
La fundadora de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento, recién beatificada, tiene graves antecedentes de discriminación y malos tratos contra integrantes de su congregación.
María Inés Teresa con el papa Juan Pablo II. Fotos:
Especial
Un grupo de ex religiosas de la Congregación de Misioneras Clarisas enviaron
al Vaticano un expediente completo para evitar la beatificación de la madre
María Inés Teresa del Santísimo Sacramento. Denuncian que ésta cometió “faltas
graves de virtudes” por las que no merece estar en los altares. Entre las faltas
documentadas se encuentran que presionó y abandonó a tres religiosas que
dedicaron su vida a la congregación, lo que las orilló a suicidarse.
María Inés Teresa, quien en 1940 manifestó su interés por crear la
congregación y que en junio de 1951 obtuvo la aprobación definitiva de la Sede
Apostólica, recibió la asesoría espiritual del fundador de los Legionarios de
Cristo, Marcial Maciel Degollado, quien en ocasiones le ayudó a tramitar
documentos ante la Santa Sede.
El expediente integrado por las ex religiosas fue ignorado por la
Congregación para la Causa de los Santos, que inició el proceso de beatificación
de la religiosa mexicana en 1992; en 2009 la declaró venerable, y el 27 de junio
del 2011 anunció que sería beatificada.
María Teresa Esquivel, quien fue secretaria general y directora de novicias,
entre otros cargos, durante los 20 años que estuvo en la congregación,
actualmente tiene más de 80 años.
Desde 1993 entregó al Vaticano los testimonios
de quienes habían sufrido “las heridas y traumas” de la acciones ejercidas por
la madre María Inés, y advirtió que los trabajos del proceso de beatificación no
se estaban realizando “rectamente”.
En el documento, en poder de M Semanal, se establece que sólo se
menciona “algo de la parte oscura” de su vida, la que se divide en cuatro puntos
de faltas de virtudes: carencia de caridad y justicia; ambición de lo material,
poder y fama; falsedad e incumplimiento de compromisos contraídos, y pérdida de
la espiritualidad primera.
Además reconoce que “todos somos pecadores”, pero
aclara que “no por eso merecemos el honor de los altares y mucho menos podemos
ser presentados como ejemplo a seguir”.
Al ofrecer detalles, el documento expone que en la falta de caridad y
justicia realizó actos de discriminación en contra de las personas de
descendencia indígena, a las que por sus características no quería en su
congregación; si las aceptaba, las tenía como empleadas domésticas y no dejaba
que las vieran.
Narra que, a la llegada de la hermana Cleotilde García a Cuernavaca, al verla
por la ventana la beata le comentó a quien la llevó (la hermana Aída):
“¿Para
qué me trajiste a ese espantajo? ¡Está horrible!”, debido a que era morena y con
facciones toscas. A sus expresiones se le respondió “Sí, madrecita, pero antes
de que la regrese, oígala cantar”. Y Cleotilde fue aceptada sólo por su
magnífica voz de soprano, pero nunca se le dieron estudios y se le colocaba
atrás del coro para que no se le viera, pese a que era solista.
En una población de Michoacán o Oaxaca, una comunidad construyó una escuela y
el padre del lugar le solicitó que fueran hermanas a dar clases. Al conocer el
lugar, negó el servicio y dijo que de ahí “sólo saldrían vocaciones de inditas
pata rajada”.
Sin embargo, cuando llegaban vocaciones de familias ricas y sin tener
estudios, las aceptaba inmediatamente, aunque fueran feas, vulgares o
morenas.
La madre María Inés cometió abuso de autoridad porque, sin consultar a su
directiva, tomaba decisiones; no respetaba los nombramientos del Capítulo
General y hacía cambios intempestivos sin avisar a Roma.
“Fácilmente mandaba en
virtud de la Santa Obediencia” que inculcaba.
Los cambios generalmente los realizaba con las hermanas que consideraba
incómodas por haberle criticado alguna de sus actitudes.
Además, en contra de
ellas utilizaba los métodos de marginación total o parcial, las enviaba a
lugares lejanos en penitencia, y en otras ocasiones las castigaba públicamente
para que fueran ejemplo: las encerraba en una celda y las mantenía
incomunicadas.
En otras ocasiones, “difamaba y calumniaba” a las religiosas, a quienes
sacaba de la congregación con sus familiares; algunos de éstos después ya no las
aceptaban en sus casas, como sucedió con Engracia García, a quien antes de
llegar a su hogar habló con su papá, y cuando llegó, la corrió y nunca le volvió
hablar.
María Inés denuncia en el documento que en el último año que estuvo con las
clarisas en 1967 fue difamada:
“Se corrió la voz de que estaba enferma de la
mente… e insinuó que era lesbiana”.
Lo más lamentable, indica la religiosa en el
texto, es “el alto grado de depresión que llevó al suicidio a tres hermanas:
Rosalía García Echeverría, Socorro Obregón y Consuelo Mendoza”.
García Echeverría, quien era huérfana y había estado en el internado de las
trinitarias, trabajó como secretaria y chofer casi siempre en la Universidad
Femenina de Puebla.
En 1967, mientras estaba en la obra de Los Ángeles,
California, la hicieron dimitir; sin familia a la cual acudir, se administró una
sobredosis de pastillas.
Socorro Obregón Baranda, quien ocupó cargos importantes con las clarisas, al
tener diferencias con la fundadora tuvo que dimitir. Solicitó que le permitieran
reintegrarse aunque iniciara de nuevo, y entonces se le envió a una de las casas
de Italia; terminada su primera etapa, se le regresó a México y se le informó
que ya no sería aceptada.
Su familia tampoco la recibió y buscó refugiarse con
Cristina Torres, ex misionera en Japón; pero a ésta sus papás no le autorizaron
que estuviera en su casa.
Al ser rechazada, encontró una pistola y se quitó la
vida.
La otra religiosa, Consuelo Mendoza, fue enviada a la misión de Japón. A su
regreso salió del instituto y terminó su carrera de médico; en su casa se
suicidó con un ritual japonés.
El documento, en poder del Vaticano, describe cómo la beata ambicionaba lo
material: poder y fama, sólo para atender a las fundaciones privadas que
ofrecían buenos sueldos y prestaciones.

La madre María Inés (segunda de derecha a izquierda), con mujeres indígenas en México.
PREPARÓ SU CANONIZACIÓN
A varias religiosas a las que les tuvo mucha confianza —se menciona en el
documento—, les habló de su canonización. María Teresa Esquivel describe: “A mí
me dijo que el proceso de canonización iba a ser lento, porque había escrito
mucho, pero que siempre tenía cuidado de lo que escribía para que no se
presentará después un tropiezo a causa de eso”.
Los escritos preparados eran de antes y después de la fundación de la
congregación. También se menciona que perdió la espiritualidad primera
franciscana y que fue notoria.
Tan sólo en su persona cambió la clase de tela de
su hábito de zarga a gabardina, el modelo del mismo; el anillo de plata por uno
de oro, y los zuecos por sandalias.
Y pese a que actualmente hay una misión en África, ella se oponía porque no
quería “vocaciones negras”. A la hermana Raquel Jiménez, quien le propuso abrir
la misión de Sierra Leona, la regresó a México.
“HAY QUE DECIR LA VERDAD”
Gloria Sotelo, quien estuvo ocho años en la congregación, escribió y envió una carta al Vaticano sobre su caso. Actualmente, radica en Querétaro, y en entrevista con M Semanal señala que logró superar la frustración porque la fundadora la sacó de la congregación.
“Sé que tuvo sus errores, y en esto hay conveniencia y política y todo. Pero siempre hay que decir la verdad”.
Gloria, quien mantiene contacto con algunas de las casi 300 hermanas que
decidieron salirse de las clarisas por el trato de la fundadora, comenta que
algunas ya fallecieron, otras se encuentran en asilos, varias se casaron y otro
número de ellas aún son religiosas en obras diferentes, y que viven en Guerrero,
Querétaro, Guanajuato y Chihuahua. Tan sólo una ya no es católica.
“Cada una
tiene su historia, cada una envió a Roma un documento, pero no obtuvieron
respuesta”.
A sus más de 80 años de edad, Teresa Esquivel, quien vive actualmente en
Anáhuac, Chihuahua y es cuidada por tres religiosas, sentenció: si se investiga
y se obra con prudencia y fidelidad a Dios, María Inés Teresa “a santa no
llega”.
El camino a los altares
La madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento (Manuelita de Jesús Arias
Espinosa) nació en Ixtlán del Río, Nayarit, el siete de julio de 1904.
El siete de junio de 1929 ingresó al monasterio de las Clarisas
Sacramentarias, que, a causa de la persecución religiosa en México, se
encontraba en Los Ángeles, California; ahí recibió el nombre de María Inés del
Santísimo Sacramento.
El 12 de mayo de 1945 colocó la primera piedra de la Casa Madre, en
Cuernavaca, Morelos.
El 22 de junio de 1951 recibió la aprobación apostólica con el nombre de
“Congregación de Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento”, y la madre María
Inés fue nombrada su primera superiora general.
Falleció el 22 de julio de 1981.
Su proceso de beatificación inició en 1992 en Cuernavaca, Morelos, y en Roma
en 1993, y se cerró en 1996 en el Vicariato de Roma. Sus virtudes heroicas
fueron reconocidas por el papa Benedicto XVI el tres de abril del 2009, y el
milagro el 27 de junio del 2011; se aprobó que fuera beatificada el 21 de abril
del 2012 en la Basílica de Guadalupe, y será conmemorada cada 22 de junio.
El milagro por el cual fue beatificada consistió en que el 17 de junio de
2001 Javier Carrillo Guzmán cayó a una alberca cuando tenía un año y tres meses.
Sufrió asfixia, casi ahogamiento, y como consecuencia miocardiopatía hipóxico
isquémica, más encefalopatía hipóxica difusa y estenosis subglótica.
Lo
internaron en terapia intensiva pediátrica del hospital San Javier en
Guadalajara y su situación se agravó.
Los familiares encomendaron el caso a la
intercesión de la sierva de Dios, María Inés Teresa Arias, y siete días después
el niño empezó a respirar por sí mismo.
El nueve de julio lo dieron de alta y
está totalmente sano.
El sábado pasado se realizó en la Basílica de Guadalupe la ceremonia de
beatificación de la fundadora de las clarisas, la cual presidió el cardenal
Angelo Amato, prefecto de la Congregación de la Causa de los
Santos.
(Redacción M Semanal)
Me quiero vomitar ahora si textual que poca madre, ojala tarde que temprano esta "pseudo beata" haya tenido lo que su actuar merece. Soy testigo del actuar de algunas de estas clarisas, clasistas y racistas y tuve el privilegio de conocer a la MADRE con mayúsculas SOCORRO OBREGON BARANDA entonces directora del Instituto Scifi Cd. de México Col. del Valle.
ResponderEliminarCuanta injusticia, Dios la haya perdonado y le haya dado el descanso eterno, a una madre que despues tanto sufrimiento si merecía ser beatificada, muy querida y admirada MISS SOCORRO, DESCANSE EN PAZ.