La reacción institucional
francesa ante los atentados terroristas en París, arroja lecciones importantes
para México en manejo de crisis y comunicación política.
La forma como las autoridades
encararon el ataque simultáneo en la capital y su zona metropolitana, como se
fueron ajustando a las circunstancias en tiempo real y reaccionando para
generar certidumbre en la población, mostró el trabajo atrás del presidente
François Hollande de un equipo con la frialdad suficiente para tomar decisiones
en caliente, y la experiencia para manejar y dosificar la información. En
escasos 120
minutos, aún con
persecuciones policiales y balaceras en algunos barrios parisinos, el Gobierno
se puso al frente y nadie lo dudó. Sería el comienzo.
Los ataques terroristas
comenzaron a las 9:20 de la noche del viernes en una puerta externa del estadio
de Francia, donde se encontraba Hollande, cuando un kamikaze detonó su cinturón
lleno de explosivos.
Cinco minutos después, otros
terroristas dispararon sobre los clientes de un bar y un restaurante en una
zona de moda, donde mataron a 10 personas.
A las 9:30 otra explosión
sacudió otra puerta del estadio.
Hollande fue llevado a una
sala de control de seguridad en el estadio para hablar por teléfono con sus
ministros, lo que generó la primera fotografía para la prensa: Hollande estaba
a salvo y en control de la situación.
Tras esas llamadas fue
evacuado y llevado al Ministerio del Interior para coordinar la respuesta.
Ahí lo esperaba el ministro
Bernard Cazanueve, y se les sumó el primer ministro, Manuel Valls. Los tres
fueron retratados en el salón de operaciones del Ministerio, en la segunda
fotografía distribuida para ratificar la solidez de las instituciones francesas.
Cuando Hollande tuvo suficiente información sobre lo que había sucedido, se
trasladó al centro de espectáculos Le Bataclan, ícono del ataque, donde declaró
a la
prensa –tercera imagen
poderosa- que pelearía “sin piedad” al terrorismo. Poco después, emitió un
mensaje pidiendo a los franceses permanecer fuertes ante los ataques y más
adelante, ofreció el primer informe a los franceses de lo sucedido hasta ese
momento en un breve discurso desde el Palacio del Eliseo, transmitido por
televisión.
No hubo dubitaciones. La
alcaldesa de París, Anne Hidalgo, llegó a Le Bataclan poco antes de Hollande,
justo después de que la Policía había tomado por asalto el centro de conciertos
para evitar una masacre mayor.
Después de eso, se colocó en
el asiento trasero del protagonismo, y le dejó los micrófonos al jefe de la
Policía, Michel Cadot, quien llenó los espacios antes de que se desa-taran los
rumores, y dio cifras aproximadas de las víctimas.
Las redes sociales fueron
saturadas por la información oficial, que se sobrepuso a las especulaciones
virales.
Los noticieros no pararon, ni
tampoco los blogs de los medios, lo que representaba un desafío para la
comunicación. En la madrugada del sábado, la oficina del fiscal general,
Jean-Claude Marin, dijo extraoficialmente a la prensa que estimaban que todos
los ocho atacantes estaban muertos, imprecisión que no generó una condena por
el error, porque la velocidad con la que seguían difundiendo información
oficial hacía que detenerse en ese
detalle era perder mucho tiempo en el ciclo informativo.
Hollande llamó a una reunión
de emergencia del Gabinete y convocó al Consejo de Seguridad Nacional para el
sábado por la mañana. Las autoridades recomendaron a los parisinos permanecer
resguardados y declararon el estado de emergencia.
En un nuevo mensaje al mundo,
Hollanda canceló su viaje al G20 en Turquía, y envió a los ministros del
Exterior y de Finanzas, Laurent Fabius y Michel Sapin, en su representación.
El sábado 14, Hollande volvió
a aparecer, como la principal figura al mando. Anunció 3 días de luto nacional
y dijo que los ataques en París habían sido “un acto de guerra”, organizado por
Estado Islámico con ayuda interna. El Presidente francés se mantuvo al control
de la agenda noticiosa, con el respaldo de la información preliminar, pero
segura, de sus ministerios del Interior, Exterior, Defensa y los servicios
de inteligencia. Tras esa aparición,
Valls y Cazanueve subieron al escenario mediático. Valls tomó la estafeta de
Hollande para dar las declaraciones políticas, mientras Cazanueve y los
fiscales aportaban detalles de los terroristas. El fiscal Molins terminó de
copar los espacios informativos en Francia y el mundo al detallar cómo fueron
los ataques e identificar a tres comandos que habían actuado coordinados desde
Siria y Bélgica.
El domingo 15, mientras los
fiscales y la Policía continuaban llenando los vacíos en la opinión pública con
información sobre las identidades de las víctimas, el Ministerio de Defensa,
informó de la primera oleada de bombardeos de aviones de combate franceses
sobre Raqqa, la capital de facto de Estado Islámico.
El Palacio del Eliseo informó
que el Presidente hablaría ante una sesión especial del Congreso del Parlamento
Francés en Versalles, afuera de París, que sentó las bases para que el lunes,
pidiera enmiendas constitucionales para extender el estado de emergencia por 90
días, que conculcaría garantías individuales y le permitiría atacar objetivos
de Estado Islámico en el exterior.
La reacción institucional
francesa, 4 días después de los ataques, había contenido el pánico –que no el
temor-, mantenido la estabilidad francesa y los mercados sin alteraciones.
Decisiones rápidas y acertadas, producto del oficio político, algo que no se ha
visto en México hace tiempo, y de lo cual se hablará en la próxima columna.
(ZOCALO/ COLUMNA “ESTRICTAMENTE
PERSONAL” DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 19 DE NOVIEMBRE 2015)
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