Agueda Barojas Ontiveros
La
muerte del trabajador agrícola de Chihuahua en las puertas del Hospital
General es un hecho que indigna y preocupa, pero que tiene un origen y
en ese sentido tendríamos que decir que hay más culpables.
Son
culpables también aquellos que con sus políticas públicas han provocado
el desplazamiento social de los más marginados, de los olvidados, de
los de abajo.
También
son culpables quienes permitieron por mucho tiempo que funcionarios
indolentes e ineficientes permanecieran tanto tiempo frente a un
hospital.
Alfredo Cervantes Alcaraz, era un protegido del sistema y caro pagaron quienes lo mantuvieron ahí por tanto tiempo.
Ahora ya es inútil discutir si lo atendieron o no lo atendieron, la realidad es que murió.
Tampoco debemos quedarnos solo con la indignación de la falta de atención, hay que ir más allá.
Son
culpables de esa muerte y otras más que no han ocurrido en las puertas
de un hospital, los gobiernos estatales y municipales que no cuentan
con políticas sociales para ese sector de la población, que los dejan a
merced del cacique del pueblo, del explotador.
Son culpables también los funcionarios del IMSS porque a sabiendas lo que ocurre en esos lugares, solapan y se corrompen.
La
muerte del trabajador agrícola que le dio la vuelta al mundo, no será
en vano siempre y cuando no nos quedemos solo en la falta de atención.
Sí trabajaba en un campo agrícola habrá que investigar cuál era, habrá que saber si tenía o no seguridad social.
Por qué este trabajador fue al Hospital General y no al IMSS?
La muerte de José Sánchez Carrasco no será en vano si sirve para mejorar las condiciones laborales de estos jornaleros.
Si
se exige que el IMSS, la Secretaría del Trabajo y otras dependencias
realicen una investigación sobre las condiciones en las que trabajan y
viven.
Nada
nuevo encontrarán, la historia ya la conocemos, que sirva pues la
indignación para exigirle a quienes gobiernan Sonora, Guaymas y Empalme
que volteen a ver a los trabajadores del campo, que aunque no votan, son
seres humanos.
Cuántos
casos más de desnutrición severa habrá en esos lugares?, Cuánta gente
sin seguridad social?, Cuántos explotados? Cuántos mal comidos que quizá
el día de mañana mueran.
Cuál es la diferencia? Que José Sánchez Carrasco murió en las puertas de un hospital?
Los
que han muerto o morirán de desnutrición en la calle, en la choza donde
viven o en el parque o en el campo donde trabajan no nos van a
indignar?
En
este contexto vale la pena reconocer a los franciscanos que todos los
días sirven 800 comidas a indigentes, jornaleros y familias humildes de
Guaymas.
El
reconocimiento es también para el pastor Rodrigo, un hombre que da
albergue a indigentes y personas que no tienen un techo y comida.
Fuera de ellos, nadie más lo merece y eso debe dar vergüenza
Guaymas: tan lejos de Dios y tan cerca de los escándalos
Aunque
lamentables, más oportunos no pudieron ser para el actual gobierno, los
escándalos que durante el mes de octubre colocaron a Guaymas en el
escenario nacional e internacional.
Guaymas
Puerto de Altura, es el slogan explotado por el gobierno que encabeza
el alcalde Otto Claussen Iberri, pero a estas alturas ya deberíamos
estar pensando en otro que nos defina mejor.
Llegamos
hasta España! Somos conocidos en otros continentes y en honor a la
verdad hay que decir que ni el mismisimo Estado de Sonora ha logrado tal
posicionamiento en muchos años.
En
medios del vecino país del norte no éramos noticia desde el huracán
“Jimena”, en España, creo que desde que Cristobal Colón conquistó
América.
Primero
el tema político y ahora el humano, el que tiene que ver con la
indolencia, el vale madrismo, la indiferencia y el signo de pesos.
La
muerte ronda Guaymas, primero La China y ahora un trabajador agrícola,
dos temas que han servido de válvula de escape para un gobierno
municipal inexistente, para un presidente municipal que nunca se para
por Palacio Municipal, que ‘gobierna” desde el Hotel Playas de Cortés y
que se puede dar el lujo de pasear en lancha cualquier día de la semana y
a cualquier hora.
Mientras,
Guaymas transita entre la indolencia y la indiferencia, entre la muerte
y los escándalos, entre la basura y la corrupción, entre fugitivos y
advenedizos, entre las deudas con PASA y la CFE.
Y nadie se salva, panistas o priistas, gobierno municipal o gobierno estatal. Las culpas están repartidas.
Cada
uno tiene un grado de responsabilidad por el enfrentamiento que
mantienen desde hace tiempo, lo tienen que asumir y lo tienen que
aceptar.
En el enfrentamiento entre panistas y priistas no hay vencedores y sí muchos perdedores.
Ya
no deberían perder el tiempo en sus luchas estériles, al fin que los
ciudadanos están conscientes de que la lucha no es entre buenos y malos,
sino entre iguales.
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