Raymundo Riva Palacio
La experiencia y el oficio le
permitió al presidente François Hollande saltar los primeros días de una crisis
que, de haber sido mal manejada, no sólo le hubiera pegado al corazón de su
Gobierno, sino creado inestabilidad y alarma mundial. Una conducción sin
liderazgo firme ni capacidad de reacción operativa ante una eventualidad, sólo
llama a la zozobra. Hollande enfrentó los atentados terroristas en París con un
manejo que al tiempo que iba tomando decisiones en tiempo real para dar
certidumbre a los franceses y a los líderes del mundo, transmitió los mensajes
adecuados para sustentar lo que, fuera del ojo público, hacía su Gabinete.
Envidiable.
En el espejo francés se
refleja México. Una de las primeras grandes diferencias es que los franceses,
en el manejo de la comunicación política, apostaron por la información. En
México, la apuesta es por la propaganda. Como se pudo apreciar en la primera
parte de este texto, Hollande fue apareciendo en lugares públicos donde habló
con la prensa, o en mensajes televisados. Su enfoque era sólo político, y para
no desgastarse fue relevado el fin de
semana por el primer ministro, Manuel Valls. El ministro del Interior, Bernard
Cazanueve, entró al escenario para hablar de la seguridad, mientras el fiscal
general, Jean-Claude Marin, y el de París, François Molins, se encargaron de
dar los detalles criminales y de las operaciones policiales. Cada quien estuvo
su tema sin traslaparse ni tocar temas que no fueran de su competencia.
El modus operandi más
socorrido en México es que la información inicial se da mediante una entrevista
al mediodía con Joaquín López Dóriga en Radio Fórmula o por la noche en El
Noticiero de Televisa. El director de Comunicación Social de la Presidencia,
Eduardo Sánchez, decide a cuáles espacios de radio irán los funcionarios
designados para reforzar el “spin”. Son pocos los casos donde no se acotan las
entrevistas.
Lo normal, para citar un caso
reciente con el secretario de Hacienda, es que si el medio no acepta preguntar
únicamente lo que le indiquen, simplemente se cancela la entrevista. Lo
relevante no es la información, sino la propaganda.
Hollande salió las veces que
fue necesario para reasegurar la confianza de los franceses. Peña Nieto sale
todos los días en el primer bloque de los noticieros de televisión y en las
portadas de la mayoría de los periódicos, por exigencia del Gobierno. Si la
información no sale como ellos la desean, hay quejas, inclusive, en algunos
casos, con corresponsales extranjeros, con lo cual solamente nutren la idea de
que los medios mexicanos están
controlados y que se ejerce la censura.
En el caso francés, los
funcionarios respondieron las preguntas de los periodistas y lo hacían en forma
individual. En México se procura que los funcionarios del Gobierno no sean puestos
en aprietos por periodistas. Salen regularmente rodeados por colaboradores o
colegas, cuyo único propósito es semiótico. Convocan a conferencias de prensa,
que son por lo general monólogos donde no se admiten preguntas. En París no
apareció ningún vocero, salvo el del Ministerio de Defensa, el domingo, para
anunciar los bombardeos en Siria. En México, el vocero actúa como maestro de
ceremonias y suele intervenir en la conversación del experto con la prensa.
Los franceses mantuvieron
selladas las zonas donde fueron los atentados, días después de los peritajes,
bajo el supuesto de que no sabían si, una vez con los resultados en la mano,
tuvieran que regresar a buscar nuevas evidencias. En México, se vio tras la
fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán, era tal la necesidad de mostrar la
transparencia del Gobierno para que se evaporara la sospecha de complicidad
institucional, que horas después de
realizarse el peritaje del túnel por donde se evadió, se abrió una parte a la
prensa, que rápidamente los bautizó como “Chapo Tours”, porque, además,
pusieron como guía de algunas conductoras, al comisionado nacional de
Seguridad. Llevar al extremo al comisionado es impensable como actitud análoga
en el ministro Cazanueve. Imposible que sirviera de anfitrión de periodistas en
el centro de espectáculos Le Bataclan,
donde los terroristas mataron a 89 personas, o que se permitiera el paso a la
prensa.
Los franceses aparecieron
individualmente en los sitios de los atentados, para minimizar los riesgos. En
México, como cuando hubo una explosión en una de las torres de Pemex a
principio del Gobierno, el Presidente y todo el Gabinete de seguridad fueron al
lugar del siniestro para dar un mensaje por televisión. Teóricamente, ahí
pudieron haber muerto, pero este matiz de seguridad de Estado nunca lo han
entendido. Se
enojan, por ejemplo, cuando
se critica que el Presidente y el secretario de Gobernación viajen juntos, pese
a que en caso de ausencia del jefe del Ejecutivo, el secretario es quien lo
sustituye.
La comunicación política del
Gobierno mexicano lo dibujó la secuela del huracán “Patricia”. Todos los
sistemas de protección civil trabajaron a la perfección y la comunicación
política fue impecable. Nada le había salido tan bien al Gobierno en el
sexenio, pero fue tirado a la basura en cuestión de días cuando, en un
discurso, el Presidente dijo que gracias a los rezos no había nada qué lamentar.
En Francia nadie concedió a la gracia de
Dios su buen trabajo. No son actos de fe los que los sacaron adelante, sino
oficio y profesionalismo. Se dice fácil, pero qué difícil es combinarlos. Nos
sobran ejemplos en México.
(ZOCALO/ COLUMNA “ESTRICTAMENTE PERSONAL” DE RAYMUNDO
RIVA PALACIO/ 19 DE NOVIEMBRE 2015)
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