Raymundo Riva Palacio
La gran atención que despertó
el Gran Premio de México en la zona metropolitana de la Ciudad de México
disminuyó la atención sobre el atentado la madrugada del sábado en el Mexibus
del Estado de México, que conecta con el tren suburbano hacia la capital federal.
Cuatro artefactos caseros
fueron detonados con relojes en el patio de maniobras del Mexibus en Ecatepec,
y cuatro más no explotaron.
En su cuenta de Twitter, el
sistema de transporte mexiquense admitió ese día por la mañana: “Alerta por
posible atentado en autobuses, permanecerán cerradas estaciones hasta nuevo
aviso, disculpen las molestias”.
No había duda entre las
autoridades metropolitanas que fue un atentado, pero son sus orígenes y razones
lo que tiene preo-cupadas a las autoridades.
La información oficial es
escasa, e incluso buscan minimizarlo ante la opinión pública, pero la PGR abrió
una acta circunstanciada para investigarlo.
Un grupo llamado Secta Pagana
de la Montaña, que llevan su defensa por el medio ambiente al extremo violento,
reivindicó el atentado, que ejecutó, dice, para expresar su “rechazo y repudio
en contra del frenético avance del desarrollo moderno, en este caso la
infraestructura conectiva”.
Secta Pagana es herencia de
Reacción Salvaje, un grupo que vivió clandestinamente desde el otoño de 2011
hasta mayo pasado, cuando dieron por concluido su trabajo.
“La semilla he germinado,
creciendo hacia el cielo”, dijo en su comunicado final.
Durante sus años de
actividad, Reacción Salvaje se acreditó ataques con bombas caseras de
fabricación idéntica a la utilizada el sábado pasado por Secta Pagana de la
Montaña, principalmente en el Estado de México, donde han tenido su principal
centro de operaciones, y en aparente rechazo a quien en su momento era
aspirante a la Presidencia y hoy es titular del Ejecutivo, Enrique Peña Nieto.
Sus ataques no se enfocaron
únicamente a instituciones públicas, sino también privadas, y se extendieron al
campus de Ciudad Universitaria, en uno de cuyos auditorios, el “Justo Sierra”,
rebautizado hace años como Che Guevara, es el centro de operaciones más visible
del anarquismo en México, donde viven algunos de sus líderes de nacionalidad
española y chilena.
La violencia de Reacción
Salvaje llevó en noviembre de 2013 al Instituto para la Economía y la Paz a
ubicar a México en una lista de 13 países con mayor riesgo de atentados
terroristas y sugirió que estaba detrás de la explosión en uno de los edificios
del cuartel general de Pemex en la Ciudad de México en enero de 2013, recién
iniciado el gobierno de Peña Nieto.
La explosión en Pemex ha sido
debatida por expertos.
Peritos bajo el mando del
entonces procurador Jesús Murillo Karam, determinaron que fue originada por una
fuga de gas, pero expertos con mayor experiencia dijeron que se había utilizado
explosivo plástico, lo que sugería un atentado.
Los grupos anarquistas, de
acuerdo con cronologías públicas sobre su presencia, cuentan con células en
Aguascalientes, Coahuila, Distrito Federal, Estado de México, Guanajuato,
Hidalgo, Michoacán, Morelos, Puebla, Veracruz y Zacatecas, aunque la mayoría de
sus ataques son en territorio mexiquense y en menor medida en la Ciudad de
México.
El ataque del sábado pasado
reivindicado por la Secta Pagana de la Montaña no es el primero que recoge la
tradición de Reacción Salvaje y su grupo táctico, Cazador Nocturno, que realizó
la mayor parte de los ataques en la vida de ese grupo.
En septiembre pasado se
adjudicó también el abandono de un paquete bomba en el estacionamiento de una
de las instalaciones de la constructora OHL, vinculada con el gobierno de Peña
Nieto, en Naucalpan.
Un informe del Centro
Nacional de Planeación, Análisis e Información para el Combate a la
Delincuencia Organizada (Cenapi), que depende de la PGR, describe
explícitamente a esos grupos anarquistas como guerrilla urbana.
La expresión más clara, ante
los ojos de las autoridades, se dio el 20 de noviembre pasado, cuando una
marcha pacífica por los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, fue arrebatada
en el Zócalo de la Ciudad de México por estos grupos que prendieron fuego a la
puerta central del Palacio Nacional y atacaron directamente a las personas que
estaban cerca de ellos, en busca de una provocación al Ejército, que se
encontraba detrás de la puerta en espera de actuar si traspasaban la sede del
Poder Federal.
Ese ataque fue parte de una
sucesión de enfrentamientos con la Policía del Distrito Federal y la Policía
Federal en las calles de la Ciudad de México, que se han arropado en protestas
de corte social con agenda distinta, como parte de una cadena sistemática de
hechos violentos.
Las autoridades en el Estado
de México se niegan a aceptar la existencia de guerrilla urbana en su
territorio, que es donde más se han expresado, e insisten en ubicar estos
hechos violentos y articulados como un tema exclusivamente de delincuencia del
fuero común.
Cerrar los ojos no hará
desaparecer a estos grupos, que lejos de haber sido reducidos, han proliferado
y acelerado sus ataques contra instituciones y personas.
Cada vez se acercan más a
causar una muerte.
Pero no sólo eso.
Cada vez más, también, se
acercan a otros grupos, armados y criminales, que tienen el mismo objetivo
primario, aunque con distintas metas finales: doblegar al Estado Mexicano,
mediante el sometimiento del Gobierno.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa
(ZOCALO/ COLUMNA “ESTRICTAMENTE
PERSONAL” de Raymundo Riva Palacio/ 03 de noviembre)
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