La línea de
flotación del presidente Enrique Peña Nieto es la credibilidad en su palabra.
Podrían pensar muchos que en la situación actual, su palabra vale muy poco,
aunque incurrirían en un error analítico sobre la temporalidad del momento y
las posibilidades que tiene para darle la vuelta a su caída en términos de
popularidad y visión sobre su capacidad como gobernante. ¿Un gobernador con
licencia que va a la cárcel por ser omiso en sus responsabilidades? ¿Un
secretario de Estado acusado de corrupción? ¿Una fiscalía independiente para
revisar los conflictos de interés? ¿Un ajuste de gabinete e incluir no a sus
amigos, sino a quienes necesita para recuperar el barco? ¿La refundación de la
República como colofón de una nueva estrategia?
Peña Nieto tiene alternativas
objetivas para frenar su debacle y salvar su gobierno, si decidiera tomar él
mismo las riendas de su administración y quitárselas a todos los improvisados
que lo rodean. Pero donde no tiene muchas opciones es en el cumplimiento de sus
promesas de campaña, 266 ofrecimientos que hoy están en una precaria situación
y con una prognosis letal. Peña Nieto, que diseñó su Presidencia casi a imagen
y semejanza de su gobierno en el Estado de México, utilizó el recurso mediático
y popular que empleó en la campaña electoral mexiquense en 2005, cuando en cada
compromiso de campaña que firmaba ante notario público exclamaba: “¡se los
firmo y se los cumplo!”.
En vísperas de
terminar su mandato entregó el último de las 608 obligaciones adquiridas.
Una petición de “El
Financiero” al Instituto Federal de Acceso a la Información publicada este
lunes, revela que después de casi 25 meses de gobierno, Peña Nieto sólo ha
podido cumplir 28 de sus promesas de campaña.
“El desplome de los
precios del petróleo y el consecuente recorte al presupuesto del Gobierno
impedirán”, afirma el diario, “cumplir al 100% con los 266 compromisos que
firmó ante notario público como candidato”.
La advertencia es
ominosa, porque tampoco se ve de dónde salgan los recursos para que lo que firmó
lo cumpla.
Según “El
Financiero”, Peña Nieto sólo ha cumplido con el 10.52% de sus promesas, y
algunas de ellas, como el tren transpeninsular de Mérida a Punta Venado,
Quintana Roo, o la Refinería de Tula, ya fueron cancelados.
Otros están en esa
vía, como el tren rápido México-Querétaro, la reducción de diputados
plurinominales o, algunos no señalados por el periódico pero que se ubican en
el contexto de los compromisos, como la reducción de casi un 70% de los
objetivos de la Cruzada Contra el Hambre o la culminación de la Reforma
Educativa.
Ni hablar de hacer
que la paz regrese a la nación, porque las declaraciones fáciles que en 100
días acabaría la violencia de los cárteles, fue una tomadura de pelo que sólo
se creyeron en el Gobierno.
Este rompimiento de
su palabra afectará a Peña Nieto y a su estrategia sucesoria en 2018.
Algunos pensarán que
es muy pronto pensar en la sucesión presidencial, pero bajo el argumento que el
sexenio de Peña Nieto es corto y que desde el segundo tercio enfrenta dinámicas
que son de séptimo año de gobierno –cuando ya fuera del poder recibe todas las
críticas y acusaciones–, pensar en la estrategia sucesoria, es una actitud de
realismo mexicano.
Los compromisos
incumplidos son lo que, aún si realizara las acciones atrevidas, temerarias y
dolorosas para rescatar a su gobierno, lo acompañará por el resto de su
administración.
Esto prevalecerá, y
lo que electoralmente lo hará sangrar.
En la campaña
presidencial de 2012, Peña Nieto llegó como un roble al que le fueron quitando
las ramas.
Se recuperó de su
vergüenza en la Feria Internacional del Libro y le dio la vuelta al movimiento
#YoSoy132, pero no pudo mantener intacto el teflón ante la campaña negativa que
le orquestó el PAN.
Los estrategas de la
candidata presidencial Josefina Vázquez Mota revisaron sus compromisos como
gobernador y denunciaron que 20 obras prometidas y firmadas ante notario,
estaban inconclusas.
Los panistas elaboraron
cuatro spots para subrayar que el entonces candidato del PRI, era un mentiroso.
En las dos primeras
semanas de esa campaña, los negativos de Peña Nieto se elevaron en 100%, con lo
cual se rompió el blindaje que tenía ante la sociedad.
Tras mostrarlo como
un político mentiroso, el PAN continuó con spots que hablaban sobre la
corrupción de presidentes priistas.
La candidata Vázquez
Mota no pudo crecer sobre las heridas de Peña Nieto, y cuando quien avanzaba
era Andrés Manuel López Obrador, el presidente Felipe Calderón presionó al PAN
para retirar los spots, ante el riesgo de que el candidato de izquierda ganara
la elección.
Hoy Peña Nieto no
tiene a Calderón para que lo ayude y los dos temas que planteó el PAN en 2012
tomaron nuevos vuelos.
Corrupción e
incumplimiento de obras públicas, los fantasmas que se le salieron a Peña Nieto
del clóset y que no sabe cómo volverlos a encerrar.
La corrupción podría
neutralizarla utilizando la justicia contra los suyos, pero ¿los compromisos
incumplidos? La economía del mundo tendría que mejorar sustancialmente en los
próximos 24 meses y el país crecer al 5% como prometió el presidente para 2018.
Pero esto, como
muchas de sus ofertas, parecen hoy ser un sueño que se convirtió en pesadilla.
(ZOCALO/
COLUMNA ESTRICTAMENTE PERSONAL DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 18 DE FEBRERO 2015)
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