sábado, 1 de febrero de 2014

‘QUE GOBIERNO NOS DÉ ARMAS… NO DE LAS QUE MATAN’




“La justicia no se hizo”, dice Raúl Parra, de 22 años, mientras porta con orgullo su uniforme de futbol americano del equipo Jaguares del Cbtis 128, al recordar la matanza de Villas de Salvárcar en la que perdió a cuatro de sus compañeros.

Parra, sobreviviente que recibió tres balazos en su pierna derecha, agrega que “no hay reclamo”, sin embargo, “como dice el entrenador, que el Gobierno nos dé armas… no de las que matan, sino armas deportivas, libros, balones, canchas”, durante el entrenamiento que el equipo tuvo la noche del 30 de enero, fecha en que conmemoraron los cuatro años de la masacre.

En honor a los cuatro compañeros caídos, desde aquella temporada todos los partidos de los Jaguares son dedicados a ellos y, de hecho, cada viernes antes de jugar, en una esquina del campo el equipo se reúne para hacer una oración y pedir a los fallecidos que los cuiden, comenta Parra.

También como homenaje a los victimados aquella noche de hace cuatro años, en la pared del campo que da hacia el bulevar Zaragoza, adentro del Cbtis 128, aparecen inscritos tres valores: humildad, respeto y coraje, que representan las características que definían a sus cuatro compañeros.

El valor de la humildad está dedicado a Rodrigo Cadena.

Fernando Gallegos, entrenador del equipo de futbol americano Jaguares desde 2003, relata que el sábado 30 de enero de 2010, Rodrigo Cadena –mejor conocido como “El Gordo” y número 72 del equipo– y él, se encontraban en el gimnasio.

“El Gordo” ayudaba como entrenador de categorías infantiles y le comentó: “Sabe, entrenador, le tengo una sorpresa… ya conseguí el transporte, unos camiones para traer al campo estiércol, unos costales de semilla y vamos a empastarlo”.

Andaba bien contentote, narra Gallegos.

Sin embargo, “después de ese día no lo volvimos a ver. Pero él nos regaló este campo, nos lo dejó listo y en condiciones óptimas”, dice el entrenador.

Cadena, agrega, era una persona que siempre buscaba ayudar a la gente con gran humildad. “No sé si recuerden –comenta el coach–, pero el terreno de futbol americano del Cbtis antes era un hoyo. Año con año, desde 2004 a 2007, arribaron 140 camiones con material, piedra y lo íbamos emparejando. El sueño de ‘El Gordo’, precisamente era empastar el campo”.

El valor “respeto” plasmado en la pared de la institución está dedicado a Carlos y Brenda. Ellos eran pareja y venían a todos los juegos, dice el entrenador Gallegos. Ayudaban con lo que se pudiera al equipo. Aquella noche de hace cuatro años, ellos se encontraban en la fiesta en Villas de Salvárcar.

Lo que son los azares del destino, comenta el couch, “ellos murieron juntos, abrazados. Era el respeto que se tenían como pareja”.

“Coraje”, el tercero de los valores, va dedicado a Juan Carlos, quien en cada juego demostraba el coraje y una enorme disciplina que prendían y motivaban al equipo. Jugaba en cualquier posición en la cancha y se entregaba como nadie, platica Parra, su ex compañero.

Aquella noche, de acuerdo con los testimonios de los vecinos de las calle Villas del Portal, donde vivían nueve de los 15 masacrados, cerca de la medianoche llegaron varias camionetas y cerraron la calle de lado a lado.

De los vehículos bajaron hombres encapuchados que dispararon contra las personas que se encontraban en el exterior de la casa marcada con el número 1306, luego ingresaron a la 1308 y de ahí pasaron a la 1310, donde los estudiantes se encontraban reunidos festejando el cumpleaños de uno de ellos.

Los jóvenes escuchaban música, comían y departían en la casa desocupada que les habían prestado, porque sus papás no los dejaban salir a los antros por la inseguridad.

El entrenador Gallegos dice que el desenlace de esta tragedia fue algo duro de superar. El equipo se desmoronó y cayó. Fue una situación en la que se detuvo el tiempo, no se podía asimilar lo sucedido.

El tiempo fue el mejor aliado, comenta, “nos aferramos a nuestro trabajo. El compromiso vino a redoblarse y a aferrarse más a esto y reforzar más la creencia de cambiar a nuestros jóvenes. Ellos necesitan estar enfocados en el deporte, la cultura, acompañada de su educación”.

Como consecuencia de la masacre, el ex presidente de México, Felipe Calderón, prometió una unidad deportiva en el sector de Villas de Salvárcar.

“Qué bien que el señor éste –Felipe Calderón– prometió el parque y cumplió... pero y la justicia, ¿dónde queda?”, declaró Luz María Dávila hace tres años, cuando observaba cómo se edificaba la Unidad Deportiva Villas de Salvárcar en aquel entonces.

Luz María es la madre de dos jóvenes asesinados aquella noche.

La unidad deportiva fue construida e inaugurada antes de que Calderón concluyera su mandato, en 2012.

UN “OASIS EN EL DESIERTO”

Un kilómetro antes de llegar al Libramiento Aeropuerto, de norte a sur por la Avenida de Las Torres, se gira a la izquierda. A 500 metros aproximadamente, en la calle Villa del Cedro se encuentra lo que la coordinación de esa unidad deportiva llama “un oasis en el desierto”.

Hace unos días, en los alrededores de esa unidad deportiva, que se construyó en una superficie de 3.5 hectáreas en el fraccionamiento Villas de Salvárcar, en la que la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) invirtió 27 millones de pesos, una multitud hacía uso de sus instalaciones.

Diferentes propósitos. Allí, una pareja caminaba por la banqueta tomada de la mano. Jóvenes del equipo de futbol americano entrenaban jugadas para aplicarlas en el siguiente partido del torneo. Adultos mayores caminaban a la redonda de la unidad. El sonido que se produce entre el choque de una pelota que va a 100 km por hora y un bate de beisbol, se dejaba escuchar. Y por supuesto, el grito de niños jugando, varios de ellos en bicicleta.

Como consecuencia de la masacre fue construido este sitio deportivo, en memoria de las víctimas de la tragedia. Hace apenas cuatro meses fue remodelado el memorial que se encuentra ubicado dentro de las instalaciones de la unidad.

De acuerdo con información proporcionada por la coordinación de la unidad deportiva, la afluencia de personas que visitan el lugar es de 20 mil al mes entre visitantes y deportistas en temporada de vacaciones.

En verano son 5 mil personas por semana las que acuden a realizar algún tipo de ejercicio.

“Miro el parque y me da mucho coraje porque me gustaría ver a mi hijo jugar ahí… pero me lo mataron”, expresó Norma Ortiz, madre de una de las víctimas de la matanza, a principios de 2011.

Una de las coordinadoras del parque deportivo comenta que tiene la percepción de que los padres de los jóvenes asesinados, aunque no los conoce a todos, siguen con el dolor y para ellos siempre es como si la tragedia hubiese ocurrido ayer.

“Deben de sentir coraje, existe el coraje de que te quiten a alguien, te quitan un derecho a continuar con esa labor de ser padre, pero la vida sigue su curso”, expresa la coordinadora.

Agrega que al principio, cuando abrió sus puertas el deportivo, muchos de los parientes de las víctimas estaban algo renuentes “y es algo comprensible”. Hay mucho dolor, es algo que no tiene remedio, ya no se pueden recuperar las vidas perdidas, aparte de que la unidad deportiva costó sangre. La sangre de sus hijos.

Hay que dejar atrás lo más que se pueda ese suceso –dice– y dejar de satanizar a esta colonia. “Tiene gente bonita, que con el paso del tiempo ha hecho suya estas instalaciones. Le tienen un sentido de pertenencia, lo sienten como de ellos”.

El padre de uno de los fallecidos es el que ha pintado los murales plasmados en el plantel deportivo. La coordinadora dice que él “se ha acercado mucho aquí. Su hijo era llamado generación 10, ya que tenía de los mejores promedios en la escuela”, pero pidió la omisión de los nombres del padre y su hijo.

“El dolor une, lamentablemente, crea un enlace entre la gente, esto es lo que ha pasado con este sitio, unió a los jóvenes y no tan jóvenes de esta zona y áreas aledañas”, acota una de las administradoras de la unidad.

El parque deportivo cuenta con un campo de futbol americano y de soccer con pasto sintético, con gradas desmontables para 100 personas.

Además de dos canchas de futbol rápido, una de usos múltiples, una de 30 metros para frontón y un parque de beisbol, así como un módulo de acondicionamiento físico con techumbre tipo velaria; otro lúdico con juegos infantiles; una trotapista de 250 metros y 2 metros de ancho; y una ciclovía de 500 metros de longitud.

Aunque el Gobierno federal fue el que edificó la unidad deportiva en memoria de los fenecidos, su operación depende del Gobierno municipal a través de la Dirección del Deporte.

El mantenimiento lo da el Municipio y hay aportaciones de algunos usuarios con pintura y material para el sitio, dice la coordinadora.

Luz María, la madre de dos de los jóvenes asesinados, no está muy conforme con la construcción de la unidad deportiva. “El parque no nos da seguridad ni para la violencia, y pues, en realidad la justicia todavía la sigue uno pidiendo”.

Alan Guerrero Borunda, otro miembro del equipo de futbol americano Jaguares, quien estuvo durante la masacre y fue herido en la pierna izquierda –en la tibia–, dice que lo único diferente en estos cuatro años es que ellos, sus compañeros, ya no están.

LA AUSENCIA DE SUS AMIGOS.

“Pero nos hemos unido, estamos haciendo lo mejor que podemos gracias a ellos. Les dedicamos cada triunfo y le echamos muchas ganas. La justicia la veo que no existe en este momento, fue algo muy bajo. No fue lo que esperábamos de las autoridades pero algún día todo se paga. Por mientras, a seguir adelante”, expresa en tanto calienta para entrar al entrenamiento, con su uniforme y casco. (Iván Lucio Alvillar/El Diario)

(EL DIARIO, EDICION JUAREZ / IVÁN LUCIO ALVILLAR/ 2014-01-31 | 23:37)

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