Malova llega
a un pueblo que la Policía reprimió
Luis
Fernando Nájera
Campo Pesquero El Colorado.- El gobernador Mario López
Valdez trasladó su circo y sus funcionarios élites a este campo pesquero, para
tratar de ganar aceptación y legitimar su poder de aplastar la inconformidad
social, repartiendo migajas del presupuesto, pero no justicia.
El alcalde de Ahome, Zenén Aarón Xóchihua Enciso, fue
parafernalia y comparsa en el evento en donde se regalaron promesas al por mayor,
pero cuya obra quedó destartalada justo antes de concluir la perorata.
Delatado por su propia lengua, la conciencia terminó
por develar lo que él había ocultado, deliberadamente: la reconstrucción de la
Escuela Primaria Matutina Melchor Ocampo y Guillermo Prieto Vespertina, dentro
del Programa Cámbiame la Escuela, se había tomado 42 días antes, justo cuando
el mismo Gobierno había acordado aplastar con la maquinaria bélica oficial la
protesta y movilización pesquera para exigir la devolución con vida de su líder
laboral, Victorino Solís Luna, reprobando la pasividad del Estado y reprobando
a las corporaciones policiacas, a quienes consideran, desde entonces, parte de
escuadrones de la muerte.
Si Pitágoras no mentía, la fecha manifestada por el gobernador
fue el 13 de diciembre del 2012, que resulta ser el mismo día en que un pelotón
de soldados y decenas de ministeriales reforzados por agentes municipales a
bordo de patrullas blindadas y artilladas prácticamente sitiaron la comunidad
para atrapar a un puñado de narcomenudistas, cuando en realidad era la
respuesta oficial al repudio social que los pescadores manifestaron el uno de
diciembre de ese año a los gobiernos estatal y municipal por la desaparición de
su líder pesquero y laboral, Victorino Solís Luna, en un operativo policial
encabezado por el director interino, Jesús Carrazco Ruiz.
De 29 años de edad, Solís Luna había sido privado de
la libertad el 23 de noviembre del 2012 y un día después, el 24 de noviembre,
su cadáver localizado en el panteón de El Colexio, Choix, con disparos y
semiquemado.
Exactamente dos meses después del asesinato, del que
los deudos y pescadores culpan a la policía de Mario López Valdez y de Zenén
Aarón Xóchihua Enciso, y tras 42 días de represión, estos llegan ante la
comunidad agraviada y extienden sus manos, en señal de conquista por la fuerza
y con el presupuesto, de la voluntad social. Pero que por respuesta recibieron
el silencio, la espalda, el puño cerrado con el dedo medio extendido de la
diestra de centenares de pescadores que optaron por no presenciar la nueva
afrenta oficial.
López Valdez, habría llegado al campo pesquero en un
camión de pasajeros, acompañado de funcionarios, empresarios incondicionales y
reporteros. Antes, el campo, de no más de siete mil habitantes, había sido
asegurado por la Policía. Un triple anillo de seguridad protegía al gobernador,
desde el aire y por tierra.
En las entrañas, en pleno ombligo de la comunidad, una
romería de estudiantes, acarreados los adolescentes y jóvenes, y los niños
forzados a asistir, llena la cancha. Los discursos salen de los alfiles
oficiales: Reyna Guadalupe Valdez Castro, galardonada por oradora, Francisco
Frías Castro, secretario de Educación, y el alcalde. Retóricos, y entre
alabanzas, predican que el gobernador es el Mesías, y que ellos, los elegidos,
los iluminados, no se equivocan.
La romería gana terreno, pues pocos saben para qué,
porqué están ahí, y no comprenden lo que los tipos en el micrófono hablan. Para
la mayoría de los asistentes, el día sin clases por la visita de Malova es lo
mejor.
Ante la gritería infantil, le dejan la cancha lista a
López Valdez, que se arranca con su refrita estrategia de contar su historia
política, su inicio pobre. Le agrega el cariño que dice sentir por la gente, y
el orgullo que le provocan. Habla, habla y habla. Se lanza lisonjas,
vanaglorias, vivas, aleluyas, glorias, a sus programas de becas, aulas,
uniformes, inglés que los pescadores pueden utilizar para vender jaibas y
ceviche a los gringos que visiten el campo, cuando aquí el turismo es un alíen;
su gobierno, el mejor; el presupuesto, el mayor de la historia; la obra humana,
lo excepcional, pero nada de justicia, de aclarar el crimen en el que se
involucra a la Policía y a los jefes que él mismo defiende.
Observa que los asistentes ya están cansados, y
aprovecha el sopor para hablar lo medular: la inseguridad. Inicia con su
inconformidad en contra de los haraganes y puchadores y desgobernados, al
envenenamiento de niños, al asesinato de jóvenes y al robo de patrimonios, y
ofrece: juntarnos para restablecer el orden y aplicar la ley, pero también los
reprende: pónganse del lado de los buenos, no de los malos; coquetea con plazas
para dos mil policías con sueldo mínimo semanal de tres mil 500 pesos. Por respuesta
obtiene silencio.
Recuerda que aquí se vivió un periodo negro, que debe
darle vuelta a la página; les echa en cara que ellos saben lo que pasa en El
Colorado, y les pide no callar por miedo, por temor. Las miradas del juicio de
reproche le son adversas.
Su discurso no prende, ni enciende al auditorio, y
cambia la estrategia. Recurre a la promesa. Ofrece reconstruir la subestación
eléctrica, obliga al alcalde a comprometer la cerca perimetral, y a 14
asistentes a regalar aires acondicionados para refrigerar la catorcena de
aulas, computadoras. Promete bardear el estadio y ponerle pasto, entonces
recibe aplausos. Satisfecho, se va.
Abajo, en la orilla, los pescadores no se sienten
tocados ni aludidos por la visita del gobernador. Para ellos, lo ocurrido es
mediocre, falso, ruin, pues quieren una sola cosa: castigo para los asesinos de
Victorino Solís Luna, por cuya muerte se puso en predicamento la pujanza de un
sector que estaba creciendo sin un solo peso aportado por el gobierno de
Malova, sino por apoyo de programas federales.
Para ellos, los pescadores agraviados, el Gobierno
miente en el caso que los indignó, que los airó, porque ahora quiere
desacreditar al muerto.
“No era lo que dicen, quieren hacerlo malo, pero para
nosotros no es así. Que sigan con sus mentiras, este pinche Gobierno”, dice un
pescador que sabe que si es fotografiado o identificado, la Policía llegará por
él, tarde o temprano, o cuando menos, le fabricarán delitos de narcomenudeo,
que para eso son especialistas portando una capucha negra.
Juan de Dios Armenta, tesorero del Comisariado Ejidal
de El Colorado, afirma que con o sin la visita del gobernador, Mario López
Valdez, aquí se respira lo mismo: miedo e incredulidad.
(RIODOCE.COM.MX/
Luis Fernando Nájera /Martes 29 de enero
de 2013)
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