sábado, 1 de febrero de 2014

PAN GUAYMENSE: DEL URIBISMO A LA GUERRA DE TRIBUS


La Viña del Señor

Lo que ya se veía venir desde hace rato por fin estalló en la reunión panista de los miércoles ante la presencia del enviado del Comité Estatal Juan Pedro Montijo, quien se hizo presente en la sede blanquiazul porteña para otorgar los nombramientos de la nueva mesa directiva,  luego que a raíz de la salida de Omar Núñez Caravantes, de la presidencia del PAN local, había un vacío en la conducción municipal del partido, pues Lorenia Ruiz Bustamente, quien fue nombrada provisionalmente en el cargo y quien es identificada con el grupo de Francisco Paco Bueno, no supo y así se evidenció ese día, fincar un liderazgo eficaz en Acción Nacional.  

Según testigos del bochornoso evento, antes de que se endemoniaran todo transcurría con normalidad, pues se esperaba que dicha directiva fuera integrada en forma balanceada, con juego para todas las facciones blanquizaules guaymenses, conformadas por cierto con personajes marcados por preferencia hacia alguno de los sonantes a la mano de Doña Leonor en el cada vez más cercano 2015, a saber: Manuel Villegas Rodríguez, brazo derecho del secretario de Gobierno Roberto Romero López, hombre de todas las confianzas del gobernador Guillermo Padrés y Lorenzo Chencho Décima Dworack, conocido armador y agente fiscal en el puerto y gente muy identificada con el excandidato panista a la alcaldía Manuel Aguilar Juárez, quien mordió el polvo en la elección de 2012 ante Otto Claussen Iberri, del PRI.

Todos dan por sentado que de entre ellos dos saldrá el próximo abanderado panucho a la alcaldía, de ahí el agarrón que se traen las tribus azules, alentadas sin duda por las diferencias a nivel nacional entre maderistas y corderistas.

Eso ha desesperado y mantiene enfrentadas a sus huestes, situación en extremo delicada pues podría dividir --¿máaaasss?- al partido, en una elección en que estará en juego la gubernatura, lo que hace prever que el jefe del Nuevo Sonora, buscará mantener el control de todos los hilos de la sucesión para que no se salga de cauce, ahora que los priístas con un Alfonso Elías Serrano, andan envalentonados.

Omar, el innombrable

Los demonios se soltaron cuando  Román Laborín, quien fue tesorero con Omar Núñez, expresó que no aceptó repetir en el cargo porque no estaba de acuerdo en que repitiera la misma mesa directiva  y trajo a colación ---craso error--    el caso Omar Núñez y a La China y se soltó hablando de cuestiones morales.

Sensibles a morir, los “paquistas”, grupo del que formaba parte El Calamardo, se lanzaron con todo contra Laborín y ahí se hizo el merequetengue que rebasó por mucho la capacidad de maniobra del delegado de Juan Valencia, el pastor estatal del PAN e hizo que brotaran lágrimas de Lorenia Ruiz Bustamante, quien así dejó ver su falta de trabajo político al interior del partido con el objetivo de limar asperezas entre las tribus.

Hasta el exalcalde Bernardino El Berna Cruz Rivas, le quiso hacer al “Tyson” en el agarrón.

Del uribismo a la guerra de tribus

Como es sabido, los panistas a diferencias de los priístas y los perredistas porteños, responden a otra lógica y doctrina política y tienen sus propios rituales y maneras de debatir y procesar sus diferencias, pues teniendo un origen común, que no es otro que el uribismo de 1991, el cual de ser un verdadero movimiento de masas y de toma de conciencia ante el avasallador y asfixiante priísmo hegemónico de entonces, con el paso del tiempo, luego del encarcelamiento del José Ramón Uribe y la cooptación del Concejo Municipal panista de 1991 a 1994 por el gobierno de Manlio Fabio Beltrones, la traición al Flaco por parte de Lorenzo Lencho Ramos Féliix y Armando El Pozole Saucedo Monarque, la frustrante candidatura en 1994 de Lorenia Ruiz a la alcaldía, la entronización en la comuna de Mundo Chávez y la “Happy Family”, el triunfo de Sara Valle y la candidatura testimonial panista en 1997, la nulidad del capi Garayzar como candidato, la derrota del Paco Bueno ante el Toño Astiazarán en 2006, el triunfo de César Lizárraga en 2009 y su desastrosa administración y la victimización del Otto en la campaña de 2012 con su consiguiente victoria sobre Manuel Aguilar y la barrida del PAN en todo el municipio, la persecución de panistas por el contralor Héctor  Hernández, un panista chepino, hoy empleado del actual alcalde priísta y el affaire Omar Núñez-La China-Francisco López Lucero-Otto Claussen-Eduardo Gaxiola,  han hecho posible el actual estado de cosas y que mantiene al partido fracturado, sumido en una fuerte crisis de liderazgo y friccionado. 
Lo anterior hace que se viva una guerra intestina de baja y alta intensidad según sea el caso, en donde los grupos cuando menos se espera se dan hasta con la cubeta y la tensión dentro de Acción Nacional, como constató este miércoles pasado el propio delegado no tiene para cuando acabar o al menos aminorar.

Tal situación, si no se ha pensado, en el futuro influirá en el método que se habrá de definir para escoger a los candidatos a los cargos de elección popular para evitar llegar con un partido divido a la justa comicial, lo que sería un suicido para el proyecto del gobernador y aminoraría las posibilidades de repetir en la grande y de pelearle espacios de poder al boursismo en sus bastiones  del sur del estado, cuna del Movimiento No al Novillo.

Por eso, a nadie en el PAN conviene dejar que los chamucos ronden la casa de Carlos Castillo Peraza, aquel ideólogo que advirtió sobre los peligros de ganar el gobierno y de perder el partido.

Los riesgos son muchos

(EL PORTAL DE LA NOTICIA/ Columna la Viña del Señor/ Viernes, 31 de Enero de 2014 11:52) 


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