martes, 19 de marzo de 2013

‘MI HIJO NO ERA DELINCUENTE, NO MANCHEN SU NOMBRE’



Paola A. Praga/Zócalo
Saltillo.- A veces, Rosa Elvia Mercado le dice a su esposo Joel “tengo ganas de que mi hijo me dé un abrazo, de que me dé un beso”, pero él no sabe qué responder. No hay nada que pueda hacer para regresárselo con vida.

Este año, Jorge Antonio Mercado Alonso cumpliría 27 años, pero fue asesinado por militares hace tres años dentro del Tecnológico de Monterrey, en la Sultana del Norte.

“Cada vez que nos acordamos de él nos acordamos de cuando era niño, de cuando era un adolescente y la madurez espiritual que él cogió en sus último seis meses de vida”.

Así lo inmortaliza su madre, en la sala de su casa, donde hay fotografías de familia. Acompañada de su esposo y padrastro de Jorge, Lorenzo Joel Medina Salazar, habla sobre los tres años siguientes a la tragedia, durante los cuales el dolor se ha negado a abandonar la memoria de Jorge.

Pero antes de hablar pide un minuto para hacer una oración: “Bendito Dios y padre celestial, te doy gracias por este tiempo, que me acompañes para responder lo que tu quieras, te pido sabiduría para la reportera y el fotógrafo para que ellos hagan su trabajo, que sea tu voz y tus pensamientos para que yo los comunique”.

Abre los ojos y entonces comienza a recordar nuevamente el momento en que cambió su vida, el asesinato que cimbró a toda la familia y que le vino a demostrar la fortaleza y el gran amor que pudo sentir como madre.

“Veo sobrinos, veo a hijos de amigas, que son más o menos de su edad y me acuerdo. Digo: ‘así estuviera mi’jo’. Sí pienso qué tanto hubiera cambiado en su físico o en su forma de ser, y a veces decimos mi esposo y yo ‘y si se hubiera casado ¿cómo le hubiera ido?, ¿y si hubiera seguido con su beca?’ Pero era muy ocurrente y preferimos quedarnos con esa imagen”.

Aún recuerda cuando supo del tiroteo que le arrebató la vida a Jorge. Lo primero que hizo fue buscar a su hijo. Le marcó en varias ocasiones a su celular, pero ante la nula respuesta, decidió viajar a Monterrey. Allí tuvieron que trasladarse al Servicio Médico Forense para reconocer el cuerpo de su hijo y de su amigo.

En el tercer año de sus vidas sin Jorge, su único hijo, Rosy continúa fuerte gracias a su fe. “Seguimos nosotros igual o peor que hace tres años, porque cada día lo extrañamos más, pero Dios nos levanta, es el que nos dice qué hacer”, asegura.

“Es una lucha espiritual, a diario le pido a Dios que me dé la fortaleza y yo se que Jorge está en la presencia de Dios. No me mortifica, pero no lo veo justo que siendo una persona como fue, dedicado a la escuela, deportista, un hijo maravilloso, un nieto muy cariñoso, como sobrino era muy querido por todos su tíos, sus primos lo añoran, no es justo que hayan dicho que ellos eran sicarios”.

Jorge era el único hijo del matrimonio. Ella maestra y él ingeniero en Electrónica, orgullosos de sus profesiones, aseguran que la máxima injusticia y el sentimiento de dolor fue el haber manchado el honor de su hijo haciéndolo pasar por un delincuente.

“Que las autoridades pidan una disculpa pública por manchar el nombre de mi hijo, por señalarlo como parte de la delincuencia”, dice con un dejo de frustración y de una inquebrantable necesidad de justicia.

Aunque avala que la Suprema Corte de Justicia haya decidido que los delitos cometidos por militares en activo que afecten a ciudadanos sean competencia de los tribunales civiles, prefiere dejar el caso en manos de la “justicia divina”.

“La verdad, si son juzgados o no, es una cuestión secundaria; para mí, quienes mataron a mi hijo se tienen que arrepentir porque si no se van a ir al infierno, tienen que pedir perdón a Dios porque destruyeron un templo de Dios, mataron a mi hijo, que tenía la vida por delante”.

Con un nudo en la garganta, el padrastro de Jorge recuerda con cariño al chico con el que convivió desde pequeño y del que extraña las charlas, su perseverancia y su dedicación a la escuela y el deporte.

“Es muy difícil para nosotros, a veces Rosy me dice ‘tengo ganas de que mi hijo me dé un abrazo, que me dé un beso’, yo no sé que responder, sólo nos aferramos a seguir adelante y a recordarlo como fue siempre”.

CRIMEN SIN JUSTICIA

Aquella madrugada del 19 de marzo de 2010, ni Jorge Mercado ni Javier Arredondo imaginaban que terminaría su vida. Habían salido de la biblioteca donde estudiaron por horas, cuando las balas los alcanzaron.

A tres años de su muerte, la impunidad protagoniza el caso. “Recordamos, no olvidamos”, es la consigna de los estudiantes exigiendo justicia por los dos jóvenes que perdieron la vida en un fuego cruzado entre soldados y delincuentes, en una de las puertas del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM).

En 2010, Jorge y Javier estudiaban maestría y doctorado, respectivamente. Ambos habían terminado la Ingeniería Mecatrónica en el Instituto Tecnológico de Saltillo, aunque sólo Jorge Antonio era originario de Coahuila; Javier nació en Baja California.

En el anuario de la generación 2002-2007 resaltan sus nombres en la lista de promedios de aquel ciclo escolar, están registrados como los dos mejores alumnos: Javier, con 9.46, y Jorge, con 9.34. Incluso, fueron finalistas del Concurso Nacional de Ciencias Básicas.

Por su excelente desempeño académico contaban con una beca en el (ITESM), donde estaban a punto de terminar sus estudios de posgrado.

La noche de su muerte, mientras ellos terminaban de estudiar en la biblioteca del campus, el Ejército Mexicano perseguía a unos delincuentes en Monterrey, Nuevo León. Los jóvenes se vieron alcanzados por las balas.

Inicialmente fueron señalados como sicarios, incluso el entonces rector, Rafael Rangel Sostmann, había asegurado que en la balacera ninguna persona de la comunidad académica había resultado herida.

Horas después se supo que los fallecidos no sólo sí eran parte de la comunidad estudiantil, sino que incluso el Ejército les sembró armas y despojó de sus pertenencias, lo que dificultó a sus familiares localizar los cuerpos de los muchachos.

A partir de entonces, estudiantes, indignados ante el hecho, iniciaron el movimiento Asamblea Tec, integrado por alumnos; además, ambas víctimas son recordadas en la red social Facebook: “Descansen en Paz, Jorge Antonio Mercado Alonso y Javier Francisco Arredondo”.

En un video realizado por los propios estudiantes del ITESM, se denuncia la serie de irregularidades y la impunidad en el caso de los dos jovencitos.

“Recibí siete impactos de bala, Jorge recibió seis, dos a corta distancia, ambos fuimos golpeados en el rostro, con un objeto liso y plano cuando agonizábamos. Cuando todo acabó, los militares movieron nuestros cuerpos de lugar y a los dos nos sembraron armas, nos quisieron hacer pasar por sicarios”, se puede leer en dicha página como si de una crónica de sus propias muertes se tratara.

La comunidad estudiantil denuncia que hubo demasiadas irregularidades, pues mientras la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) comenzó la investigación del caso, la PGJ, la PGR y la Procuraduría de Justicia Militar presentaron obstáculos y poca disposición para la investigación.

“Impidieron acceso a información, fotografías, peritajes, reconstrucción de hechos; la PGR declaró el caso cerrado por incompetencia y lo delegó a los tribunales militares. Aún no se sabe qué sucedió en realidad con los militares de la Unidad Néctar Urbano 4; en esa puerta hace dos años estábamos todos, yo también soy Jorge, yo también soy Javier”, se sostiene en la web.

El 12 de agosto de 2010, la CNDH emitió la recomendación 45/2010 dirigida a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), a la Procuraduría General de la República (PGR) y al Gobierno del Estado de Nuevo León.

El organismo encontró elementos que permiten acreditar violaciones a los derechos humanos, a la legalidad y a la seguridad jurídica, a la integridad y seguridad personal, al trato digno y a la información. Asimismo, se quebrantaron los derechos al acceso a la justicia y al honor por actos consistentes en el uso arbitrario de la fuerza pública, tratos crueles e inhumanos, alteración de la escena de los hechos e imputaciones, así como ejercicio indebido de la función pública.

La CNDH aclara que no cuenta con elementos suficientes para definir quién fue el autor de la muerte de los estudiantes Mercado Alonso y Arredondo Verdugo.

Sin embargo, asegura que las evidencias recabadas permiten afirmar que el uso arbitrario de la fuerza pública por parte de la Unidad Néctar Urbano 4, perteneciente a la Sedena, omitió proteger la integridad física de las personas que se encontraban en el lugar del enfrentamiento.

En la recomendación pide a la Sedena se indemnice a los familiares de las víctimas con motivo de la responsabilidad institucional en que incurrieron sus servidores públicos. En caso de ser requerido, se atienda a los deudos física y psicológicamente durante el tiempo que sea necesario.

EXPEDIENTE ESTANCADO

Las credenciales de los estudiantes abatidos nunca fueron encontradas, mientras que en el video de los hechos se muestra cómo miembros de la Sedena destruyen la cámara de seguridad perimetral de la institución académica.

Adicionalmente, los elementos del Ejército sustrajeron el material videograbado por las cámaras de seguridad del ITESM. En el fotograma del video tomado, según sustenta la investigación, se aprecia cómo Jorge Mercado, volteando hacia atrás, corre hacia el centro de estudios, para segundos después volver a la entrada del campus. Por lo que posiblemente observó que Javier ya no venía acompañándolo.

Ambos recibieron impactos de proyectil que no les produjeron la muerte de forma instantánea, aunque no se cuenta con evidencia suficiente para determinar que los elementos militares privaron de la vida a los  estudiantes.

De acuerdo con la CNDH, el testimonio del guardia en la caseta de seguridad, quien se resguardó en el baño de ésta durante el percance, observó a alguien arrastrándose hacia dentro del campus, dejando un rastro de sangre y portando una mochila negra. En el documento en que se realizó la recomendación oficial, se señala que “el guardia reportó a la base un estudiante herido y que escuchaba quejidos de otra persona”.

Y agrega que “el otro guardia, al escuchar el reporte, se dirigió al lugar donde observó los dos cuerpos. Este guardia se detuvo al ver un soldado, quien le indico que se tirara al suelo. En ese momento se escucharon varios balazos”.

A pesar de todas las pruebas, la familia de Jorge hace meses que no recibe ninguna novedad sobre el caso. Al menos una vez al mes, reciben una llamada que únicamente informa, sin detalles, que se trabaja en un proyecto para limpiar el nombre de los estudiantes.

Jorge Mercado Alonso

» De no haber sido asesinado con balas calibre .223, Jorge hubiera terminado su maestría en Sistemas de Manufactura en el Tecnológico de Monterrey, la que cursó por año y medio con una beca, gracias a su promedio de 95.

» De no haber muerto, Jorge hubiera concluido su proyecto de un auto híbrido solar; tal vez, con el grupo de desarrolladores hubiera logrado crear el prototipo de vehículo con motor Stirling y energía solar térmica.

» Jorge tal vez pudo haber cumplido su sueño de participar algún día en las Olimpiadas, porque practicaba gimnasia olímpica desde segundo año de primaria.

» Hubiera seguido con su vida como otros jóvenes de su edad. No tenía vicios, pero disfrutaba de salir a divertirse y seguir cultivando su fe en la religión.

» De no haber sido asesinado, Jorge hubiera podido seguir hablando de Dios y escuchando la música cristiana, como lo había hecho hasta aquel 19 de marzo.

» Jorge pudiera seguir comiendo su comida favorita: enchiladas suizas, y seguiría saliendo con su perro “Mic” a pasear, abrazar a su madre y desvelarse con ella hasta las 3 de la mañana hablando de sus cosas personales.


Javier Arredondo Verdugo

» Javier pudo haber terminado su doctorado en Ciencias de la Ingeniería. Este 2013 hubiera cumplido 28 años.

» De no haber muerto hubiera podido visitar Todos Santos, el pueblo mágico de Baja California Sur del que estaba orgulloso, porque ahí había nacido.

» Si no hubiera perdido la vida, podría disfrutar momentos con su sobrino Saúl, el hijo de su hermana Reyna.

» Javier hubiera definido su proyecto de doctorado, que se ubicaba en el campo de las manufacturas robotizadas, que pretendía aplicar en el sector de la producción industrial.

» Su cuerpo no hubiera sido sepultado en el panteón municipal número dos en su pueblo natal.

» Si no hubiera sido asesinado, Javier hubiera podido seguir con su habilidad para las matemáticas, que desde niño había mostrado.

» Aunque era serio y reservado, junto con Jorge pudiera disfrutar de su amistad, la que tenían hace más de siete años y que los llevó a vivir juntos en Monterrey, para seguir con sus proyectos escolares.

(ZOCALO/ Paola A. Praga/ 19/03/2013 - 03:01 AM)

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