Durante 2012 México registró un déficit acumulado en su cuenta corriente de
9,249 mdd.
Al
arrancar el año, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, dibujó el panorama
económico al presidente Enrique Peña Nieto. Se mantendría la inestabilidad en
los mercados financieros y la guerra de los precios del petróleo anticipaba que
el precio del crudo mexicano no estaría arriba de 50 dólares por barril. Peña
Nieto, revelaron funcionarios federales, le pidió soluciones con una condición:
que cualquier medida que se tomara tuviera como objetivo proteger la economía
familiar. El presidente sabía que los márgenes para elevar impuestos se habían
agotado el año pasado. ¿Un déficit fiscal? No sería una buena señal para los
empresarios ni para los mercados, pensó. La disciplina fiscal tendría que ser
mantenida. El costo, ahora, sería para el gobierno. Videgaray, a trabajar.
La
primera señal fue el 8 de enero, en la presentación del Estudio Económico
México 2015, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos,
donde Videgaray reveló que se preparaba un ajuste en el gasto público. En el
gabinete empezaron a hacer cuentas y pensar plazos. Según funcionarios
federales, nadie sabía hasta el lunes qué tan rápido sería. El presidente había
apurado al secretario de Hacienda a presentarle el plan de ajuste, porque
quiere anunciarlo la próxima semana. Para enfatizar su premura, la exposición
de los motivos de ese ajuste hecha el lunes pasado en la reunión nocturna del
gabinete en Los Pinos, no la hizo Videgaray, sino Peña Nieto.
El
ajuste será grande, el mayor en la historia de México, e impactará todos los
ámbitos de gobierno. No habría excepciones. Las secretarías que nunca se habían
tocado en esas contingencias, las de Defensa Nacional y Marina, pagarían su
cuota de sacrificio. El general Salvador Cienfuegos, y el almirante Vidal
Soberón, estuvieron de acuerdo. Pero fue más amplio el apoyo. De acuerdo con
los funcionarios que reconstruyeron la génesis del ajuste y la reunión de
gabinete, todos se mostraron solidarios con la iniciativa presidencial. Menos
de 12 horas después, agregaron, Videgaray había empezado su carrusel de
reuniones con sus colegas del gabinete para explorar, caso por caso, en dónde
se haría el recorte.
Funcionarios
federales dijeron que aún no se determina el tamaño del ajuste, pero estiman
que será entre 50 y 55 por ciento del presupuesto, cuyo gasto público
programado es de 3.69 billones de pesos. La tijera se enfocará en el gasto
corriente, donde se ubicará 60 por ciento del recorte. Habrá reducciones en
gastos de operación, servicios personales y áreas de comunicación social,
difusión y propaganda, como primeros rubros afectados. En la otra gran pata del
presupuesto, las inversiones, los sacrificios serán del 40 por ciento restante.
Cada
secretaria y secretario comenzó a hacer sus números y esta semana terminarán de
afinarlos con Videgaray. No se sabe cuáles serán las inversiones que se toquen,
pero varios funcionarios comentaron que se cancelarán obras –gran candidato es
el proyecto del tren rápido México-Querétaro, que podría ayudar políticamente
al eliminar una licitación controvertida– o se ampliarán los tiempos para
terminar una obra –como podría ser el caso del nuevo aeropuerto internacional
de la ciudad de México–. Videgaray deberá tener listos el ajuste para el fin de
semana, para que lo revise el presidente. Si no hay alguna contingencia extraordinaria,
Peña Nieto lo anunciará la próxima semana.
Será
una acción rápida, iniciada en enero, durante la revisión de los dos años
económicos que vienen. Videgaray llevaba semanas de ejecutar acciones
preventivas. En diciembre Hacienda envió circulares al sector central para
informar que se tenía que aplazar el gasto programado por un tiempo mayor al
que estaban acostumbrados, y varios gobernadores, en deshidratación
presupuestal, tuvieron que endeudarse para pagar nóminas. “No nos quedamos sin
dinero”, dijo un funcionario federal. “La medida fue precisamente para que no
nos quedáramos sin dinero”. Las medidas preventivas, agregaron, fueron para que
2015, donde Hacienda ve un buen año, sirva de apoyo para 2016, cuando el
término del plazo de las coberturas petroleras, impactará la economía.
El
diagnóstico durante estos dos años, junto con la expectativa de los precios de
petróleos y la inestabilidad en los mercados, llevó a Peña Nieto a plantearle a
Videgaray el recorte presupuestal. Chocaba con el plan presidencial para este
año, que era la promoción intensa de la economía familiar, y dejar de lado las
reformas estructurales, poco asequibles para la mayoría de la población. Pero
en las condiciones económicas del mundo, pensó Peña Nieto, su protección no iba
a ser posible. El presidente dijo que había que mantener la estabilidad, para
cuidar la macroeconomía. Un descuido produciría altas tasas de interés e
inflación, que afectaría principalmente a los grupos socioeconómicos que el
presidente quería cuidar. El ajuste tendría que salvaguardarlos.
La
decisión del recorte debió haber sido dolorosa para Peña Nieto, porque va
contra su naturaleza político-electoral. En este año donde más de la mitad del
padrón electoral del país irá a las urnas, lo menos pensado era un recorte al
gasto, por la afectación en los programas sociales que siempre inciden sobre
las clientelas del electorado. Pero el presidente fue intransigente. El
gobierno tendría que apretarse el cinturón como nunca antes lo había hecho.
Probablemente impacte en las elecciones, pero Peña Nieto jugará a lo seguro. Lo
único por lo que los mexicanos lo pueden mandar unánimemente a la hoguera, es
una debacle económica. Perder la elección hoy o después por el ajuste
draconiano, será secundario. Finalmente, en 2018 su nombre no aparecerá en la
boleta electoral.
Twitter:
@rivapa
(EL
FINANCIERO / COLUMNA ESTRICTAMENTE PERSONAL DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 29.01.2015)
No hay comentarios:
Publicar un comentario