domingo, 2 de febrero de 2014

UN ZAR CON OLOR A SHAKESPEARE


Renato Sales tiene fama de ser un abogado que resuelve todo, aunque llegar al final de las cosas le genere problemas. Pero desde hace tiempo enfrenta un misterio que, dicho por él, ha sido incapaz de resolver. Se topó con él cuando era procurador en Campeche y notó que ese pequeño estado costero y amigable, tenía la tasa más alta de suicidio del país. En sí, para una comunidad que no enfrenta problemas económicos o sociales graves, era muy poco entendible. Pero cuando descubrió que la mayoría de los suicidios se cometían con hamacas, simplemente se rindió.

Uno puede imaginarlo recordando ese tiempo de Campeche y sus hamacas malditas, con sus gesticulaciones, su voz casi de tenor, sin estar engolada, su risa franca y sus ojos prendidos. Muy lejos la imagen que mostró esta semana ante la opinión pública cuando fue presentado como el zar antisecuestros mexicano, serio y muy formal, para recibir uno de los grandes tareas de su vida: reducir la histórica tasa de secuestro en México de más de cinco por día, que tiene volteado de cabeza al país y acorralado al gobierno.

Pero para Sales, la excepcionalidad de la encomienda, por la gravedad del fenómeno, no representará un esfuerzo extraordinario. A lo largo de su vida, sus encomiendas las ha hecho con una pasión que sorprende. Un abogado que lo conoció desde que era secretario de juzgado para procesos penales, recuerda cuando le llevó la declaración de un cliente donde alegaba su inocencia. “La leyó en voz alta”, dice aún con asombro. “Lo hizo con la voz fuerte, con vehemencia poética”.

Sales está educado en ello. Un hombre sensible que toca piano y recita de memoria las 34 estrofas de “La Suave Patria” de Ramón López Velarde, que declama las tragedias de William Shakespeare, es amante del trabajo de Giorgio Agamben, que ha dedicado su trabajo al estudio de la biopolítica –el poder político y social sobre la vida misma- y el concepto de los estados de excepción, maestro en palíndromas y autor de tres libros de poesía, que es capaz de leer en sus momentos climáticos existenciales, no podía actuar de otra manera.

Sales encontró que la abogada Ochoa se había suicidado. El jefe de gobierno del Distrito Federal en aquél momento era Andrés Manuel López Obrador, a quien en la coyuntura política no le convenía que la investigación concluyera en suicidio. Presionaron a Sales para que cambiara el veredicto, pero el subprocurador respondió que antes de modificarlo, renunciaba. Bátiz le dijo a López Obrador que si se iba Sales, se iría con él. El jefe de gobierno evitó un conflicto mayor y nombró a otro fiscal para el caso Ochoa, Margarita Guerra, cuya investigación llegó a la misma conclusión.

Los resultados no tardaron en llegar. Sales se quedó sin trabajo y se fue a la vida privada, combinando su trabajo de abogado con sus clases en el ITAM de Derecho Procesal Penal, hasta que a la llegada de una nueva administración en Campeche, el gobernador Fernando Ortega, lo invitó a ser su procurador. Durante su gestión en el estado, Sales andaba sin escoltas, en una camioneta Ford Escape que tampoco tenía blindaje. Regresó al Distrito Federal en junio pasado, cuando el procurador general, Jesús Murillo Karam, lo invitó a ser subprocurador de Control Regional y Procedimientos Penales, en sustitución de Alfredo Castillo.

La señora Wallace, una de las activistas más importantes contra el secuestro, tiene como su principal asesor a Samuel González, jefe de la Unidad Especializada para el Combate de la Delincuencia Organizada en el gobierno de Ernesto Zedillo. González tenía era dueño de “Tomo XVII”, una librería donde Sales iba con frecuencia y alguna vez forcejeó por un libro de Noam Chomsky, el lingüista y anarquista estadounidense, un científico profundamente realista pero, sobretodo, un pensador congruente y consistente. Una más de las proyecciones del nuevo zar antisecuestros.
 
(ZOCALO/ Columna de Raymundo Riva Palacio/ 02 de Febrero 2014)

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