miércoles, 27 de marzo de 2013

LA HISTORIA DE LOS CUATRO CURAS MEXICANOS PEDÓFILOS



México, DF.- El cardenal Juan Sandoval Íñiguez –quien participó el martes 12 y el miércoles 13 en el Cónclave que eligió al papa Francisco– guardó silencio acerca de las actividades de un sacerdote acusado de cometer abusos sexuales contra menores y de las cuales tuvo noticia.

Cuando aún era arzobispo de Guadalajara, el prelado se negó a colaborar en la investigación sobre el sacerdote Nemorio Villa Gómez, como sale a la luz en documentos desclasificados por la arquidiócesis de Los Ángeles.

Así consta en un memorando del 24 de octubre de 2009 de Michael Myers, en ese momento vicario en esa congregación, a Marge Graf, consejera general de la misma: “Se recibió otra denuncia en 2008. En ese momento se creía que el padre Villa estaba viviendo en Guadalajara y fue enviada una carta al arzobispo de Guadalajara notificándole del alegato. Nunca se recibió respuesta”, dice el religioso en la nota consultada en línea por “Proceso”.

En una carta del 23 de mayo de 1994, con copia a Sandoval, el entonces vicario de esa congregación, Timothy Dyer, le pide a Villa que se reúna con él cuando llegue a Los Ángeles.

El 29 de enero de 1996 el sucesor de Dyer, Richard A. Loomis, dirigió una nueva misiva confidencial a Villa y a Sandoval, en la que le niega al primero la renovación de sus facultades eclesiásticas.

508 VÍCTIMAS DE ABUSO SEXUAL

Villa Gómez –cuyo expediente consta de 50 documentos– nació el 7 de septiembre de 1924 en La Manzanilla, Jalisco, y fue ordenado sacerdote el 16 de junio de 1957, en Culiacán. Entre 1964 y 1990, año en el que quedó inactivo, ofició en varias parroquias en Los Ángeles.

Los expedientes –desclasificados por una orden judicial– ofrecen detalles de la política de encubrimiento y connivencia de la jerarquía eclesiástica hacia clérigos acusados de pederastia. Al menos cuatro sacerdotes están implicados en esos hechos: Villa Gómez, Nicolás Aguilar, Fidencio Simón Silva Flores y Willebaldo Castro.

En julio de 2007 la arquidiócesis de Los Ángeles, encabezada entonces por Roger Mahony, se disculpó con 508 víctimas de abuso sexual y la Iglesia llegó a un acuerdo extrajudicial por más de 660 millones de dólares a causa de una demanda en su contra por su complicidad en esas agresiones.

El pasado enero, la juez de Los Ángeles, Emilie Elias, dispuso que los expedientes –122 archivos (que suman unas 12 mil páginas), 83 de los cuales contienen denuncias de abusos sexuales contra menores– se hicieran públicos, así como los nombres de los sacerdotes acusados de pederastia. Pese a ello, los documentos –que se pueden consultar en Internet– están llenos de tachaduras encima de los nombres de los párrocos implicados.

Lo que queda claro al revisar los expedientes es que la arquidiócesis de Los Ángeles dio refugio a clérigos de México, El Salvador, Colombia, España y Filipinas, entre otras naciones, que estaban bajo sospecha de haber cometido abusos sexuales.

Mahony fue arzobispo de Los Ángeles de 1985 a 2011, cuando fue reemplazado debido a los señalamientos de encubrimiento de sacerdotes pederastas. El 1 de febrero de ese año fue separado de todos sus cargos.

Nicolás Aguilar, condenado en México por abuso de menores y quien obtuvo libertad bajo fianza en 1999, es acusado en Estados Unidos por agresiones sexuales contra al menos 26 menores. Una de sus víctimas, Joaquín Aguilar, los demandó a él, a Mahony y al arzobispo primado de México, Norberto Rivera, a quienes acusa de haber protegido al pederasta en 1987.

PERFIL CONOCIDO

Una ficha de la arquidiócesis de Los Ángeles –fechada el 2 de julio de 1993– dice que había rumores sobre Villa, mientras otra, del 12 de julio de ese año, señala: “Suele llevar a niños en su auto para comprar hamburguesas. Me dijeron que los niños lo estaban viendo en la rectoría. Les dije que no fueran a verlo allí. Cuando dejé la parroquia, los seminaristas de San Antonio venían a decir que el padre Villa estaba llevando niños de vacaciones, al cine, etcétera. Entonces hubo un rumor: Alguien pedía dinero al padre o esta persona iría a las autoridades”.

El 30 de abril de 1994 Dyer le envía a Mahony un memorando confidencial sobre esos rumores: “A finales del año pasado recibí reportes de las Hermanas de San Antonio de Padua de que había rumores fuertes sobre el involucramiento del padre Villa con niños años antes de que dejara la arquidiócesis. Lo verifiqué con el padre (tachado), quien fue pastor en esos años, y confirmó que había habido rumores”.

Sobre el sacerdote pesan al menos tres denuncias de abuso sobre hechos ocurridos a mediados de los 60 y entre 1978 y 1979.

Un correo electrónico del 22 de abril de 2002 de un remitente cuyo nombre está tachado, y enviado a Craig Cox, rector del seminario de San Juan en Camarillo, California, da cuenta de un abuso cometido por Villa: “Me abrazó, me sopló en el oído, me tocó los genitales”.

La ficha del sacerdote relata que “la hermana de dos jóvenes notificaron a (tachado) que cuando sus hermanos eran monaguillos” el padre “les mostraba revistas para excitarlos sexualmente. Uno de los hermanos no dirá qué más pasó y no hablará” con la Oficina de Asistencia a la Víctima de la arquidiócesis de Los Ángeles. El otro hermano ya murió.

En 1994 Villa apareció en la parroquia de Jesús Niño, en Guadalajara. El 12 de abril de ese año un sacerdote le escribe a un destinario, cuyo nombre está tachado, para notificar que el sacerdote “me está haciendo el favor de ayudarme a celebrar la santa misa los domingos y algunas veces entre semana, sobre todo cuando su salud se lo permite”.

DEPREDADOR PRÓFUGO

Más grave es el caso del sacerdote Fidencio Silva, acusado en mayo de 2002 por ocho personas de agresión, supervisión negligente y abuso sexual cometido entre 1979 y 1985.

Silva fue ordenado sacerdote el 1 de enero de 1978 en la orden de los Misioneros del Espíritu Santo, en Guadalajara. Entre 1978 y 1995, año en el que abandonó la Iglesia, trabajó en varias capillas californianas.

En una carta del 12 de diciembre de ese año, con copia a Silva, Domenico di Raimondo, superior de los Misioneros, le avisa a Dyer de tres documentos relacionados con las denuncias entabladas. El primero es el “reporte sobre la entrevista con padre Fidencio Simón Silva Flores sobre una acusación de acoso sexual” del 7 de abril de 1995.

Los documentos aluden a un memorando del 3 de abril de 1995, sobre (tachado), “alegatos de un ex novicio, quien denunció que el padre Silva le pedía que se desnudaran, acercamiento sexual. Le pidió que se desvistiera y se sentara frente a él, le pidió tener una erección frente a él. En un momento dado, puso sus manos en sus genitales, encontraron cintas porno en la habitación del padre Silva”.

En un borrador de una carta a Silva del 29 de noviembre de 1995, Dyer declara que los alegatos habían sido aceptados como verídicos y que será reconsiderada su solicitud para futuros ministerios en la arquidiócesis.

Un fax del 2 de abril de 2002, de dos páginas, dirigido a Mahony y en el cual están tachados los nombres del destinatario y del remitente, dice:

“Estoy escribiendo esta carta para presentarle información sobre acoso repetido de un joven por parte del sacerdote Fidencio Silva Flores cuando ofició en la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, en Oxnard. No puedo localizar al padre Flores y le presento esto para que pueda entregar cualquier información que tenga de él a las autoridades. Avíseme del paradero del padre Flores y de cualquier medida que se tome para prevenir que abuse de otros”.

Otro documento, del 10 de abril –aparentemente un correo electrónico con los nombres del remitente y del destinatario tachados y con la leyenda “importancia alta”–, denota que encontraron a Silva Flores: “Pudimos localizarlo en el número (tachado)”. El documento está firmado con las iniciales L. M.

El 12 y el 16 de abril de 2002 un hombre reportó a la Oficina de Asistencia a la Víctima de la arquidiócesis que Silva mantuvo una relación sexual con él entre 1992 y 1994, cuando tenía 20 años. El 27 de marzo de 2003 el fiscal de distrito de Ventura, California, lo acusó de 25 cargos por acoso contra ocho menores.

Fragmento del reportaje que se publica en la edición 1899 de la revista “Proceso”, ya en circulación.

‘AÚN SIENTO SUS MANOS, SU CUELLO, SU ALIENTO…’

SINEMBARGO
Hoy más que nunca resuena el testimonio de varias de las víctimas de abuso sexual por parte de diferentes sacerdotes que hasta la fecha siguen sin pagar por sus actos.

El tiempo “no siempre lo borra todo”. El dolor de aquellos que fueron abusados sexualmente desde pequeños “nunca se olvida”. Así lo aseguraron varias víctimas de abuso sexual cuando se reunieron frente a la Catedral Nuestra Señora de Los Ángeles, para pedir justicia por los crímenes cometidos por sacerdotes y religiosos pedófilos.

“Todavía puedo sentir las manos del cura en mi cuello, su aliento, su cuerpo contra el mío, sus palabras. Hay que ponerse en los zapatos del niño a quien están violando. El sufrimiento nunca se olvida”, aseguro Manny Vega, quien después de más de tres décadas de ser abusado por un cura, no logra borrar esas imágenes de su mente.

Vega, junto a otras víctimas de abuso, se reunieron en ese momento para pedir a la arquidiócesis católica que revelara los nombres de los pedófilos y que fueran llevados a la justicia.

Víctimas y familiares pedían al arzobispo José Horacio Gómez que amonestara públicamente al cardenal Roger Mahony por encubrir a los abusadores, que despidiera a quienes habían abusado y puesto en peligro a cientos de niños, que detuviera las maniobras legales que han retrasado la publicación de documentos que confirman los crímenes, que cooperen con las autoridades y que enjuicien a todos aquellos que han quebrantado la ley, incluyendo al cardenal Roger Mahony.

Como parte de un juicio en contra del padre Nicholas Aguilar Rivera — independiente del acuerdo de 2007–, se revelaron cientos de documentos que atestiguaban que 15 años antes de que el escándalo de abuso sexual saliera a la luz, ellos ya lo sabían. En 1986 y 1987, el cardenal Mahony y el obispo Thomas Curry ya sabían de los crímenes y buscaron maneras de ocultar los abusos para que no se enteraran las autoridades. Los documentos revelados, que no son parte del acuerdo de 2007, atestiguan los crímenes cometidos por 14 religiosos.

‘UN PERDÓN NO BASTA’

La Arquidiócesis emitió un comunicado del obispo Curry pidiendo perdón por sus acciones. En el comunicado, la arquidiócesis declara haber aprendido de sus errores y asegura que no volverán a ocurrir. El cardenal Mahony dijo tener tarjetas de 3×5 en el altar de su capilla con los nombres de las víctimas, por quienes siempre rezaba y mantenía en su memoria. Según Vega, el comentario de las tarjetas era una falta de respeto hacia el sufrimiento de las víctimas.

“El cura que abusó de mi hijo en mi propia casa, había sido transferido desde Wisconsin a California, por haber abusado de otros niños. Las autoridades religiosas lo sabían, pero lo admitieron de todos modos y mintieron a la congregación”, recordó Sherida Ruiz, cuyo hijo fue abusado a los 10 años por el cura que dio la misa cuando falleció su padre. Ruiz dijo que el niño comenzó a comportarse de manera extraña, pero que todos creyeron que se debía a la muerte de su papá. “…me entere del abuso, cuando mi hijo cumplió 29 años”.

Muchos casos de abuso no son reportados porque los niños tienen vergüenza o miedo a represalias. Los documentos dados a conocer revelaron el caso de uno de los pedófilos que había intimidado a su víctima, diciéndole que si contaba algo, lo deportaría a México.

“Cuando nuestros hijos nos cuentan algo, siempre hay que creerles”, aconsejó Ruiz.

Otras de las víctimas, como Joelle Casteix, quien quedó embarazada como resultado del abuso, dijo que cuando le contó a sus padres, no le creyeron. Otros responsabilizaron a los propios hijos: “Mi madre me dijo que había sido culpa mía”, recordó.

“Mis padres me pusieron como monaguillo para que no esté en las calles y me meta en pandillas”, recordó Manny Vega. “Ellos creían que la iglesia era un lugar seguro”.

(Proceso/ 27/03/2013 - 04:01 AM)

No hay comentarios:

Publicar un comentario