domingo, 16 de febrero de 2014

GRAN FIGURA HISTORICA: JUAN MELÉNDREZ (TERCERA PARTE)

Gran figura histórica (Tercera y última parte)
 
La Ensenada de la que quiso apoderarse Walker era incipiente, incluso anterior a esta imagen, pues apenas contaba con algunas casas.

Ensenada, B. C. - Hemos evocando los sucesos acaecidos durante el invierno y parte de la primavera entre 1853 y 1854 en esta parte del actual estado de Baja California, durante la invasión filibustera encabezada por el estadounidense William Walker. 
 
Un personaje muy propio de su época y de su condición de miembro de una sociedad que consideraba justo y apropiado su espíritu expansionista y conquistador, dado que se comulgaba con la idea común de su "Destino Manifiesto”, que concedía por derecho propio y casi divino, el tomar lo que se requiriera para su progreso y riqueza, fuera como fuera, de grado o por fuerza. 
 
Eso sería parte de la explicación que argumentara William Walker para lograr su objetivo que, aparentemente era formar un nuevo país, que desde luego sería anexado a la creciente unión de estados y territorios de Norteamérica.
 
Ya hemos visto que Walker no era cualquier cosa, era un hombre dispuesto a todo para lograr sus objetivos, justificándose en la política expansionista. Así que dentro de sus cálculos y alcances veía una cierta facilidad para conseguir su objetivo, basándose en una supuesta superioridad de raza y cultura, que lo colocaban, según su parecer, en una posición de ventaja que debía y podía aprovechar. 
 
Sólo que nunca consideró que surgiera un inconveniente lo suficientemente pesado, para echar abajo sus planes. Ese inconveniente fue Juan Antonio María Meléndrez. Un hombre que describen quienes lo conocieron, como un joven impetuoso, casi iletrado, sin recursos propios suficientes para enfrentársele y emprender una lucha por la defensa de su territorio.
 
Además carente de urbanidad y sin más conocimiento geográfico que la tierra que lo vio nacer. Meléndrez no era ni con mucho, comparable física y culturalmente con el estudioso y atildado William Walker, que tenía dos títulos universitarios y una fina apariencia de hombre de "bien”.

El mítico Meléndrez
 
Pero ahora planteémonos esta pregunta: ¿Quién fue y de dónde vino Antonio Meléndrez?. Para obtener esa respuesta será necesario remontarnos al Siglo XVIII, ya que, según nos informa Don Porfirio León Amador, su pariente y paisano de La Grulla, Juan Antonio fue descendiente directo de Guadalupe Meléndrez quien nació por 1773 en San Antonio, en el extremo sur de la Península. 
 
Y como también lo asegura Don Pablo L. Martínez en su Guía Familiar, fue el fundador del apellido Meléndrez en la porción norte de la península.
 
De modo que Meléndrez es bajacaliforniano por los cuatro costados, nacido y crecido en La Grulla y sus alrededores. 
 
Nativo a carta cabal y poseedor de un carácter fuerte, pero no agresivo, más bien defensivo; con un concepto muy personal del sentido de la justicia, cosa que le costó meterse en algunos problemas. 
 
Unos inventados, otros no muy claros, algunos ratificados, pero de todos, ninguno mal intencionado. Concretando: Meléndrez no aceptaba que lo agredieran; sabía responder de la misma manera y forma de quien le agrediera, atacara o molestara.
 
Entre los hechos y sucesos que se mencionan como parte de su vida, tenemos un capítulo que no ha quedado debidamente claro. Se dice que Meléndrez hablaba inglés. ¿Por qué? ¿Cómo aprendió ese idioma? Aquí no había escuelas, mucho menos academias de idiomas. 
 
¿Lo aprendió cuando menos en la práctica, durante alguna o varias estancias allende la nueva frontera? No hay explicación definida. Pero existen versiones que indican que Meléndrez estuvo algunas veces en la Alta California, cuando aún era tierra mexicana y que fue entonces cuando mantuvo alguna relación con el legendario Joaquín Murrieta.
 
Otro mistificado personaje inspirador de tantas leyendas. Existen rastros comprobados de que Joaquín Murrieta anduvo por este lado, por el rumbo de Tecate y sus inmediaciones, de manera que no parece imposible que existiera alguna conexión con este afamado personaje. 
 
Tal vez de ahí provenga la idea de combatir al enemigo usando la táctica de "guerra de guerrillas”, que tan buen efecto le produjo.

El temple de Juan Antonio
 
Se cuenta que cierta vez, estando de paso por San Tomás, Antonio Meléndrez llegó a cierta fonda con la intención de saciar su hambre. Ahí, entre la concurrencia destacaba un norteamericano típicamente anglosajón. 
 
El lugar era atendido por una joven mesera que tuvo el desatino de elogiar un anillo que portaba el norteamericano. Éste, creyéndose con el derecho de ser quien era, usó como pretexto el elogio de la muchacha y quiso sobrepasarse y molestarla con sus groseros requerimientos, a los que la muchacha indignada los rechazó. 
 
Pero como el "gringo” siguiera con sus requiebros, llegó el momento en que Juan Antonio se cansó de presenciar ese intento de abuso, sobre todo porque ninguno de los presentes hacía nada en favor de la muchacha. 
 
Fue entonces cuando Meléndrez increpó al abusivo patán y lo instó a que dejara de molestarla, a lo que el aludido enfureció y trató de golpearlo. Juan Antonio le repuso con hombría que eso merecía otro tipo de solución y lo retó a salir al patio para dirimir el asunto como fuera. 
 
Una vez fuera de la casita que servía de fonda, el "gringo” intentó madrugarle sacando su pistola para abatirlo por su atrevimiento. Pero estuvo muy lejos de apreciar la habilidad de su oponente. Juan Antonio disparó mucho antes con certera puntería. 
 
El americano cayó como fulminado. Entonces, Juan Antonio se acercó al que ya era cadáver, comprobó que ya no estaba en este mundo y con una nada natural paciencia, sacó su afilada navaja y como el que sabe lo que hace, tomó la mano inerte del desafortunado y con toda naturalidad le cortó el dedo portador del anillo que había sido admirado por la joven mesera. 
 
Y con esa misma parsimonia, ya con el anillo en cuestión, limpiándole todo rastro de sangre, se lo entregó a la muchacha para de inmediato montar a su caballo y desaparecer.
 
Cierto o no, eso nos da idea del temple de su carácter.
 
Juan Antonio María Meléndrez no dejó descendencia. Pero sí tenemos noticia de algunos de sus familiares. Entre ellos: Doña María Salomé Murillo de Meléndrez, propietaria del rancho "Los Álamos” en el Valle de San Rafael; también Jesús Meléndrez de "La Huerta del Norte”, y Juan Meléndrez de "San Salvador”, en el mismo Valle de San Rafael.
 
Y en lo que respecta al analfabetismo del que acusan a Juan Antonio, ha quedado reconocido y aceptado que Meléndrez mandó un informe al comandante militar de Loreto, José Pujol fechado el 21 de julio de 1854 en San Tomás, en donde "Capitaneó” los auxiliares de la Frontera, diciendo:
 
"Aprovecho la ocasión presente para hacerle saber que los piratas ya se fueron del todo, merced a algunos esfuerzos de estos nobles frontereños, que prefirieron la muerte a la servidumbre de un vil invasor. 
 
"Pero como las noticias de que han de volver se multiplican, estoy desesperado aguardando el auxilio del Supremo Gobierno, pues el país está en una miseria espantosa y no tenemos armas ni gentes para resistir un fuerte golpe. Yo espero ha de volver sus influjos para que el señor general Blancarte se apresure a mandar tropas”.
 
Lo que son las cosas. Qué ironía, el propio Pujol fue el encargado de su fusilamiento.

Informes sobre Meléndrez
 
Otra fuente verdaderamente interesante, contemporánea de la época de Antonio Meléndrez es el "informe” de Francisco Javier del Castillo Negrete, fechado en la ciudad de San Diego, California, el 11 de mayo de 1854. Este documento, clasificado A.G. de México, Secretaría de Gobernación, Archivos viejos. Legajo 1854, número 66, sección Baja California y Microfilmado por la Biblioteca Bancroft, nos habla claramente de la situación de La Frontera:
 
"Recién llegado a San Francisco el 15 de enero anterior manifesté que la desocupación de La Frontera por los piratas sería segura si se les privaba de los recursos que recibían de San Francisco y de San Diego, pero que dilataría la desocupación y padecería el país.
 
"Y que debiendo salir la goleta Portsmaouth con la finalidad de que su comandante hiciera ver a Walker la inconveniencia de sus acciones. Le había ya delineado al general Hitchcock el plano del puerto de la Ensenada instruyéndolo de sus circunstancias”.  
 
Y en otra de sus partes decía:
 
"….el pronóstico se había cumplido y que el país se hallaba libre ya de los piratas, ya que habían salido el día anterior en número de 30, picándoles la retirada los hijos del país y otros de San Diego que fueron mexicanos y aún lo eran en sentimientos.
 
"Esta retirada por 50 leguas, había sido por desfiladeros, barrancas, cuestas y llanos. La había practicado muy dificultosamente Walker en 29 días, conduciendo sus equipajes, parque, víveres y más de algún herido en bueyes cargados y algunos asnos, descansando apenas en ruinas de misiones y ranchos abandonados”.
 
Luego que se supo en San Diego que Walker se hallaba en el viejo rancho de San Antonio Abad, Tía Juana, e inmediato a la línea divisoria, el mayor del ejército norteamericano Mc Instle, que recién había llegado de San Francisco en el vapor, apenas el día 4, con instrucciones del nuevo general, pasó la línea acompañado de don Santiago Argüello hijo y después de hablar con Walker regresaron en busca del comandante militar H. Burton, que también había marchado hacia la línea con 40 hombres. 
 
Los dos oficiales habían conferenciado y volvieron a pasar juntos a la Tía Juana para hablar de nuevo con Walker.
 
Y hablando propiamente de Antonio Meléndrez, Del Castillo Negrete dice lo siguiente:
 
"Como en el país nunca faltaban disensiones, se presentaba entonces de que Meléndrez desconoció a las autoridades legítimas pretextando que habían abandonado el país y añadía que ese atentado ya lo había querido emprender antes de la invasión. 
 
"Meléndrez era un vaquero que no sabía leer ni escribir y que su conducta nunca había sido buena, ya que estaba indiciado de haber cometido un asesinato en la Alta California y acusado ante el Juez de la Instancia de La Frontera de otro asesinato en agravio de la persona de su amo (patrón) don Hilario Murillo, que gozaba de una reputación sin tacha y de otros tres asesinatos que se cometieron cerca de la Ensenada, acompañados todos estos crímenes del de robo. 
 
"Descontento Meléndrez con las autoridades anteriores que lo procuraron, había hallado la ocasión de proceder contra ellas cuando éstas alteraron el orden en La Frontera y por la posición en que aquellas se hallaron. Aprovechando las circunstancias que ocurrieron desde su unión con sus partidarios, logró con 18 hombres un triunfo en favor de la orden. 
 
"Fue electo después teniente de la Guardia Nacional y que después de disuelta esta, siempre se consideró con algún poder de mando sobre aquellos rústicos y mal entretenidos de quienes se constituyó jefe y matón. En noviembre pasado (1853), viéndose perseguido por sus crímenes y que las autoridades no tenían fuerza armada en qué apoyarse, trató, aconsejado y dirigido por el español Don José María Necochea, de usurpar el mando deponiendo a las autoridades pero no pudo conseguirlo. 
 
"En esto se efectuó la invasión. Lo empleé en la defensa bajo mis órdenes y se condujo bien, como tengo relacionado”.
 
Aquí encontramos tres grandes contradicciones. 
 
La Primera: Si era un iletrado como aseguran, cómo fue que dirigió una carta al comandante militar de Loreto, José Pujol. 
 
Segunda: Asegura Del Castillo Negrete que las autoridades eran incapaces de meter en cintura a este delincuente. Pero cómo fue que, al ocurrir la invasión, se olvidaron de perseguirlo y hasta le reconocen su mérito.
 
Tercera: Como protesta del mal comportamiento de las autoridades anteriores cuando estas alteraron el orden en La Frontera. Una vez que al frente de 18 hombres logró restablecer la calma, fue nombrado teniente de la Guardia Nacional. ¿Qué no era un perseguido de la justicia?
 
La verdad de los hechos era que Del Castillo Negrete tenía gran temor de ser acusado de traición y por eso mismo, pasado por las armas, porque siendo militar y comandante de La Frontera había preferido abandonar el campo al enemigo y correr en busca de un auxilio que jamás llegó.

La muerte del héroe
 
Sobre la muerte de Meléndrez: Después de haber expulsado a los invasores, Del Castillo Negrete envió el anterior informe al gobernador Blancarte residente en La Paz, quien sin conocer a Meléndrez, lejos de aprobar lo que había hecho, mandó con algunas tropas al catalán Pujol. 
 
Cuando llegó a San Vicente, el cual estaba 9 leguas de Santo Tomás, mandó por el infortunado Meléndrez con el pretexto de que venía a darle su nombramiento oficial. 
 
Este último fue a encontrarse con él a toda confianza (recordemos que ya antes le había enviado un informe petitorio), pero, había sido engañado y su patriotismo iba a ser recompensado con la muerte. 
 
Fue hecho prisionero y fusilado sin darle tiempo de hacer sus declaraciones. Corría el mes de junio de 1855 cuando el teniente José Pujol arrestó y sumariamente ejecutó a Juan Antonio María Meléndrez. 
 
En realidad "merecía honor y no la muerte”. Hasta el periódico San Diego Herald el día 15 de julio de 1855 publicó: 
 
"Tuvimos la oportunidad de escuchar los sentimientos de los habitantes de la región: ningún hombre ha hecho más que Meléndrez para conservar la ofertad de su país. Nadie se merecía más que él”.
 
Finalmente no debe pasar inadvertida y hay que recalcarlo: la actuación de apoyo a la causa de Meléndrez por los indígenas nativos de La Huerta y Santa Catarina, aunados a los de las comunidades Kiliwa y Cucapá, que demostraron en su lucha contra los invasores su verdadero amor por esta su tierra, "su patria” primero que la nuestra.
 
 

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