lunes, 20 de febrero de 2012

EL CHAPO SE ADUEÑA DE PERÚ



Miguel Ángel Vega   
Desde hace algunos años, el cártel de Sinaloa se instala en Perú en busca de nuevas rutas para el trasiego de droga, incrementando la presencia de sinaloenses en ese territorio, incluso en sus cárceles.

A principios de la década pasada, los cárteles mexicanos observaron que el Gobierno estadounidense orquestó un plan para introducir sus fuerzas y tácticas de inteligencia a Colombia, principalmente para disminuir la siembra y trasiego de cocaína de ese país hacia Estados Unidos y el resto del mundo.

No pasaron muchos años para que la Casa Blanca y la DEA lograran su cometido y en el 2011 le meta finalmente fue lograda: Colombia ya no fue el principal proveedor de coca en el mundo: la operación había sido… “un éxito”.

Y sin embargo, más que arreglarse el problema, se generó un fenómeno conocido como “el efecto globo”, que mientras se aprieta una región con fuerza, el problema se desplaza a una parte aledaña, pero sin solucionar el conflicto.

Es precisamente por ese fenómeno que el Gobierno de Perú ha visto en los últimos años cómo, poco a poco, su región se fue convirtiendo en el principal exportador de cocaína en el mundo, rebasando así a Colombia en ese rubro.

El propio primer ministro peruano, Salomón Lerner, ha declarado públicamente que se siente “avergonzado” de que Perú sea identificado como el más grande exportador de coca, por lo que el gobierno del presidente Ollanta Humala “tiene meses desarrollando estrategias para reducir la siembra de coca en las zonas cocaleras de ese país”.

No obstante, la administración peruana no contaba con la presencia del cártel de Sinaloa, que poco a poco se ha incrementado en ese país, al grado de dominar ya el 70 por ciento de su territorio, incluso, cohabitar con grupos como Sendero Luminoso, que de acuerdo con la Policía Nacional de Perú, proporciona protección para los campesinos que trabajan para los operadores del Joaquín el Chapo Guzmán e Ismael el Mayo Zambada.

“Obviamente que es una situación grave, porque tienen formas de trabajar diferentes a como trabajaban los cárteles colombianos y es algo que el Gobierno peruano ha batallado para descifrar”, dijo Darío Hurtado Cárdenas, director de Fronteras de la Policía Nacional de Perú (PNP).

Las cárceles en tanto se siguen poblando de narcotraficantes mexicanos que son arrestados tratando de llevar sus cargamentos de droga a México para de ahí distribuirlos a otras partes del mundo, generando un clima de violencia que poco a poco empieza a sentirse en Lima y otras ciudades de ese país.

Ha sido tal la afluencia de mexicanos arrestados que el gobierno de ese país está considerando que todo originario de este país que quiera entrar a Perú, tramite antes una visa para conocer qué negocios lo llevan allá.

En tanto la siembra de la planta de coca sigue creciendo y ni la ingerencia del Gobierno estadounidense, ni los esfuerzos que hace el Gobierno de Perú parecen detener su producción que, desde el 2011, convirtieron a Perú en el principal exportador de coca en el mundo y al cártel de Sinaloa en su principal operador.

Sendero Luminoso, brazo armado del cártel de Sinaloa

Darío Hurtado Cárdenas, director de Fronteras de la Policía Nacional de Perú y ex zar antidrogas de ese país, explicó cómo el cártel de Sinaloa ha financiado al grupo terrorista Sendero Luminoso para que brinde protección a los campesinos que producen y transportan la cocaína en ciertas regiones.

“Esto principalmente lo hemos visto en las cuencas del Valle de Huallaga y el de Vrae, que es donde opera este grupo, y donde creemos que el cártel de Sinaloa tiene mayor afluencia”, dijo Hurtado Cárdenas en entrevista telefónica con Ríodoce.

El general precisó que esta presencia la han sentido incrementarse en los últimos cuatro o cinco años, y que desde entonces, quienes coordinan las fuerzas del cártel de Sinaloa han establecido todo tipo de contactos para realizar sus operaciones y aplicar su logística de tráfico de drogas.

“A diferencia de los cárteles colombianos, los de Sinaloa han resultado difíciles por su diversidad, ya que mientras unos siembran la droga, otros la cosechan, otros la mueven de un lugar a otro, otros la trasladan a las grandes ciudades, otros la sacan del país, y detrás de todo eso están quienes coordinan todo, que son los que financian, y por eso es difícil golpear a esa organización, porque se agarra a uno y a la semana ya hay otro en su lugar”, observó el jefe policial.

De acuerdo con el Instituto Nacional Penitenciario de Perú, de dos mexicanos presos que había en todo Perú hasta el 2007, la cifra se disparó a 109 al 31 de enero del 2012 y al menos el 13 por ciento de ellos acusados por delitos relacionados con el tráfico de drogas.

“En el 2008 ingresaron 10, en el 2009 fueron 6, en el 2010 llegaron 31, y en el 2011 se arrestaron a 30 más”, expuso la vocera de esa dependencia, Janeth Sánchez, en un comunicado enviado a esta redacción.

Hurtado Cárdenas explicó que en todo el territorio peruano puede sentirse la presencia de mexicanos, aunque ello no significa que todos ellos se dediquen a actividades derivadas del tráfico de drogas, sino que muchos pueden ir por cuestiones de negocios lícitos, pero que es innegable que muchos de otros van porque tienen algún nexo con el mundo del narco.

“Y hemos visto que empresas que se cree que lavan dinero empiezan a aparecer, como seguramente ocurre en todo el mundo, y es algo que el Gobierno de Perú investiga”, comentó Hurtado Cárdenas.

Como una forma de controlar el problema, las autoridades peruanas buscaron estrategias para desarticular los mecanismos de tráfico de droga de algunos cárteles mexicanos, particularmente el cártel de Sinaloa, y lo primero que hicieron fue irse de lleno contra el dirigente de Sendero Luminoso en el valle de Huallaga, Artemio, a quien el pasado 12 de Febrero arrestó la Policía Nacional de Perú, sin embargo, ningún “coordinador” del cártel de Sinaloa pudo ser aprehendido en ese operativo.

La coca, el gran negocio
De acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas, el costo de un kilo de cocaína en la selva peruana es aproximado a los 350 dólares. Una vez en Estados Unidos la droga alcanza los 28 mil dólares, mientras que en Europa llega alcanzar los 60 mil dólares.

Esos costos exorbitantes han convertido a Perú en el principal exportador de cocaína en el mundo, aunque no necesariamente en el principal productor, quien sigue siendo Colombia, según datos de la Oficina Nacional para el Control de Drogas de Estados Unidos.

“Colombia sigue siendo el principal sembrador de coca, pero Perú se ha convertido en el principal productor potencial de esa droga en todo el mundo”, dijo Gil Kerlikowske, director de la Oficina Nacional para el Control de Drogas de Estados Unidos.

En un comunicado enviado por esa dependencia a Ríodoce, se explica que la capacidad potencial de producción que tuvo Perú en el 2011 fue de 325 toneladas métricas de cocaína, mientras que Colombia apenas fueron 270.

Jaime Antezana Rivera, especialista en cultivos de hoja de coca ilegal y narcotráfico, y catedrático del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Perú, explicó que poco a poco Perú fue escalando peldaños en el cultivo de la planta de coca, pues de sembrar apenas 38 mil hectáreas en el año 2000, llegó a las 61 mil 200 en el 2010.

“Estamos en una etapa en que en el Perú produce 3.1 toneladas métricas de coca por hectárea, al año, lo cual es devastador”, dijo el especialista.

Esa situación, según Antezana y otros especialistas, ha sido producto de la gran presión que Estados Unidos ejerció sobre Colombia para controlar la siembra de coca en esa región, lo cual habría provocado el “efecto globo”, como le llaman los expertos a como los narcotraficantes se mudaron de Colombia a Perú, ante la fuerte presencia de fuerzas estadounidenses en territorio colombiano.

Actualmente los tres principales productores de coca en el mundo son Colombia, Perú y Bolivia, aunque de esos tres Perú es el principal proveedor, dado que aunque los colombianos siembran más coca, en ese país decomisan la mitad de la droga, situación que no ocurre en Perú.

“Lo que sucede es que Perú carece de una estrategia antinarcóticos, como la tiene Colombia, lo cual hace que si ellos (los colombianos) procesan diez toneladas de cocaína, por poner un ejemplo, el Gobierno le decomisa seis, mientras que en Perú se producen siete toneladas y el Gobierno asegura solo una, de tal manera que es del territorio peruano de donde termina saliendo más droga”, explicó Guillermo Galdós, periodista peruano, corresponsal de la BBC de Londres.

El consenso al final siempre fue el mismo: el cártel de Sinaloa es quien controla el territorio con mayor potencial.

“Ese grupo es muy bueno para los negocios y parece como si estuvieran en todas partes”, enfatizó Galdós, quien hace un par de semanas estuvo en Culiacán para trabajar un reportaje sobre la ciudad que “muchos conocen como la cuna del narco”.


LAS RUTAS DEL MAL
Para que la cocaína llegue de sus lugares de origen, en Perú, Colombia y Bolivia, hasta Norteamérica, debe atravesar primero Centroamérica, envenenar a miles de personas, sobornar a cientos de policías y asesinar a decenas de personas, sin mencionar los arrestos.

Lo anterior fue enfatizado en su momento por el exembajador de México ante la ONU, Jorge Montaño, quien mencionó que tan solo en el 2010 se cometieron más de 6 mil 500 homicidios en Guatemala derivados del tráfico de drogas.

En Costa Rica se realizaron 53 mil 689 arrestos relacionados con drogas y armas, informó el Ministerio de Seguridad de ese país. Desde esas declaraciones a la fecha, no ha cambiado mucho.

Centroamérica, el corredor de la muerte, es la víctima de las grandes organizaciones del narcotráfico en México.

De acuerdo con un mapa elaborado por Stratfor, gran parte de los cargamentos de cocaína se mueven por tres rutas. La primera desde Colombia por aire a El Salvador, Honduras y Guatemala, desde donde es introducida a México por tierra vía Chiapas, Oaxaca y Guerrero.

La segunda ruta entra por el Pacífico y llega a México a través de Acapulco y el puerto de Lázaro Cárdenas, desde donde la droga se reenvía a Puerto Vallarta, Mazatlán y Culiacán.

La tercera va por el Golfo de México y el Caribe, procedente de Colombia, Venezuela y Brasil. Llega a las ciudades mexicanas de Veracruz y Cancún. Y de ahí, principalmente a los Estados Unidos, el gran mercado, donde por arte de magia la droga de distribuye sin ningún problema. O casi.

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