Arturo
Daniel Morales Carmona soñaba con ser un profesionista y conseguir un buen
trabajo con el cual sacar de pobres a sus padres. Foto: Violeta Santiago e Ignacio Carvajal, Blog
Expediente
Ignacio
Carvajal
Ciudad
de México, 29 de agosto (SinEmbargo/BlogExpediente).– Arturo Daniel Morales
Carmona soñaba con ser un profesionista y conseguir un buen trabajo con el cual
sacar de pobres a sus padres; ahora el chico de 13 años no puede anhelar nada
más, su cadáver fue encontrado en un basurero del municipio Agua Dulce,
Veracruz. Tenía dos días desaparecido.
¿A
quién se le ocurre rebanar la garganta a un niño de 13 años?, ¿Por qué hay
gente tan mala en este mundo?, ¿Qué pudo haber hecho Dany para merecer esto?,
se pregunta Irene Carmona Vázquez, de 33 años, mamá de Arturo Daniel. A ella se
le encuentra en una funeraria del pueblito de Agua Dulce – con 46 mil
habitantes-, conformado hace más de 50 años por pescadores y después por
trabajadores de Petróleos Mexicanos (Pemex).
El
poblado es irrigado por las aguas frescas y abundantes del río Tonalá, división
natural entre Veracruz y Tabasco; pese a ser el último municipio en el sur
veracruzano, no se libra de la ola de violencia que envuelve al estado
gobernado por Javier Duarte de Ochoa. El homicidio del pequeño Arturo Daniel
despeja las dudas.
El
cadáver del menor fue encontrado en un basurero de Agua Dulce, Veracruz. Foto:
Violeta Santiago e Ignacio Carvajal, Blog Expediente.
AGUA AMARGA
Agua
Dulce se ubica a unos 30 minutos del puerto de Coatzacoalcos, y por su subsuelo
corren cientos de kilómetros de ductos de Pemex, útiles en el traslado de
combustible y crudo desde el activo Cinco Presidentes a los distintos puntos de
distribución. Al ingresar a la cabecera, uno se da cuenta de la proximidad del
pueblo por el descongestionante aroma de miles de eucaliptos que se erigen en
la carretera, “antes eran más, pero ya los hicieron vaporub”, bromea una
habitante cuando señala los troncos avasallados por la deforestación.
En
Agua Dulce radica el miedo. Esta semana la Fiscalía veracruzana informó sobre
la detención de Édgar Omar Canseco Martínez, alias “El Pelón” o “El Texas”,
cuyo centro de operaciones fue ubicado en Agua Dulce. Desde este lugar, según
el comunicado de la dependencia, mandaba matar, secuestrar y extorsionar.
“Canseco Martínez reconoce su participación en al menos ocho homicidios, entre
los años 2013 y 2015″, señaló el comunicado difundido por el gobierno estatal
el pasado 25 de agosto.
Además,
le achacan el secuestro de Ruth Flores Amado, de 28 años de edad, una empleada
de Pemex a quien secuestraron en mayo de 2015. La familia pagó el rescate pero
no la regresaron, sino dos meses después, en una fosa clandestina.
Antes
de la detención de “El Texas”, uno de los incidentes de inseguridad más sonados
-entre comillas, pues de lo que menos se habla en este pueblo es de los
secuestrados, los levantados y ejecutados- trató del secuestro al ex Alcalde
Jorge Luis Pérez León y a su esposa. Un domingo 28 de junio en la playa, ante
la mirada de bañistas y visitantes. Los delincuentes llegaron con sus
camionetas y armas largas hasta la costa, y tras identificar al ex edil
comiendo mariscos, le ordenaron acompañarlos, como no quiso, le dieron un
cachazo y jalonearon a su cónyuge.
Las
personas en el agua comenzaron correr por la arena. La pareja fue devuelta con
bien hasta el pago de una cifra con seis ceros.
Irene
Carmona, la madre del menor asesinado. Foto:
Violeta Santiago e Ignacio Carvajal, Blog Expediente
EL NIÑO POBRE
En
Agua Dulce mataron hace una semana a una mujer por robarle el mandado y la
tarjeta de débito, tiene unos cuantos meses que unos taxistas fueron levantados
y después aparecieron en otro municipio con hormigas en la boca; acá también
fue el hallazgo de al menos cinco fosas de las cuales exhumaron a unas ocho
personas en 2014, la mayoría decapitados.
Una
de las fosas que no se pudo encontrar fue la del hijo de una mujer mayor, cuyo
nombre no quiere que se lea en la prensa pero contó que una noche, tiempo después
de que habían secuestrado a su hijo, unos sujetos a bordo de una moto le
gritaron al pie de la puerta de su casa que fuera a buscar a un punto
determinado de la zona ejidal de Agua Dulce. La mujer fue al Ministerio Público
y lo dijo, y hasta una trascabo se movilizó para la exhumación, sin embargo,
inexplicablemente, las autoridades dieron marcha atrás; la madre regresó a casa
a seguir soñando el regreso del hijo.
“Su
papá me dijo que lo había soñado de vuelta, lo miraba entrar a la casa, bien
clarito, estaba seguro de su retorno”, relata Irene Carmona sentada en una
funeraria, rodeada de cajones de muerto. Ni uno se mira como para el tamaño de
Arturo Daniel, cuyo cuerpo se enfría más al otro lado de la habitación donde su
madre lo rememora. Han pasado seis horas desde el hallazgo del chico en el
tiradero y las autoridades no liberan sus restos. Los papás le quieren dar
sepultura y acabar con todo esto. Ni si quiera piden justicia. Están intrigados
y confundidos. “¿De dónde puede venir esto?”, se pregunta Irene Carmona.
“El
día que se perdió, teníamos muchas ganas de hablar (ella y su esposo, Sandro
Morales), pero no nos hicieron caso, ni los periodistas. En la Policía me
dijeron que tenían que pasar 72 horas para buscarlo”. La Policía Ministerial,
después de su visita al Ministerio Público la noche del martes, únicamente
levantó un acta circunstanciada. Para Arturo Daniel, un chico humilde, que
trabajaba vendiendo tamales y fichaba en el segundo año de telesecundaria, no
hubo Alerta Amber.
Un
día en la vida de Arturo Daniel era ir a la escuela temprano, a veces con la
panza medio llena, pues la madre debía hacer rendir el plato para otros dos
hermanos.
Al
regreso del colegio, Irene Carmona ya le tenía listo un cubito con tamales para
que saliera a venderlos. “Nosotros nos dedicamos al comercio, yo vendo, su papá
también, aunque también es albañil, chapea en patios, barre en calles. Hace
muchas cosas para salir adelante”.
Daniel
Arturo tomaba su cubeta de tamales y se iba de casa en casa por el centro de
Agua Dulce, “ya tenía sus clientes, a veces le acompañaba su hermano menor, y
les daba 15 y 15 tamales. Todos los vendían, a mi me entregaban 300 pesos de
cuenta”.
El
hermano menor de Arturo Daniel también comerciaba por su cuenta. “Él vendía
pozol -una bebida típica de la zona, de raíces prehispánicas, elaborada con
cacao y maíz-, pero el DIF amenazó con llevárselo, una vez lo hicieron, y ya no
lo volví a dejar ir a vender su pozol”.
El
niño era blanco de la burla de los demás cuando lo veían por la calle con su
cubo de pozol, “se ponía triste, pero luego me decía que era mejor eso a andar
robando”.
El
vicio de Daniel Arturo: “Me llegaba a la casa como a las ocho de la noche,
nunca más tarde, pues después de vender los tamalitos, se iba a jugar Xbox”.
“Yo
en mi casa doy a 15 pesos los tamales, y en la calle, él los ponía a 17 pesos,
y le ganaba dos pesos a cada tamal, con lo que sacaba, se alquilaba un rato el
Xbox y así terminaba su jornada”.
El
corazón de Arturo: “Había veces que no iba al Xbox, se venía a la casa y me
decía: ‘¿mami, quieres que te compre una coca?’ y se iba por ella y me la
invitaba”.
Arturo
Daniel, a sus 13 años, supo del amor: “Tuvo su novia, una niña de 15 años, pero
sus papás a él no lo querían, le quitaron a la niña, le decían que era un
pelafustán. Pienso que porque andaba en la calle vendiendo, porque no se
dejaba, pero ahorita, como están las cosas en este mundo nadie se deja”, dijo
la madre.
Esa
noche del martes, el niño había ido solo a cobrar unos tamales que había dejado
fiados días antes. Dieron más de las ocho y la mamá presintió el peligro; lo
buscaron en el Xbox y no estaba.
“Allí
anduvimos toda la noche, caía un aguacero. Así entre la lluvia andábamos
buscando, preguntamos por muchos lados, entre sus clientes, nada”, recuerda.
A
la mente de Irene Carmona llegaban pensamientos terribles, “mi esposo pedía
hablar con Dios, quería subir a hablar con él, decía que su hijo iba a
regresar, que lo veía venir. Yo sólo sé que mi niño se fue a cobrar los tamales
y ya no regresó”. Irene se marcha. Debe apurarse para preparar el funeral. Será
en casa de los abuelos, pues la de ella, en la colonia Kilómetro 2, es muy
chica. Está en obra negra. “Apenas le estamos poniendo las láminas, somos muy
humildes”.
Son
las 11:00 AM y Arturo Daniel debería estar en la telesecundaria del ejido El
Burro, a donde asistía y no faltaba. Era buen estudiante y se afanaba porque
deseabas ser ingeniero ambiental, pero ni siquiera terminó su primer semana de
clases, en cambio, sus restos yacen en medio de bolsas percudidas, desechos
putrefactos y miasmas de ese tiradero a cielo abierto donde le intentaron
ocultar. Trabajadores de limpia, con un trascabo, encontraron su cadáver.
Los
padres del menor esperan darle sepultura a sus restos, ni si quiera piden
justicia, están intrigados. Foto: Violeta Santiago e Ignacio Carvajal, Blog
Expediente
(SIN
EMBARGO.MX / REDACCIÓN / AGOSTO 30, 2015
- 13:30H)
No hay comentarios:
Publicar un comentario