domingo, 10 de mayo de 2015

“NARQUITECTOS”


No los construyeron “al a'í se va”. Nada de eso. Le echaron mucho cerebro. Luego buscaron y encontraron el lugar. Entonces sí, planos bien hechos. Cálculos. Orientación hasta la precisión. Resistencia para evitar derrumbes. Cableado eléctrico. Iluminación. Ventilación con tanto extractor como es necesario. Y sobre todo mucha seguridad. Por eso fueron ingenieros o arquitectos los que dijeron cómo, cuándo y a qué horas. Lo demás fue cosa de albañiles. Claro, todos los días bien fiscalizados. Me imagino lo mejor y lo peor para tan esforzados hombres. Primero, les pagaron cumplidamente muy bien.

Más si trabajaron diariamente y hasta que el cuerpo aguante. Fueron empleados por conocidos. Gente de palabra. Mucha confianza. Esos sostenedores “...primero muerto que abrir la boca”. Y segundo: En cuanto terminaron con la obra ni lo esperaban. Balazo en las tetas y el cerebelo para no fallarle. Encobijados. “Enteipados”. Encajuelados. Botado uno en baldío y otro al desolado. Es que sus patrones no les tuvieron buena fe. Como que sintieron malas vibras. Por eso los mataron. No fuera que después anduvieran de comunicativos por allí diciendo cómo le hicieron y para qué. Echarían a perder todo.

Construyen esos túneles siempre cerquita de la frontera con Estados Unidos. Para traspasarla sin pasaporte. Con mucha cocaína. Y cuando no para utilizarlo tantas personas como fuera posible. Hasta niños. Estos hechos traducidos en dólares llegaron a millones sin límite. Y se combinaron con el ingrediente infaltable: La tapadera política.

Así son y he visto los narco-túneles. Nada de albañilería primitiva ni doméstica. Algunos fueron equipados hasta con elevadores de carga en los extremos. También tendieron vías con mucha seguridad y nivel. Casi un pequeño ferrocarril. Parecidos a los de las ferias. Pero con más potencia. Para acarrear cuando menos media tonelada en cada furgoncito. Motores y toda la cosa. Nada de andar empujando como en las películas de viejos mineros. Puro rodamiento preciso.

Ingeniero o arquitecto hicieron lo sorprendente en cierto narco-túnel. Cuando uno se asomaba al fondo veía agua. Espejo como de pozo o cisterna. Pero era pura pantalla. Un mecanismo especialmente diseñado movía enorme tinaco. Y daba paso libre al túnel. Se me hace como que ingeniero o arquitecto se inspiraron en alguna película de James Bond. Dígalo si no: El extremo del lado mexicano estaba bajo una chimenea. Ni quién se lo imaginara. Más ingenio que técnica.

La construcción de los narco-túneles fue de menos a más. Los primeros muy estrechos. Ni cimbras o recubrimiento. Se dificultaba respirar y provocaba ansiedad. Bien para portear cocaína pero engorroso y peligroso para el humano. Necesariamente moverse a gatas soportando piquetes de piedras en rodillas, manos y rozando hombros con pared. Podría provocar un derrumbe. Luego ya no los construyeron angostos. Sin riesgos para operar.

Revestidos piso, paredes y techo con una rociada de cemento. Pero los últimos ya con loseta. Altura suficiente para caminar sin agacharse y librar el techo. Frescura por la ventilación. Casi casi como un paseo turístico bajo las pirámides poblanas. Menos dificultoso que las minas de Zacatecas. O las tenebrosas catacumbas peruanas.

Comenté aquí de un joven egresado de ingeniaría. De cómo quería que lo comunicara con “El Chapo” Guzmán para asociarse. Me confesó haber estudiado forzado por su padre pero la profesión le desagradaba. Lo recordé ahora con los túneles. Ni discutirlo. Fueron planeados por ingenieros o arquitectos a pedido. Me los imagino tratando con los narcos. Por las buenas ofreciendo sus conocimientos empujados por desempleo, necesidad o gusto. O a la fuerza y amenazados.

“Yo soy arquitecto de profesión”, me escribió un caballero. “Y conozco muchos a quienes le encanta construirles a los narcos”. Lo hacen porque la paga es rápida y no hay revisión de precios. Residente en alguna ciudad del noroeste me ilustró: El metro cuadrado de construcción, según los acabados exigidos por INFONAVIT, andan entre mil 600 a mil 750 pesos. Para una buena residencia, va de tres mil hasta cinco mil 500 con buena terminación. Pero si un “comerciante” o “agricultor” se trata, siendo narco y disfrazándose como tales, se puede arreglar facilito en alrededor de 12 mil pesos el metro cuadrado. Imagínense lectores. Con chambitas de ésas, a gusto. También supe que construir estaciones PEMEX “...es la inversión de moda”.

A propósito de obras. Nunca supe quién le construyó la casa a Francisco Arellano Félix en Tijuana. No era maravilla. La visité recién incautada. Tenía pasadizo disimulado al final del pasillo en el segundo piso. De allí al cuarto para los pistoleros. La puerta principal que era de acero se abría con un mecanismo movido por pequeño motorcito. Pero en general nada especial. Allí lo capturaron. También conocí la ocupada por “El Pato” Quiñones, asociado de los Arellano. No era para familia. Cuartos en hilera. Primero y segundo pisos. Unos chicos y otros grandes. Unidos por pasillos en desnivel. Pero todos con salida al patio trasero. Pegados a la tapia, escalones de material como para brincar y escapar. Atrás, un barranco. Patio techado. Estacionamiento muy amplio.

Pero en el piso bocas de tormenta parecidas a las del drenaje o teléfonos. Son entradas disimuladas a sótanos iluminados y ventilados donde almacenaban droga o metían a secuestrados. Vi otra que habitó Benjamín Arellano. Diez recámaras, todas intercomunicadas. Dos pisos. Patio central con arcos como si fuera hotel. Salidas extra por la parte trasera hasta la otra calle. La cocina abajo y el comedor arriba. Me enteré una lujosa: Bajo la loseta del patio gran sótano. Bar de lujo. Pequeña pista para bailar. Cochera amplia. Arriba, una casita para la servidumbre. Una más que nunca la vi pero me contaron: Decomisada al legendario Alberto Sicilia Falcón. Boliche y bar bajo tierra.

Cierto camarada me comentó que a los encargados de estas obras les dicen “narquitectos”. Son muy buenos para diseñar los caprichos mafiosos. Tienen detalles especiales en la construcción de “clavos”. Así les llaman a las casas donde los narcos esconden droga y armas. Yo les agregaría: Secuestrados.

Los conocidos como “narquitectos” son inteligentes naturalmente. Tienen especial sistema: Primero ordenan construir barda alta y alrededor del lote. Así nadie ve la obra. Solamente dejan un portón para entrada y salida de camiones materialeros. Siempre hay alguien o algunos vigilando afuera. Y no cualquiera puede llegar a pedir trabajo. Inmediatamente los corren. Pero muchos ya saben de qué se trata y ni la lucha le hacen. Esto de los “narquitectos” se multiplica. Son muy buenos para casas y túneles. Lástima. El dinero mafioso es más fuerte que su ingenio e inteligencia. Me da tristeza que sean universitarios.

Escrito tomado de la colección “Dobleplana” de Jesús Blancornelas, publicado el 13 de julio de 2012.


(SEMANARIO ZETA/ Columna DOBLEPLANA de J. Jesús Blancornelas /   04 de Mayo del 2015 a las 12:00:50)

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