Quienes observaron al
presidente Andrés Manuel López Obrador durante su conferencia de prensa el
lunes desde Valle de Bravo, pudieron haber apreciado a una persona que se veía
desaliñada, con ojeras notorias y un rostro de fatiga. Se podría entender
porque sus horas de sueño, para las cuales es muy disciplinado, se alteraron
por la matanza de mexicanos en El Paso. Gobernar a México ha resultado bastante
más complejo de lo que pensaba el presidente, aunque públicamente dice lo
contrario. La permanente molestia contra la crítica en los medios exuda
frustración ante la observancia de sus yerros, limitaciones y contradicciones,
lo que se ha reflejado intramuros. Uno de sus más leales colaboradores admitió
que ya prácticamente nadie le dice nada en las sesiones masivas previas a las
mañaneras, porque no quieren que los regañe y descalifique en público.
El presidente sufre un
desgaste pronunciado. En febrero, López Obrador alcanzó un máximo de aprobación
al llegar a 81%, que representaban 27 puntos arriba del porcentaje de mexicanos
que votaron por él en la elección presidencial. Para la medición de junio,
había caído 15 puntos, una tasa que se mantuvo estable en julio, de acuerdo con
la encuesta de aprobación presidencial publicada por El Financiero este lunes.
Es un margen importante que mantiene el consenso para gobernar, pero está lejos
de ser una cifra extraordinaria. De hecho, es apenas un punto más de lo que
tuvieron Vicente Fox y Felipe Calderón al medirse el primer semestre de sus
presidencias. Fox cayó durante su primer año de gobierno, pero Calderón se
mantuvo. La duda es qué sucederá con López Obrador.
Si se realiza una proyección
a partir de la encuesta de El Financiero, la probabilidad de que López Obrador
siga cayendo es alta. Esta afirmación es casi un pleonasmo. Cuando se ha
llegado tan alto en las encuestas, se aplica la mecánica clásica de Isaac
Newton: todo lo que sube, tiene que caer. La gravedad política de López Obrador
muestra claramente esa caída. El porcentaje de aprobación de 66% es el
principal dato duro del estudio, pero no refleja el desgaste. Para verlo hay
que comparar los resultados de esta última medición con la que hizo el
periódico al cumplir el presidente 100 días en el cargo.
En los rubros torales donde
existe la pregunta expresa, la aprobación de López Obrador cae y el desacuerdo
sube. El más pronunciado, paradójicamente, fue su caballo de batalla durante
tres campañas presidenciales, la corrupción. A la pregunta si veían muy
bien/bien (MB/B) el combate a la corrupción, 53% aprobaron las acciones
presidenciales en su corte a los 100 días, mientras que 24% lo desaprobaban y
lo calificaban de muy mal/mal (MM/M). En la encuesta de julio, la respuesta
MB/B se desplomó 37 puntos (21% aprobaron), y la MM/M se elevó 27 (51%
desaprobaron).
A los 100 días de gobierno,
58% de los encuestados calificaron la seguridad pública como MB/B, contra 22%
que la pensaban MM/M, pero en julio, las cifras se habían invertido: 33%
respondieron MB/B y 42% dijeron MM/M, lo que significó una caída en la
aprobación de 25 puntos, y un incremento de 20 puntos en la desaprobación. En
el tema de la economía, a los tres meses el 53% dijo que la conducción
económica era MB/B contra 24%, que al responder MM/M reprobaba esa gestión.
Tres meses después, la respuesta MB/B cayó 30 puntos (23% de aprobación de los
encuestados) y la respuesta MM/M subió 27 puntos (51% de desacuerdo). Los
niveles de satisfacción cayeron 16 puntos en la aprobación, y se elevaron 12
puntos en el desacuerdo.
La encuesta de julio reflejó
insatisfacción en cómo está enfrentando la pobreza – otro de sus compromisos
históricos-, la salud, los apoyos sociales, la educación y la obra pública, que
de alguna manera se pueden explicar por los recortes presupuestales en todas
las áreas, las deficiencias en la asignación de recursos para la compra de
medicinas, el subejercicio y la desorganización dentro del gobierno que impacto
en la no entrega de los programas sociales, así como al parar la construcción,
se deshidrató la economía. Dos datos duros del estudio que refuerzan estos
desacuerdos tienen que ver con la percepción de los colaboradores del
presidente, donde 39% respondieron a la pregunta cómo calificaría al
presidente, con MM/M contra 35% que dijeron MB/B, y la forma como perdió
respaldo en su capacidad para dar resultados, donde si bien el 45% respondió
MB/B, el 35% dijo MM/M.
El presidente mantiene altos
niveles en sus principales atributos, honestidad (58% de aprobación contra 24%
de desacuerdo), y liderazgo (53% de aprobación contra 32% de desacuerdo), pero
al revisar los resultados en el manejo de los temas, cabe la interpretación de
que el discurso del presidente de que todo lo malo que existe es culpa del
pasado, está perdiendo efectividad. Los mexicanos empiezan a no creerle, y a
cuestionarlo sobre promesas incumplidas, como muestra la mala calificación en
el rubro de la corrupción. No le ayudaron para mejorar esa percepción, según
refleja la encuesta, los procesos contra la ex secretaria de Estado, Rosario
Robles, el ex director de Pemex, Emilio Lozoya, y el abogado de las élites,
Juan Collado.
La medición no prende los
focos rojos al presidente, pero sí es un llamado que requiere su atención. El
desgaste tiene que ver con el discurso y su comunicación política, que empieza
a mostrar vacuidad e ineficiencia. Los sofismas también han perdido
efectividad. La ventaja es que apenas lleva siete meses en el gobierno, y tiene
suficiente tiempo para corregir y administrar de manera más inteligentemente
las expectativas—si admite que está mal y va mal.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(EJE CENTRAL/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA
PALACIO/ 6 DE AGOSTO DE 2019)
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