Zócalo/Revista Visión Saltillo
Saltillo.-
Inmortalizando los episodios de amor que lo hicieron sufrir dulcemente, Genaro
presionó con fuerza la bufanda que usó para asfixiar a su amado, obsesionado
con la idea de matarlo para no seguir padeciendo los estragos de su tormentosa
relación.
Con el rencor de un
enamorado despechado, el menor esperó hasta que el tiempo le acomodó las ideas
y junto a sus amigas se deshicieron del cuerpo, tirándolo entre el monte para
borrar las huellas de un crimen “perfecto” que perdió la etiqueta cuando el homicida
narró lo ocurrido a las autoridades.
Rodeado de un total
misterio, el homosexual de aspiraciones afectivas creó un mundo propio
utilizando a su compañero de aventuras para lograr la encomienda, aunque para
eso tuviera que mancharse las manos… con la sangre de su novio.
TÓRRIDO ROMANCE
Apenas despuntaba el
año cuando el quinceañero de ilusiones renovadas buscaba afanoso el amor que
pudiera espantarle su aterradora soledad, por lo que sin descanso recorría las
calles tratando de toparse con las circunstancias que le dieran la felicidad
eterna.
Pero las andanzas
del drogadicto se acabaron cuando Félix apareció como la figura salvadora de
sus pesares, porque a bordo de su Nissan verde lo convenció de que vivieran
juntos la odisea del romance que irónicamente los conduciría a una potencial
tragedia.
Sin tanto especular
en el futuro, Genaro se dejó llevar por su presente y junto al comerciante
gringo disfrutaron las mieles del cortejo mutuo ante el que caerían rendidos,
creando un proyecto de vida que se iría a la basura en cuestión de minutos.
Y es que la
intimidad que se prodigaban los amantes furtivos comenzaba a rayar en lo
obsesivo, porque el fantasma de la violencia se apoderó de ellos sin que
pudieran evitarlo, aunque trataban de eludirlo ignorando sus devastadores
efectos.
Así, los meses
corrieron y los novios se amaron hasta la locura en la casa que el negociante
rentaba en la calle Lamadrid, donde el sexo corría lejos de los prejuicios de
una sociedad conservadora que los señalaría por sus preferencias físicas y
emocionales.
Enajenado por el
ardor que sentía, el puberto se entregaba fielmente a los brazos de su
compañero sentimental que como respuesta al cariño que le daban, sacaba su
chequera para llenarlo de regalos y dinero incondicionalmente.
Pero la magia del
romance se iría gastando hasta convertirse en odio, porque el mozo no
soportaría los desplantes del galancete americano que con sus ataques de celos
se encargaría de destruir el imperio de cariño que entre ambos habían
construido en la intimidad de una casa.
Invariablemente,
Genaro sintió la furia del cuarentón que mediante acosos lo amenazaba con
dañarlo si no seguían conservando viva la llama de la pasión, causando en el
joven un resentimiento que terminaría tristemente durante una batalla sexual.
TRÁGICO FINAL
Animado por el
viento gélido que presagiaba una noche fría, Félix avanzó por los rincones de
la Zona Centro y repentinamente detuvo la marcha de su auto, había llegado al
sito pactado con su enamorado que de inmediato se subió para juntos perderse en
la lejanía de los mirones que los habían visto encontrarse.
Minutos después, el
carro verde se paró frente a la residencia blanca que se convirtió en mudo
testigo del destino que aguardaba a los amantes, quienes ignorando el desenlace
de su nuevo acostón se adentraron en las penumbras, donde la muerte y el dolor
se mezclaron sigilosamente.
Luego de que los
amigos consumaron su amistad con una sesión de caricias y demás, el anfitrión
se quedó dormido mientras su novel acompañante lo recorría con la vista de pies
a cabeza, clavándole miradas de odio por los malestares sentimentales que le provocaba
desde tiempo atrás.
Al percatarse que su
pareja estaba completamente inmóvil, Genaro se paró lentamente de la cama y se
dirigió al buró para tomar una bufanda que utilizaban para espantar el crudo
invierno que atacaba la ciudad.
Presuroso, pero sin
emitir ningún ruido, el adolescente volvió al lecho y en una rápida ofensiva se
abalanzó sobre el “bello durmiente”, ahorcándolo sin que éste pudiera
defenderse, porque la muerte lo sorprendió mientras reposaba los efectos de su
tórrido encuentro.
Tras acabar con las
aspiraciones terrenales de su amado, el visitante incómodo revolvió las ropas
del difunto y se apoderó de las llaves del auto, saliendo a toda prisa para
huir sobre ruedas ante la indiferencia de los transeúntes que lo vieron correr
extrañados.
Mientras los restos
del comerciante yacían escondidos en las entrañas de su vivienda, el adicto
seguía con su vida cotidiana dejando de lado la tragedia que él mismo había
creado, imaginando que su mala acción se diluiría por obra de la naturaleza con
el paso del tiempo.
Sin embargo, los
recuerdos lo atacaban sin piedad cuando el humo de la droga que fumaba le
nublaba el cerebro de manera letal, regresando al momento en que había
presionado la bufanda para matar a su compañero sentimental.
Durante tres días,
el remordimiento hizo presa de sus emociones y para acabar con su castigo
mental se reunió con varias amigas para contarles lo ocurrido y le dieran una
solución a su pequeño gran problema.
MACABRA DECISIÓN
Resuelto a salir del
embrollo en que se había metido, el joven de triste figura emprendió la marcha
del Nissan que hizo suyo desde que “enviudó” y junto a la turba de consejeras
retornaron al lugar del crimen, que como flashazo lo hizo revivir el momento
que cambió su perspectiva de la vida para siempre.
Muy lentamente, el
asesino abrió la puerta principal y con pasos torpes recorrió el sitio hasta
llegar al cuarto de las frenéticas noches que consumaba con su enamorado,
mientras las añoranzas de aquellos días lo atormentaban con un sabor agridulce
que conocía a la perfección.
Junto a las mujeres
que pretendían animarlo con su presencia, el chiquillo postró sobre la cama el
hule donde envolvió el cadáver formando el bulto que con dificultad cargó sobre
su espalda, sacándolo de la vivienda para subirlo en el auto que a toda prisa
se fue del lugar.
Temblando más de
miedo que de frío, Genaro se detuvo en un paraje solitario donde ante la vista
de sus “cómplices” abrió la puerta del vehículo, sacando la mortaja con el
cuerpo de su amigo para arrojarlo entre la maleza, donde se perdió por lo alto
de la hierba que invadía el sitio pese a lo congelante de la temporada.
“La noche en que me
decidí a matarlo más que valor lo que sentí fue miedo, estaba cansado de sus
amenazas y desde un día antes planeé asesinarlo, esperé a que se durmiera y
agarré su bufanda, se la enredé en el cuello y apreté, apreté y apreté hasta
que el cuerpo se aflojó por completo.
“Fui a buscar a unas
amigas que no creían lo que había pasado cuando se los platiqué y les pedí que
me ayudaran a descuartizarlo para tirar los pedazos en diferentes lugares, pero
se negaron, sólo aceptaron acompañarme a tirarlo al monte como lo hicimos”,
dijo en una de sus primeras declaraciones ministeriales.
De esa manera, el
menor tiró sus ilusiones y pasajes de amor en despoblado con la intención de
comenzar una nueva vida, retirándose del campo abierto bajo la idea de que el
pasado se había ido eximiéndolo de toda culpa, sin saber que estaba
completamente equivocado.
Para festejar la
culminación de tan tétrica odisea, el victimario ofrendó su obra colgando la
bufanda en una imagen religiosa que se encontró sobre la carretera, poniendo
punto final al crimen que creyó lo inmortalizaría ante la opinión pública.
Con la conciencia
tranquila, se dedicó a pasear en el auto que se había apropiado para sí
mientras la mariguana consumía sus ganas de vivir, aunque tenía que cumplir con
dicho trámite coexistiendo con su madre… como cotidianamente lo hacía.
FATÍDICO DESENLACE
Semanas después,
familiares de Félix extrañaron su ausencia y dieron aviso a las autoridades que
tras las primeras pesquisas dieron con el paradero de Genaro, a quien
interrogaron sobre la situación llevándose una sorpresa, porque éste les dijo
que lo había asesinado sin que le hubieran preguntado.
Ante esa confesión,
los guardianes ministeriales detuvieron al presunto para comenzar las
diligencias respectivas, haciendo una revisión de la casa blanca donde
encontraron los rastros que avalaban las palabras del asesino confeso.
“No recuerdo el día,
sostuvimos relaciones y él se quedó dormido, fue cuando aproveché para
estrangularlo con la bufanda. Me consentía mucho y hasta me dijo que para estos
días me regalaría el mismo automóvil que manejaba, pero no lo cumplió, es por
eso que a últimas fechas ya no estaba contento con él”.
De igual manera, el
chico de moral relajada los llevó hasta el paraje donde rompiendo la oscuridad
de la noche con linternas atacaron el punto indicado, pero la incesante lluvia
les obligó a concluir la misión que se prolongó sin éxito durante varios días.
Extrañada por el
caso que tenía enfrente, la PGJE siguió de frente con el caso apoyada en la
declaración de las mujeres que atestiguaron el abandono del cadáver, aunque
multiplicaron esfuerzos y no lograron ubicar el cuerpo.
Pero ante el recabo
de evidencias, declaraciones y la insistente aceptación del presunto como autor
material de un crimen, la Procuraduría siguió adelante con el caso y turnó el
expediente ante instancias especializadas bajo el delito de Homicidio.
Ahora, Genaro vive
con el recuerdo intacto del amigo que pudo haber sido el amor que buscaba y que
perpetuó tras haberle dado muerte, según él porque lo amaba ilimitadamente,
pero sobre todo porque no soportaba sus escenas de celos, que lo obligaron a
tomar la decisión de la que dice no estar arrepentido.
(ZOCALO/ Revista Visión Saltillo/ Rosendo Zavala
16/04/2013 - 01:30 PM)
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