lunes, 23 de abril de 2012

GOBIERNAN LOS DELINCUENTES EN SINALOA


Alejandro Sicairos   
Era una mañana cualquiera de un día indistinto. Él esperaba la luz verde en un semáforo de la céntrica avenida de Culiacán. Ni diez segundos faltaban para que la señal de siga le permitiera llegar a su taller de herrería cuando sintió el impacto de otro vehículo en la defensa trasera. Su camioneta vieja resultó con la carrocería abollada pero sin duda el otro, un automóvil de lujo, sufrió daños más aparatosos.


Bajó a reclamar la indemnización del daño pero el sujeto mal encarado permaneció impávido al volante. Pensó que lo mejor era esperar a que apareciera una patrulla de tránsito tratándose de un crucero importante. Volvió al asiento de conductor, subió los cristales laterales y esperó. Nunca se dio cuenta que el otro había pedido ayuda a sus gatilleros y que, como siempre, estos llegaron antes que la policía vial. Se percató hasta que con la culata de un rifle le hicieron añicos el vidrio de la ventanilla y luego le destrozaron la cara golpe tras golpe.

Un día después despertó en el hospital con la noticia de que necesitaba tres cirugías reconstructivas del rostro debido a lesiones maxilofaciales severas. La intervención en quirófano le costaría 200 mil pesos. Ni vendiendo el taller los conseguiría. Lloró de impotencia y preguntó en qué mundo estaba viviendo. Está en Sinaloa, le dijeron sus parientes, donde todos estamos en manos de la delincuencia.

Pensó en alguna forma de hacer justicia. A los agentes ministeriales les dijo que no quería denunciar, mientras repasaba todo el árbol genealógico buscando en su parentela a alguien que desde alguna mafia o al servicio de un capo le permitiera cobrar la agresión sufrida. La ley del talión le daba vuelta en la cabeza antes de que la anestesia lo adormeciera.

Esta historia es una de tantas vivencias que no dejan dudas de quién en realidad gobierna en Sinaloa. Lo sabe el gobernador, el alcalde y hasta el presidente: el control de las calles, los dueños de todas las vidas son los criminales que ven la ausencia de gobierno y aprovechan el vacío de autoridad. Los grandes capos, que antes ejercían control sobre sus pistoleros, hoy les permiten sembrar el terror, hacerse fuertes por la intimidación de las armas. Los cárteles se pulverizan y cada esbirro se vuelve rey en la anárquica jungla sinaloense.

Duele decirlo. Aquí nadie cuida a los ciudadanos de bien. Las instituciones y quienes las presiden han abandonado a la gente a expensas de la delincuencia. Los sicarios roban, secuestran, asesinan, violan y hacen alarde de toda forma de brutalidad a la hora que quieren, en el lugar que sea. La ley funciona contra el más débil, los jueces están entretenidos en vender la justicia, la Policía no ve la prepotencia del hampón pero castiga severamente al dueño de la carcacha que no trae placas de circulación. El gobernador acorazado dice que estamos bien; él está bien. El procurador reparte impunidad. El secretario de Seguridad cuenta los muertos.

Andar en las calles es como hacer un tours en zona de guerra. Accionar el claxon o rebasar puede resultar fatal. Las calles son del hampa, el Gobierno se las ha cedido. El libre tránsito constitucionalmente establecido es otra engañifa en este territorio entregado al crimen. Pobre de aquel que no lo sepa. El que no lo entienda que pague las consecuencias.

Cada colonia, barrio o manzana tiene dueño. La ráfaga anuncia al monarca y los vecinos lo entienden. Para qué denunciar si la misma Policía delata al que se queja. Qué caso tiene pedir la presencia del Gobierno si es la autoridad quien solapa. Es aquí cuando cada quien se encierra con sus miedos; las casas enrejadas y las noches en vela son el último reducto de la impotencia.

Al otro día, cuando amanezca, las cosas seguirán igual. El Gobierno dirá que la inseguridad va a la baja, la Policía allanará el paso a los convoyes del crimen, los gatilleros sentirán que la ciudad y los ciudadanos son de ellos y dejarán en los cruceros y avenidas las huellas de sus brutales designios. El estado de derecho es un discurso, hace tiempo que dejó de ser una posibilidad.

Y volveremos a preguntar en qué mundo estamos viviendo. En Sinaloa, en esta selva donde cada vez es más difícil existir.

Re-verso

Pase usted, excelencia,
en esta tierra sin ley;
si es usted, delincuencia,
siéntase como el rey.

Confesión tardía

Se tardó casi seis años pero al final de cuentas Felipe Calderón confiesa en la Cumbre de las Américas que la delincuencia organizada ha montado un gobierno paralelo en México. Aquí nos había dicho que el Estado le iba ganando la batalla a los cárteles del narcotráfico, pero en cuanto abandona el país exhibe la debilidad de las instituciones frente a un flagelo que —todos lo sabemos— lleva el timón de México, un barco pirata que navega sobre ríos de sangre. ¿Qué otra novedad nos guarda el presidente antes de dejar el cargo?

Caso para Chuytoño

Como si eso tranquilizara a los perredistas que ven amenazado el proceso electoral por la intromisión brutal de grupos delictivos, el gobernador Mario López Valdez les dice que Jesús Antonio Aguilar Íñiguez ha quedado a cargo de la investigación sobre el ataque que sufrió Flora Miranda en Guasave. Agregándole más miedo al miedo.

 

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