Como dos señales que alertan sobre un retroceso en materia de
garantías constitucionales, el gobierno de Mario López Valdez procedió,
en cuestión de días, a rechazar groseramente las recomendaciones de
derechos humanos e intentar la invasión a los datos biométricos que son
intrínsecos a las personas, en una escalada típica del autoritarismo
pero apartada—muy distante—de la aspiración por un régimen que se
ajuste al estado de derecho y por lo tanto esté en aptitud jurídica para
ceñir a los ciudadanos al marco legal.
De marcada tentación por el absolutismo (“el Estado soy yo”) el
gobernador ha dejado a la vista una y otra vez la propensión a eliminar
cualquier atisbo de desavenencia. La crítica le cae como alcohol vertido
en herida aún sangrante; las observaciones de los órganos de auditoría y
fiscalización invariablemente las desecha prejuiciándolas con inquinas
imaginarias e inclusive los distanciamientos que asumen organizaciones
políticas que antes consideró aliadas las reduce a simples reyertas
partidistas.
Es absurdo que en estos momentos, cuando los sinaloenses buscan quién
los guíe en la senda de la legalidad y civilidad, el líder que debieran
tener solo les muestra la ruta de los arrebatos y manotazos en
frecuentes episodios de intolerancia que redundan en el imperio de la
anarquía en que personajes y grupos delictivos han convertido a la
tierra de los once ríos. Al frente de las instituciones, Malova opta por
agudizar la atmósfera de ingobernabilidad.
La postura obtusa que el procurador Marco Antonio Higuera Gómez
asumió al calificar de incompetente a la Comisión Estatal de Derechos
Humanos, por la recomendación 37/2013 que le hizo referente a
irregularidades en el proceso pericial del caso Perla Lizeth Vega
Medina, delata la inextinguible vocación arbitraria de gobiernos que
quisieran el terreno liso para desplazar en él sus peores aficiones
dictatoriales.
Enseguida vino la decisión de capturar datos biométricos de los
solicitantes de licencias de conducir, situación que ha desencadenado
una serie de críticas a Malova, fuera y dentro de Sinaloa, opositores a
los cuales el gobernador optó por reducir a delincuentes al señalar que
solo los que tienen cuentas pendientes de la ley se oponen a dicha
medida. Adicto a los elogios, ve a los discordantes como malandrines.
Cada vez es más acertada la conjetura social del gobernante
incompleto, aquel que prefirió ser uno más del montón en vez de erigirse
como el estadista que requería Sinaloa para avanzar en democracia,
transparencia, legalidad y desarrollo. A menos de la mitad de un sexenio
que por anticipado se conoce como el de la esperanza fallida, ya se
evalúa como un traspié, otro tropezón histórico, de esta entidad que
durante décadas se trabó en el estilo gansteril de priistas que se
llevaron todo y que por no dejar cargaron hasta con sus propias
miserias.
Aunque pareciera una grotesca exageración, en gran parte de los
sinaloenses que analizan y reflexionan sobre el ámbito político cobra
forma una premisa: en la historia moderna de Sinaloa no se recuerda un
gobernante que haya llevado la megalomanía, el autoritarismo y el
desapego a la ley a los niveles a que los ha elevado Malova. ¿Ni
siquiera Antonio Toledo Corro? Es el trágico desenlace de un mandato que
todavía no acaba, pero también de una ilusión colectiva que ya terminó.
El menosprecio al ombudsman sinaloense y la impertinencia de vulnerar
el derecho de habeas data en solicitantes de licencias de conducir
constituyen el más reciente indicio de que las libertades y el respeto a
las personas de bien están lejos de ser convicciones del gobierno de
López Valdez. Hay una estela de atropellos que, infortunadamente, van en
contrasentido de las luchas emprendidas por décadas para encarrilar a
este solar bárbaro por la vía de la sociabilidad armónica y legal. No
existe otra alternativa civil que aquella de seguir en la trinchera que
los políticos han abandonado.
Por lo pronto, en el régimen de la alternancia frustrada ya no será
posible el apego a las garantías constitucionales. Y menos el
fortalecimiento de éstas.
Re-verso
En el Estado desastre,
el de los roles invertidos,
los de paz son un lastre
y los pillos, bienvenidos.
Apuesta amarilla
Hay quienes creen que el Partido de la Revolución Democrática no está
dispuesto a arriesgar nada en la relación con Mario López Valdez ahora
que el PAN se ha deslindado del anteriormente llamado “gobierno del
cambio”. La pálida posibilidad de que los perredistas sacrifiquen las
pírricas posiciones que tienen en el Gabinete malovista lleva a otros a
especular que las siglas del sol azteca hasta presumirán ser el poder en
Sinaloa. Sera el sereno, pero en caso de optar por traicionar el
espíritu de la alianza opositora que en 2010 sacó al PRI de palacio de
gobierno, el PRD difícilmente hallaría espacio en otra coalición que le
deje tajadas como las que saborea hoy.
Apuesta al olvido
¿Cuál fue la aportación de Mario López Valdez en los seis meses que
presidió la Conferencia Nacional de Gobernadores? ¿Que fue el primer
sinaloense en presidir la Conago? Eso no lo registrará la memoria social
que no está programada para recordar insignificancias.
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