno de
los agentes que apoyaban a las células del crimen organizado, liberando
detenidos y sacando a las policías de las calles cuando los delincuentes lo
requerían.
Internamente, los uniformados señalaban a Hurtado como delator de los jefes
policiacos asesinados en 2006, Héctor Gaxiola y Alberto Rodríguez Meraz, y el
agente Javier Orozco en 2008, todos presuntamente ligados a las células
delictivas.
Pero en lugar de removerlo, lo ascendieron. Las razones dadas por el entones
director de la Policía, Teniente Coronel Julián Leyzaola, era que “Hurtado metía
mucho trabajo”, decomisos, detenidos y de los dos grupos, “Teos” y
Arellanos.
El 9 de abril de 2008 fue atacado por primera vez. Era jefe policiaco en la
zona Centenario, y le tocó responder a balazos en un percance suscitado en las
instalaciones delegacionales. Delincuentes de la zona le habían pedido la
“cortesía” de liberar a un narcomenudista, peso esa vez no accedió, lo
amenazaron y se negó.
Minutos más tarde, el edificio fue acribillado con 12
armas distintas, seis de las cuales habían participado antes en los asesinatos
del empresario Alfredo Cuentas; el jefe de Policía, Margarito Saldaña; el
policía municipal de Rosarito, Guillermo Castro; además de Andrés Pineda,
elemento de la Agencia Federal de Investigación (AFI).
Al día siguiente, 10 de abril, los criminales se le acercaron otra vez para
intentar matarlo, atacándolo en su casa.
De nuevo fallaron, a pesar de los 142
casquillos percutidos en la escena.
En aquel momento, los presuntos responsables
del ataque eran el ex policía Gilberto Herrera “El Gil”, “El Jimy o “7-7” y “El
Cabezón”, del grupo de “Los Teos”.
Hurtado estuvo fuera por un tiempo, pero regresó a la corporación. En las
Fuerzas Especiales indican que fue el extinto policía les prohibió meterse con
el cártel de Sinaloa en la Zona Este.
También lo relacionaron en junio de 2011
con un robo de droga que no fue investigado, pero involucraba a todos los mandos
policiacos desde la Secretaría.
A finales de diciembre de 2011, Hurtado volvió a ser noticia cuando llamó
para pedir apoyo a sus compañeros por la frecuencia policíaca porque lo estaban
atacando.
Era la tarde del 18 de diciembre y también estaba afuera de su casa.
Reportó que unos jóvenes le dispararon desde una camioneta Envoy dorada.
“Pero nadie le creyó”, aseguraron sus compañeros, “no estaba agarrando
delincuentes, no tenían razón para atacarlo”.
Y agregaron: “Ni la PGJE hizo
trabajo pericial”.
“Se supo que lo habían amenazado verbalmente y que el reporte del atentado
fue para que le pusieran escolta, pero no se la dieron”, refieren los
policías.
En aquel momento, la cúpula de la Secretaría de Seguridad estaba investigando
presuntos actos criminales cometidos por las Fuerzas Especiales de las que
Hurtado formó parte, y el policía estaba como sospechoso.
Sin embargo, ante el atentado y por protección, más allá de los rumores,
decidieron autorizarlo para que llevara a su casa las armas cortas y largas que
tenía asignadas.
Mismas que no fueron suficientes la mañana del jueves 29 de
marzo.
Jesús Hurtado platicaba con un amigo en su zona de confort, la mayoría de las
casas de la cuadra eran de su propiedad o de alguno de sus familiares, tomándolo
por sorpresa.
Lo abatieron. Dos testigos de la escena ofrecieron declaraciones
contradictorias, pero los primeros indicios revelan que su acompañante tomó el
arma de cargo de Hurtado y respondió el ataque sin éxito.
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