Guillermo
Valdés, ex director del servicio secreto mexicano, defiende la estrategia de
Felipe Calderón en la guerra contra los carteles
El gabinete de
seguridad de Felipe Calderón (2006-2012) se reunía los martes. Ocho
funcionarios de alto rango acordaban con el presidente la estrategia a seguir
en la guerra contra los carteles de la droga. A final de mes, cuando había que
presentar un resumen de la situación que vivía el país, la reunión se
prolongaba durante más de cinco horas y acababa sin abordar algunas cuestiones.
Resultaba imposible procesar un problema de esa magnitud y de ese nivel de
barbarie. La violencia había desbordado a México.
Uno de los hombres
que se sentaba al lado del presidente en esa época era Guillermo Valdés,
director del Cisen, el órgano de inteligencia mexicano, entre 2007 y 2011. La
entrevista se llevó a cabo en el hotel Hilton, frente a la Feria Internacional
del Libro de Guadalajara, donde al día siguiente iba a presentar Historia del
narcotráfico en México, una obra que ayuda a entender el origen de los carteles
y su deriva descontrolada en los últimos tiempos, cuando han logrado sembrar el
terror a lo largo y ancho del país. Las preguntas se limitaron a temas
relacionados con el narcotráfico desde los años ochenta hasta la fecha.
"De otra manera no acabaríamos nunca", anticipó Valdés. El encuentro
se prolongó durante durante una hora y cuarenta minutos.
Pregunta. El
presidente Felipe Calderón centró todo su mandato en la guerra contra el
narcotráfico. La violencia se disparó entonces hasta cotas nunca vistas. Se
cuentan más de 70.000 muertos y 30.000 desaparecidos. ¿Por qué no funcionó su
estrategia?
Respuesta. El
problema venía de antes. Nos encontramos con una densidad criminal muy
profunda. El crimen organizado era tremendamente poderoso. El Estado
históricamente no le dio prioridad y los carteles tuvieron varias décadas de
expansión y fortalecimiento hasta llegar a este punto.
P. ¿No puede darme una respuesta concreta?
R. Es muy pronto
para hacer una evaluación definitiva y justa, sobre todo cuando tienes ciclos
de violencia tan grandes y salvajes. En México la violencia creció
exponencialmente entre 2008 y 2011. Ahí alcanza su tope y empieza un proceso de
decrecimiento. Si ese descenso continúa, se puede decir que pudo haber sido
eficaz la estrategia.
P. ¿Por lo tanto sostiene que la estrategia de
Calderón no fue el principal problema sino que se encontró con un panorama
criminal al que nunca se había enfrentado otro presidente?
R. Así es. A
Calderón le estalló un volcán. Tenemos cuatro guerras en curso entre carteles
cuando él llega. Este debate en el pasado sexenio estuvo muy politizado. Se
trataba de buscar responsabilidades políticas y no entender el problema.
P. ¿Existe una responsabilidad del Gobierno en el
descontrol de los narcotraficantes?
R. La hay, pero no
es fundamental a la hora de contar 65.000 muertos [cifra oficial de la anterior
administración]. Si la causa de la violencia fue que el Gobierno entró a
combatir a estos señores y estos señores le responden al Estado, tendríamos una
violencia en donde habría muchísimos muertos por nuestra parte y no es el caso.
En el análisis de cómo murió toda esa gente hay que destacar que el 85% son
ejecuciones. Gente que es secuestrada, llevada a una casa de seguridad y
asesinada con un tiro de gracia. Sus cadáveres son expuestos, a veces con
mensajes, y eso nos habla de que una organización ataca a otra. No es una
guerra del narco contra el Estado.
P. ¿Por qué considera tan crucial en la historia del
narcotráfico la salida del PRI del Gobierno en 2000 después de 70 años en el
poder?
R. Durante 30 o 35
años hubo esa especie de acuerdo tácito entre crimen organizado y Estado y fue
posible porque había un Gobierno muy monolítico. Un presidente muy fuerte que
controlaba a gobernadores, legisladores… cuando esa estructura se
descentraliza, todo cambia. Es muy difícil que ahora un presidente ordene a los
32 gobernadores y al Poder Legislativo y Judicial: ‘oigan, hice un pacto con
los narcos, ¿me lo sostienen?'. Es imposible.
P. Rafael Caro Quintero, del cártel de Guadalajara,
precedente del de Sinaloa, salió de la cárcel este año porque sus abogados
buscaron un subterfugio legal. Ahora resulta que el fallo judicial estaba mal
aplicado. ¿Realmente es posible que el Gobierno no se entere de la liberación
de un narcotraficante tan relevante?
R. La Suprema Corte
dice que ese juez actuó mal al dejarlo libre. La especulación es que pudieron
haberlo corrompido. Probablemente fue así.
P. ¿Qué probabilidades hay de que Caro Quintero se
haya reintegrado al cártel?
R. Muy remotas. En
todos los casos que he visto, cuando un capo es detenido sale de la
organización. Si trata de regresar lo eliminan rapidísimo.
P. No fue el caso del Chapo Guzmán, actual líder del
cártel de Sinaloa tras fugarse de la cárcel.
R. Es la excepción a
la regla. Creo que el Chapo es una persona con una capacidad de liderazgo y
visión estratégica que no tienen el resto de narcos, y se lo reconocen.
P. Lo retrata en su libro como un líder, como el
director general de una empresa cuya complejidad operativa es mayor que la de
Amazon o UPS.
R. Es una persona
muy inteligente, con una gran capacidad de escucha. Con mucha capacidad de
seducir gente, y además con una gran imaginación y creatividad empresarial. Es
un genio de los negocios.
P. Si la violencia solo es un asunto entre carteles,
¿cómo explicarle eso al ciudadano que empieza a sufrir las consecuencias de
esas guerras con el aumento de los secuestros, las extorsiones, los asesinatos?
R. Creo que en esta
ola de violencia que se generaliza en 2008 el pueblo no ha sido objeto
deliberado de las organizaciones del narco. Sí ha habido víctimas inocentes,
pero cuanto menos en la contabilidad que yo llevaba hasta 2011, apenas el 1% de
los homicidios eran de personas que no tenían nada que ver con el conflicto. El
1% son unos 600 del total, más o menos.
P. Tenemos el caso del casino Royale en Monterrey [la
muerte de 52 personas en una sala de apuestas ]…
R. Sí, y las
granadas en Michoacán el Día del Grito [ocho muertos y un centenar de heridos
en la fiesta de la independencia de México] y las fosas de San Fernando. Pero a
diferencia de la guerra que le declara Pablo Escobar al Estado colombiano, en
donde un objetivo es crear víctimas civiles inocentes, lo que se conoce como
narcoterrorismo, aquí no lo han hecho deliberadamente. Los únicos casos son el
del casino y el de San Fernando, donde hay 196 muertos, pero ocurrió porque Los
Zetas pensaban que eran sicarios de La Familia.
P. ¿Los militares mexicanos que desertaron para
integrarse en Los Zetas habían sido entrenados por Estados Unidos?
R. Eran fuerzas de
élite pero no puedo asegurarle que recibieran entrenamiento al otro lado. Esa
pregunta solo la pueda responder alguien del ejército y no creo que lo hagan.
Lo que sí es cierto es que ellos cambian la genética de la violencia en el
país. La muerte está en el ADN de las organizaciones pero ellos la llevan a
otro nivel.
P. ¿Los Zetas son los primeros en diversificar la
actividad criminal y, por tanto, los primeros en atacar a la población
directamente?
R. Con ellos hay
proceso de militarización definitivo a partir del 2000-2001, que se combina con
el fin de la prohibición en Estados Unidos de la venta de armas de alto calibre
en 2004. Fluyen miles de armas a nuestro país. Con los Zetas llega una violencia
mucho más salvaje. Eran asalariados del Golfo pero en algún momento tuvieron
que negociar con sus patrones, Osiel Cárdenas (El Mata amigos) y compañía,
tener más protagonismo. En Michoacán es la primera región donde empiezan a
generalizar tres negocios: el consumo de drogas interno, es decir la venta de
meta; la venta de protección al modo siciliano; y el secuestro.
P. ¿Qué sentimientos tenía usted al llegar a su
despacho y recibir informes con asuntos de seguridad tan complejos?
R. Sientes una
impotencia muy grande. Tú al frente de un Estado débil, muy lento, muy
burocrático, te llega la desesperación pero no porque no sepas cómo solucionar
el problema. Más bien no tienes las herramientas para atajarlo. Modificar
cualquier estrategia te lleva meses. Traes incendios aquí y allá y tienes que
actuar. Acabas movilizando al ejército.
P. ¿Usted estaba de acuerdo en sacar a unos militares
a la calle que no estaban preparados y que acabaron cometiendo grandes delitos
contra los derechos humanos?
R. No, pero no había
alternativa.
(DOSSIER
POLITICO/ Juan Diego Quesada / El País/ 2013-12-12)
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