Inesperadamente, la revelación de un conflicto
de interés en la adquisición de una casa a un constructor que fue beneficiado
con obra pública en el Estado de México cuando él era responsable de las
finanzas estatales, le dio al secretario de Hacienda, Luis Videgaray, la
oportunidad para hermanarse en la desgracia con el presidente Enrique Peña
Nieto. En una reunión de gabinete, Videgaray le dijo que ya sabía lo que había
sentido cuando la prensa los exhibió a él y a su esposa en una operación
similar con el mismo empresario. Los dos serían como soldados en las bandas de
hermanos de las guerras, juntos para siempre.
El secretario de
Hacienda sugirió en esa reunión de gabinete –con palabras totalmente distintas–
que ambos sangraban por heridas similares infligidas en la misma batalla que
los dos ven legítima y legal, aunque se resistan a aceptar que incurrieron en
un conflicto de interés, y que la sospecha de corrupción le quitó de manera
súbita a Peña Nieto y Videgaray respeto y credibilidad en el mundo. Pero en
estos momentos de vulnerabilidad y
debilidad –que públicamente no se quiere admitir–, el lance de Videgaray fue,
para un presidente que está solo y se siente igual, un respiro. ¿Sacudió al
presidente lo que le dijo? La respuesta la dan colaboradores cercanos a los
funcionarios: nada negativo sobre Videgaray se le queda a Peña Nieto.
La oportunidad
tomada se acompañó de la pérdida de poder de los otros dos pilares de Peña
Nieto, miembros de la presidencia tripartita, el secretario de Gobernación,
Miguel Ángel Osorio Chong, y el jefe de la Oficina de la Presidencia, Aurelio
Nuño. Los reacomodos fueron visibles durante la visita de Peña Nieto a
Washington en la primera semana de enero, donde Osorio Chong jugó un papel
secundario al ser relegado a
la sola
interlocución con el secretario de Seguridad Territorial, Jeh Johnson, a unos
tres kilómetros de la Casa Blanca, mientras que Nuño, un staffer en Los Pinos,
entró con el presidente Peña Nieto a la Oficina Oval para hablar con Barack
Obama y su consejera de Seguridad Nacional, Susan Rice.
Tres semanas antes
de la visita a Washington, Osorio Chong presentó su renuncia al Presidente
quien, hasta hoy, no se la ha aceptado. Si el secretario no registró el frío
presidencial en Washington, su equipo trató de reposicionarlo en los medios
mexicanos y aparecieron comentarios en columnas donde lo ensalzaron. Osorio
Chong no necesitaba mostrar aún más sus debilidades, pero quizás no supo lo mal
que le fue a Nuño en Washington por explicar la crisis por los normalistas de
Ayotzinapa, dicen fuentes estadounidenses, como un problema alimentado por un expresidente
y empresarios molestos por las reformas. Una de esas fuentes comentó: “Susan
Rice tiene el mundo en la cabeza; Nuño, ni siquiera a México”.
Washington, sin
embargo, no empezó el quiebre. A finales de año, Videgaray le planteó al
Presidente un ajuste al gasto público y a principios de enero Peña Nieto le dio
la luz verde a un recorte superior a los 25 mil millones de pesos que esperaban
los expertos, cuyo valor político adicional fue hacerlo en año electoral. La
medida preventiva fue altamente elogiada y en el arranque de 2015, el
renacimiento de Videgaray era
un hecho.
El cargo de director
de Banobras, que dejó vacante Alfredo del Mazo para buscar una diputación, fue
ocupado por Abraham Zamora, una persona fundamental en la articulación de todo el
equipo de economistas en el poder que egresaron del ITAM, que era el jefe de
Unidad de Productividad en la Secretaría de Hacienda. Cuando el Presidente
necesitó enfrentar de alguna forma la coyuntura y revivió la Secretaría de la Función
Pública, Videgaray propuso a un viejo amigo del ITAM, Virgilio Andrade, a quien
había incorporado en la campaña presidencial como uno de los abogados que
dieron marco jurídico a las reformas.
En la preparación
del equipo legislativo que revisará el crucial presupuesto para 2016, donde se
tendrá que comenzar desde cero porque ya no habrá coberturas petroleras que
neutralicen la volatilidad de los mercados, empezó a palomear a cercanos a él y
técnicos probados para las comisiones estratégicas en San Lázaro. Uno de ellos,
que quiere como presidente de la Comisión de Presupuesto, es Jorge Estefan
Chidiac, a quien
removió de la dirección de Bansefi, y sustituyó por Alejandra del Moral, una
priista mexiquense que trabajó con Peña Nieto y con él en la construcción de la
candidatura presidencial. Videgaray ha seguido hablando con economistas para
proponerles diputaciones y la conformación de un grupo que apoye el trabajo del
presupuesto que será crucial para el final del segundo tercio de gobierno.
El ascenso de
Videgaray no se detiene. Hace unos días movió a Ignacio Peralta de la
Subsecretaría de Comunicaciones a la precandidatura del PRI al Gobierno de
Colima, y colocó en la recta final, donde sólo hay dos candidatos firmes a
ocupar la silla de ministro de la Suprema Corte de Justicia que quedó vacante
por la muerte del ministro Sergio Valls, a Javier Laynez, procurador fiscal de
la Federación. Éstos son los
dos últimos
movimientos que muestran el músculo fortalecido del secretario de Hacienda,
reposicionado como el hombre más poderoso que tiene Peña Nieto, gracias,
quizás, a la paradoja política de haber compartido el mismo pecado.
(ZOCALO/
COLUMNA ESTRICTAMENTE PERSONAL DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 18 DE FEBRERO 2015)
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