La Revolución
de Octubre de 1917, liderada por Lenin, se presentó en un primer momento como
democrática, una secuela del hito francés de 1789. Pronto diversos
historiadores cuestionaron esa tesis y argumentaron que, en realidad, fue un
acoso callejero al gobierno provisional liderado por Alexander Kerensky. Surgió
la pregunta: ¿Fue una revolución o se trató de un golpe de Estado?. El debate
–que durante décadas polarizó lo mismo a políticos que a intelectuales e
historiadores— se mantiene aún ahora, cuando ese hecho histórico cumple cien
años.
Moscú.-
En Rusia suele decirse que los liberales siempre fallan al país. Pero, como
ocurrió en los primeros años de Boris Yeltsin, su potencial hace contener la
respiración al mundo…
Durante
unos meses en 1917, entre febrero y octubre, no hubo zar y tampoco dictadura
del proletariado. Ése inclasificable periodo sigue entreteniendo a los
historiadores: semilla de lo que no pudo ser o autopista hacia siete décadas de
opresión.
La
Revolución de Febrero se focalizó en Petrogrado (hoy San Petersburgo). Los
miembros del Parlamento imperial asumieron el control del país, formando el
gobierno provisional ruso, que tuvo que lidiar con los reveses militares
sufridos durante la Primera Guerra Mundial: el ejército estaba al borde del
motín total. Así se produjo lo que hoy se llama un período de poder dual: el
gobierno provisional ruso tenía el poder del Estado, mientras que la red
nacional de sóviets, liderados por los socialistas, y en particular el soviet
de Petrogrado –el más importante y progresivamente bajo control de los
bolcheviques–, aglutinaba a las clases bajas.
En la
Revolución de Octubre (noviembre en el calendario gregoriano), el Partido
Bolchevique, dirigido por Vladimir Ilich Uliánov, alias Lenin, y los
trabajadores y soldados de Petrogrado, derrocaron al gobierno provisional.
La
Revolución se presentó en un primer momento como democrática, una secuela del
hito francés de 1789. Pronto diversos historiadores cuestionaron esa tesis y argumentaron
que, en realidad, fue un acoso callejero al gobierno provisional liderado por
Alexander Kerensky.
Surgieron
las preguntas. ¿Fue una revolución inevitable? ¿Fue en realidad una revolución
o un golpe de Estado?
El
historiador británico Orlando Figes, en su libro La tragedia de un pueblo,
señala al respecto que “el terror y la utopía estuvieron estrechamente
ligados”.
Stalin, Lenin
y Trotsky. La deriva del poder. Foto: State museum of political history of
Russia
DEBATE
Lenin
pasó casi todo el periodo revolucionario en el extranjero, refugiado en Suiza
desde 1914. Regresó con ayuda de Alemania, que le dio medios para llevar a cabo
una propaganda imparable, pues era la llave para sacar a Rusia de la guerra.
Este concepto de “revolución impulsada desde fuera” es extremadamente impopular
en la Rusia de Vladimir Putin, que en sus discursos ha criticado las
“revoluciones de colores” (alzamientos ciudadanos en Ucrania, Georgia o
Moldavia) como intervenciones orquestadas por Occidente para desequilibrar el
área de influencia de Rusia.
Un
punto crucial para la historiografía fue la apertura de archivos soviéticos en
1986. En los últimos años en Rusia el punto de vista sobre la revolución ha
regresado a una óptica más condescendiente con el comunismo y con la figura de
Stalin. Según una encuesta del Pew Center, en Rusia Stalin saca 36 puntos de
ventaja a Gorbachov en cuanto a popularidad.
“Con
el gobierno de Putin, la libertad de la investigación académica ha encontrado
restricciones y hay evidencia de un resurgimiento de la glorificación de
Stalin, en gran parte debido a su papel en la victoria sobre Hitler”, explica a
Proceso la historiadora Nina Bogdan, autora de La desolación del exilio.
“Aunque todavía hay puntos de vista divergentes sobre la historia de la
revolución en Rusia, es difícil hoy en día discernir la magnitud de la
autocensura”.
A
nivel mundial los investigadores se han centrado más en la época estalinista.
Es donde más novedades han encontrado. Entre ellas, el alcance de las
represiones de 1937 y 1938.
Sobre
las revoluciones de 1917, los investigadores se han enfocado recientemente en
los aspectos relacionados con su influencia en otras áreas del mundo, así como
en las repercusiones que tuvieron en las provincias del imperio ruso. También
han estudiado el origen de la revolución, situándolo sobre todo en la
catástrofe de la Primera Guerra Mundial y en algunos aspectos más concreto,
como la actuación de las fuerzas de izquierda no bolcheviques durante el mes de
octubre.
Rusia
era un país esencialmente agrario a principios del siglo XX y uno de los
cambios clave de la revolución fue la desaparición de la propiedad privada de
las tierras, un proceso que Lenin no tuvo claro desde el principio y que esbozó
de manera sólo genérica en sus Tesis de abril.
En
realidad, las ocupaciones de tierra empezaron antes de que él llegase al poder,
y el regreso del frente por parte de campesinos convertidos en soldados sólo
inflamó más la violencia. Por eso el decreto de entrega de tierra de octubre
abrió una vía legal a algo que ya estaba ocurriendo.
¿DE DÓNDE VIENE ESTE GIRO DE LA HISTORIA?
“La
Revolución de 1917 se forjó con dos elementos: populismo histórico ruso, que
viene de varios movimientos de la segunda mitad del siglo XIX, y el bolchevismo
influido por las ideas marxistas sobre la revolución”, explica la politóloga
Mira Milosevich, autora de Breve historia de la Revolución rusa, editado en
2017.
Hasta
los años sesenta imperaba casi en solitario una sola visión: las posibilidades
democráticas rusas truncadas por el golpe de Estado de Lenin. Pero en 1964 el
historiador Leopold Haimson puso sobre la mesa el amplio descontento de la
sociedad en el periodo previo a la Revolución: las agitaciones, la caída del
zarismo y el posterior vuelco del gobierno provisional generaron fuerzas
sociales imparables, y los bolcheviques fueron permeables a estos cambios.
La
discusión quedó así establecida entre dos puntos de vista: el que señala que
hubo una manipulación del pueblo por parte de Lenin y el que ve a los
bolcheviques como un instrumento flexible que se adapta a una situación que se
sale de control, en parte por culpa de los desastres de la Primera Guerra
Mundial.
Robert
Service, profesor de historia de Rusia y ciencias políticas en la Escuela de
Estudios Eslavos y del Este Europeo de la Universidad de Londres, y autor de
Historia de Rusia en el siglo XX, destaca que en la medida que la situación
militar fuese peor para el gobierno provisional, mejoraba la situación política
de los bolcheviques. La gangrena que descompuso al gobierno provisional fue el
ansia agónica del pueblo por lograr la paz en una guerra que Lenin prometía
acabar con el argumento de que ésta era “imperialista”. El Decreto sobre la Paz
fue la primera decisión del nuevo gobierno soviético, el 26 de octubre de 1917.
Una
opinión similar tiene el historiador español José María Faraldo, quien acaba de
publicar La Revolución Rusa: Historia y Memoria:
“Hubo
una verdadera revolución en el imperio ruso en febrero y un golpe de Estado o
alzamiento en la capital en octubre. Pero también se puede considerar todo el
periodo de convulsiones –de febrero de 1917 a la aprobación del primer plan
quinquenal de 1929– como la Revolución Rusa en sentido amplio”, explica en
entrevista con Proceso.
En el
lenguaje de la época, los propios bolcheviques hablaban de un “alzamiento”: una
minoría que se levanta en armas contra el gobierno y lo derroca. “Pero no hay
que olvidar que había una serie de apoyos sociales y políticos a los
bolcheviques que en un primer momento iban más allá de sus propias fuerzas y
pueden hacernos considerar lo que sucedió después del golpe de octubre como una
revolución”, recuerda Faraldo.
En
ese camino hacia el poder fue muy oportuna la deslealtad del general Lavr
Kornilov (conocido por el intento de golpe de Estado al gobierno provisional de
Kerenski) ocurrido apenas un mes antes de la Revolución de Octubre. Los
bolcheviques fueron convocados por el entonces gobierno provisional para
defender la capital. Así se evitó el peligro del golpe militar, pero propició
que los bolcheviques se enfilaran a la toma del poder desde una posición legal.
1917.
Asamblea del Soviet de Petrogrado. Foto: Cortesía de la Embajada de la
Federación Rusa
“TERROR ROJO”
Con
frecuencia se presenta a Lenin como un teórico que llevó la revolución a la
práctica y a Stalin como un dictador cruel.
–¿Se
han juzgado con suficiente rigurosidad las acciones de Lenin durante la
revolución y la guerra civil?, se le pregunta a Javier Redondo, ex director de
la revista La aventura de la Historia
–Goza
de cierta inmunidad porque es un teórico y se le evalúa como tal, aunque se le
reconozca su audacia como hombre de acción, responde a Proceso.
“El
sovietismo lo necesitaba, pero creo que ya hay suficientes elementos de juicio
para evaluar que fue un tirano, un déspota y el ingeniero del terror”, afirma.
Faraldo
no se aparta mucho de ese análisis: “Lenin, sin apropiarse del poder de una
forma tan monolítica como Stalin y sin su carga de ‘ingeniería social’, fue un
gobernante cruel, inmisericorde, que hizo uso sin reserva de la violencia”.
También
es cierto, recuerda, “que no hay una simple continuidad entre el sistema de
Stalin y la República Socialista fundada por Lenin: hubo siempre otras
posibilidades y no sabemos qué habría pasado de no llegar Stalin al poder”
En el
último mes de 1917 Lenin creó la Cheka, el embrión de lo que años después sería
el KGB, la policía política de Stalin. Como ha denunciado Stephane Courtois en
El libro negro del comunismo, la Cheka actuó siempre “de manera arbitraria e
impune”. Sus primeras víctimas fueron, días después de su creación, “los
revolucionarios que se manifestaron a favor de la Asamblea Constituyente”.
El
‘terror rojo’ empezó mucho antes de los años treinta, la década sobre la que
más tinta se ha vertido denunciando los desmanes del aparato estatal. Lenin fue
el que dijo: “Un buen comunista es un buen chekista”.
Son
necesarios algunos matices, según los historiadores consultados. “Ciertamente
Lenin era manipulador, pero creo que podría ser un rasgo compartido por los
líderes en general”, añade Nina Bogdan. Su círculo inmediato consistía en
personas que compartían sus puntos de vista, “pero en 1917, dada la falta de
sofisticación política entre los campesinos, cuyo nivel de alfabetización era
baja, lemas tales como pan, paz y tierra eran lo suficientemente simples para
ganar la atención y el apoyo de las masas”.
Para
algunos historiadores Stalin fue simplemente el mejor discípulo de Lenin. “Puso
en práctica todas sus ideas. Creo que no se ha juzgado con suficiente rigor la
figura y el papel de Lenin en la URSS y en la Rusia actual”, recuerda
Milosevich.
Courtois
también lanza la teoría de que los bolcheviques hicieron el ‘molde’ con el que
se gestionaron no sólo los regímenes comunistas de Asia, Latinoamérica y
África, sino también la feroz dictadura de Adolfo Hitler a partir de 1939.
La
llegada de los bolcheviques al poder conllevó una guerra civil entre rojos y
blancos (antivolcheviques) que no acabó hasta 1922. Courtois cree que no fue
tanto “una guerra entre bolcheviques y contrarrevolucionarios” sino más bien
“una guerra del partido estatal y el Estado contra la sociedad”, una
conflagración “deseada por Lenin desde 1916” que causó la muerte de seis o
siete millones de personas.
El
libro negro del comunismo, escrito por investigadores europeos y editado por
Stéphane Courtois, director de investigaciones del Centro Nacional de
Investigación Científica (CNRS, por sus siglas en francés), aporta datos de
víctimas a manos de esta ideología.
LA LISTA ES ABULTADA:
El
fusilamiento de rehenes o presos sin juicio o el asesinato de campesinos
rebeldes entre 1918 y 1922; la liquidación y deportación de los cosacos del Don
en 1920; los campos de concentración del Gulag entre 1918 y 1930; las purga
estalinistas de 1937 a 1938; la deportación de los kuláks (supuestos campesinos
burgueses) de 1930 a 1932; la muerte de 6 millones de ucranianos en el
Holodomor o la hambruna provocada de 1932-1933, la deportación de personas
provenientes de Polonia, Ucrania, los países bálticos y Moldavia entre 1939 y
1941 y luego entre 1944 y 1945; la deportación de los tártaros de Crimea en
1943 o de los chechenos en 1944.
La
factura en vidas ronda los 10 millones…
Revolución de
Octubre. El juicio de la Historia. Foto: Internet Archive
(PROCESO/
XAVIER COLÁS /24 OCTUBRE 2017)
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