miércoles, 31 de octubre de 2012

TORREÓN SUEÑA EN ALCANZAR TREGUA CON EL NARCO

Agencias

Torreón, Coah.- En una batalla de cinco años con uno de los cárteles más poderosos de México, la ciudad de Torreón ha visto un fuerte aumento de los asesinatos, quedó sin su departamento de policía y las autoridades perdieron el control de la principal cárcel.

Uno de los principales grupos delincuenciales llegó a Torreón a mediados de 2007 y este centro de manufacturas, minería y actividades agrícolas -considerado alguna vez como un modelo de progreso–, se ha convertido en una de las ciudades más peligrosas del país.

Masacres en clínicas para adictos, hallazgos de bolsas con cabezas y tiroteos en el estadio de futbol han trazado el declive de una ciudad que 10 años atrás era líder en avance industrial tras la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entre México, Estados Unidos y Canadá.

Alguna vez tentadora para la apertura de plantas de empresas estadounidenses como Caterpillar y John Deere y de japonesas como el fabricante de autopartes Takata, Torreón no ha logrado atraer más nombres de peso desde la llegada de estos delincuentes. “Es un polvorín”, dijo el ex alcalde Guillermo Anaya, quien gobernó la ciudad desde 2003 a 2005 y ahora es diputado federal.

Mucha gente en la árida metrópolis localizada en el estado de Coahuila, a 450 kilómetros de la frontera con Estados Unidos, cree que si Torreón no vence pronto a los cirminales, podría necesitar negociar algún tipo de acuerdo con su rival, el cártel de Sinaloa, y dejarle a ellos el trabajo.

Considerado ampliamente como el cártel más brutal, este grupo delictivo ha aterrorizado tanto a Torreón como al resto del estado de Coahuila y algunos funcionarios hacen una clara distinción entre ellos y el cártel de Sinaloa que dominó la ciudad durante años. “Su manera de actuar es totalmente fuera de principios. Los de Sinaloa no se meten (...) con la población”, dijo a Reuters el director de Seguridad Pública de Torreón, Adelaido Flores.

Políticos locales admiten tácitamente que los acuerdos con los cárteles, a veces no hablados, ayudaron a mantener la paz en el pasado antes de que hace seis años el presidente Felipe Calderón lanzara una ofensiva liderada por el Ejército contra el crimen organizado.

En Torreón, estos delincuentes tomaron control de la policía local y en marzo de 2010 rodearon el palacio municipal para exigir que el alcalde Eduardo Olmos despidiera al general Bibiano Villa, que había contratado para hacer una limpieza en el departamento de policía.

“No se podía decir que la policía estaba infiltrada por el crimen organizado. La policía era el crimen organizado”, dijo Olmos.

De manera subsecuente, todos los integrantes de la policía menos una persona fueron despedidos o desertaron. Y durante una semana, Villa y sus escoltas fueron la única policía en la ciudad.

Al principio, la localidad se comportó “de maravilla”, dijo el alcalde Olmos, pero después, los tiroteos, asaltos a mano armada, secuestros y asesinatos se dispararon.

En los primeros nueve meses de 2012 se registraron 830 homicidios en el área metropolitana de la ciudad, que tiene poco más de un millón de habitantes.

TASA DE HOMICIDIOS AUMENTA

Torreón registró 990 asesinatos en el 2011 frente a 62 en 2006 y tiene actualmente una mayor tasa que la de Ciudad Juárez, que fue durante largo tiempo la capital de los asesinatos en México. Sólo el balneario de Acapulco está peor.

Flores tiene la esperanza de que las cosas mejoren a la espera de un debilitamiento de los delincuentes por parte de las fuerzas de seguridad y del cártel de Sinaloa, liderado por el hombre más buscado de México, Joaquín “el Chapo” Guzmán, y considerado una gran empresa internacional del narcotráfico.

Más de 90% de los cientos de presuntos miembros de bandas criminales que han muerto o han sido arrestados en Torreón este año formaban parte del mismo grupo delincuencial, según estimaciones de autoridades citadinas. “Casi están terminando con ellos aquí”, dijo el jefe Flores desde un cerro sobre la ciudad mientras señalaba hacia las empobrecidas zonas occidentales.

Sobre él, una escultura de 22 metros de altura de un Cristo con los abrazos abiertos mira la extensión urbana que ahora es el campo de batalla más sangriento del conflicto. A pesar del revés en este año, ellos todavía controlan el penal de Torreón, dicen la alcaldía y la policía.

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