El primer llamado
fue el lunes, durante la Conferencia Nacional de Municipios de México (CONAMM),
realizada en León, Guanajuato. Estuvieron presentes el secretario de
Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y los dirigentes de los partidos. Hay
que blindar el proceso electoral de los dineros del narcotráfico, se
comprometieron. La alerta se encendió, dijo alguien, por los hechos ocurridos
en Iguala de la Independencia, Guerrero.
En 2015 se renovarán
1 mil 551 cargos de elección popular en 18 entidades de la República y las 500
curules de la Cámara de Diputados.
El segundo llamado
fue al día siguiente, cuando arrancó formalmente el proceso electoral. Tanto el
Instituto Nacional Electoral (INE), como el Tribunal Electoral del Poder
Judicial de la Federación (TEPJF), se comprometieron para reducir al mínimo el
riesgo de la intromisión del crimen organizado en el proceso electoral
2014-2015.
Parecen buenas las
“intenciones”, aunque, por la experiencia de otros procesos, hay que estar
seguros, primero, si las intenciones son reales. Desde todos los partidos
políticos se han postulado candidatos ligados al narcotráfico, unos en mayor
medida y otros menos. Pero desde todos. Los narcos no tienen color, hasta eso:
son muy plurales. Se acomodan donde creen que habrá facilidades, negocio,
relaciones. Y por ello financian, apoyan con logística, brindan seguridad para
realizar campañas en las plazas que controlan y hacen el trabajo sucio con los
opositores, si es necesario.
En las elecciones de
2010 por la gubernatura de Sinaloa, operadores y dirigentes del PRI fueron
advertidos de que pararan su campaña a favor de Jesús Vizcarra Calderón. Lo
hicieron hombres armados que parecían dispuestos a todo. Curioso el caso porque
Vizcarra fue una y otra vez acusado de ser compadre de Ismael Zambada García,
el Mayo.
En las elecciones intermedias
del año pasado, el candidato a la alcaldía de Sinaloa municipio, Esteban López
Beltrán, que había sido postulado por una alianza PAN-PRD-PT, renunció a
realizar campaña por amenazas y ante el asesinato de uno de sus operadores. Se
dijo, entonces, que los agresores eran células delictivas al mando de Fausto
Isidro Meza Flores, el Chapo Isidro. Perdió la elección.
Así que no solo
habría que blindar los procesos electorales de este país para que ya no haya
dinero del narco en las campañas, lo cual se antoja muy complicado, sino
garantizar que a todas las etapas de estos procesos sea ajeno el crimen
organizado.
Es un
pronunciamiento pertinente el de los partidos, de Gobernación, del INE y del
TEPJF, pero más bien parece una quimera hasta desde el momento en que muchas
veces no hay elementos para demostrar que un candidato tiene relaciones con el
narco. No vayamos muy lejos. El 2 de octubre pasado detuvieron a un hijo del
narcotraficante Javier Torres y solo entonces se supo que el señor, del cual hay
referencias criminales, era síndico de la Ilama, Cosalá. El alcalde justificó
que presentó carta de no antecedentes penales para registrarse y que por ello
nadie se opuso. Lo cual significa que también hubiera podido ser regidor, luego
diputado…
Y no es porque sea
hijo de un narcotraficante preso, ser familia no es un delito, pero tampoco nos
chupemos el dedo.
Iguala acaba de
explotar, pero allí está Michoacán, también muy reciente, y las evidencias de
cómo el crimen organizado logra penetrar no solo las campañas, sino los
gobiernos en toda su estructura. Sirvan también de ejemplo. De las tragedias
también se aprende y ya es hora de que, en México, alguien ponga la primera
piedra para construir otro país.
BOLA Y CADENA
Y en medio de esta
vorágine de hechos criminales que están sacudiendo al país —ojala caigan muchas
manzanas podridas de árbol—, el director del COBAES, Juan de Dios Palazuelos,
“desinvita” al monero Ricardo Sánchez Bobadilla, que preparaba ya su exposición
“Territorio Ñacas”, en el marco de una jornada cultural de la institución.
Lo de menos fue el
aviso de que “siempre no”. Cada quien invita a su casa a quien quiere y no hay
porqué reprocharle nada. Lo peor es la “explicación” que intenta el COBAES por
medio de una firmante Dirección de Extensión Cultural y los Servicios, un
rosario de ininteligibles e incongruentes “conceptos” sobre la educación que
terminan por ser ametrallados por la realidad de lo que pasa en sus planteles,
llenos de jóvenes ilusionados en superarse que chocan con parvadas de
delincuentes, hijos de narcos y sicarios, que escupen a los maestros y, hasta
bajo amenazas de muerte, obtienen calificaciones aprobatorias.
Desinvitaron al
Ñacas, dicen, porque la función del COBAES es “orientar la educación de los
jóvenes con base en el ejercicio de la moral y la ética y el cultivo de los
valores”, lo cual significaría que los cartones que publica en Ríodoce son
inmorales, profanos, inconvenientes y hasta pornográficos.
Vetaron al “Ñacas”,
añaden, porque es la “parodia de un sicario, representante de la sordidez moral
de nuestra sociedad”. Luego entonces, por eso hay que quemarlo en una plaza o
en un carnaval, no exponerlo en una institución “educativa”, “cultural… que
forma a los jóvenes con un pensamiento crítico y reflexivo; saludable,
tolerante y respetuoso de las diversas manifestaciones del pensamiento y la
creatividad humana”.
Así, entonces, que
los ejecutados en las banquetas de los COBAES se entierren en fosas cavadas por
ellos mismos para que nadie los vea, que los levantados aparezcan aunque sea en
un panfleto caro, “educativo” y acartonado —como los que hace COBAES—, que
nadie lee; que las jóvenes prostituidas en sus aulas sean vestidas de vírgenes;
que los maestros insultados, amenazados y escupidos, reciban condecoraciones;
que las muchachas secuestradas al salir de sus planteles guarden silencio.
Porque eso no va con la “hebegogía”, esa mamada etérea que se presume y nadie
sabe —en las aulas, qué raro— con qué se sorbe.
Y que nadie recuerde
que los COBAES fueron creados, hace 30 años, para enfrentar las manifestaciones
críticas de las prepas de la UAS, por un gobernador, Antonio Toledo Corro, que
fue acusado de narco y que, en el lenguaje del Ñacas, bien podría haber sido el
“Viejón” de aquellos años.
Dijera alguno de los
personajes de Ricardo Sánchez Bobadilla: Inches utos.
(RIODOCE/
Columna Altares y Sótanos de Ismael Bojórquez/ octubre 12, 2014)
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