jueves, 24 de septiembre de 2015

‘NACÍ PARA DEFENDERME, LO LLEVO EN LA SANGRE’


Saltillo, Coah.- Agradece el legado guerrero de la sangre kikapú. Dice que eso la ayudó a enfrentar las adversidades que ha sorteado a lo largo de sus 56 años. Su fe en Cristo es inquebrantable aunque, por defender lo suyo, no dudaría en accionar una pistola para herir a quien la agreda.

Benita Mendoza García es bisnieta de la tribu kikapú, asentada en Múzquiz, Coahuila. Creció en una comunidad de esta tribu en Ramos Arizpe, en el ejido San Miguel. A los 11 años llegó la primera prueba que tuvo que sortear, su madre murió y ella tuvo que criar a sus hermanas, la más pequeña de 7 meses.

“Somos huérfanas y tuve que aprender a defenderme porque muchos se quisieron aprovechar de verme sola y sin papás. Todo mundo quiere abusar de uno; entonces siempre me defendía, y me sigo defendiendo, no tengo miedo a morir”.

Benita es una mujer de apenas 1.60 de estatura, su pelo ya muestra algunas canas, la tez morena y rojiza de su piel revela su ascendencia india. Ella se define como una guerrera, como alguien que siempre saldrá adelante a pesar de los problemas de la vida.

El segundo golpe que le dio la vida fue cuando un hombre abusó sexualmente de su hermana de 13 años. Una noche salió con la Policía en búsqueda de la pequeña que no llegaba a casa.

La encontró en un terreno desolado de San Miguel. Ahí estaba el verdugo que le había robado la inocencia a su hermana. La Policía detuvo al violador y su hermana fue atendida por el trauma que sufrió.

“Lo quería matar yo a él, si he podido lo mato. Qué bueno que ya se murió porque toda la vida lo aborrecí”.

‘¡MÁTAME A MÍ, A MI HIJO NO!’

Pasaron los años y Benita encontró al hombre con quien decidió pasar el resto de sus días. Del matrimonio nacieron dos hijos: uno ahora tiene 34 años y el otro 36, ambos casados.

Una vez más, Benita tuvo que demostrar su fortaleza cuando su matrimonio se convirtió en un infierno y terminó divorciándose. Fue así como llegó hasta la colonia Vistahermosa. Ahí rentó una casa y abrió una tienda de abarrotes, fue la manera que encontró para sobrevivir. Sus dos hijos la ayudan.

“Me vine acá para cambiar de vida, salí huyendo de la casa porque me divorcié y aquí vivo con mi nieta y con mis hijos que son mi adoración”.

Cuando la delincuencia repuntaba en Saltillo intentaron secuestrar a su hijo menor. Un par de delincuentes ingresaron al negocio de Benita y lo amagaron. Lo habían confundido con un miembro de una banda contraria.

“Decían ‘¡Súbanlo, súbanlo, súbanlo!’. Mi hijo acababa de llegar y por su trabajo traía una camioneta de la empresa y lo confundieron”.

De nuevo, Benita tuvo que demostrar la fortaleza de una madre que ve a su hijo en una situación de peligro y sin importarle salir agredida hizo frente a los delincuentes.

“Los enfrenté, al que tenía a mi hijo lo agarré del pescuezo y lo aventé para atrás. Me puse entre mi hijo y él, sacó la pistola y la puso en mi estómago. Le dije ‘¡Mátame a mí, a mí sí mátame’, pero a mi hijo no le hagas nada!’”.

El otro delincuente gritó y salieron de la tienda, dijo Benita. Después de esa experiencia decidió siempre tener a la mano algo con que defenderse, así que adquirió los gases que utilizaría hasta después de varios años.

‘NO ME IMPORTA MATAR PARA DEFENDERME’

La tarde del lunes 21 de septiembre, Benita se encontraba contando unos chocolates cuando dos hombres ingresaron soltando amenazas. En el local sólo estaban ella y su nieta.

“Entraron gritando ‘¡El dinero, el pinche dinero, el billete dámelo!’. Uno se me vino encima, se agachó al dinero de la caja y yo tomé un gas que tenía cerca de la caja registradora y lo gaseé”.

Mientras el asaltante se limpiaba los ojos por el ardor que le provocaba el gas, Benita Mendoza aprovechó para usarlo como escudo y rociar al segundo hombre que había golpeado a su nieta con el puño cerrado.

Como pudieron, los rateros salieron de la tienda, abordaron un taxi en el que se trasladaban y huyeron del sitio. Minutos más tarde la Policía los capturó en la entrada de la colonia, sobre el bulevar Fundadores y la avenida Central.

A pesar de profesar una fe cristiana, la manera en que golpearon a su nieta despertó en ella su instinto guerrero. Dijo que no le importaría usar una pistola para defender a los suyos y a lo que tanto trabajo le ha costado tener.

“Debo protegerme, aquí sólo estamos mi nieta y yo, ella tiene capacidades diferentes. Si siguen las cosas como están, si nuestro Alcalde no hace nada, pues hay que tramitar un permiso para comprar una pistola. Si los rateros traen pistola ¿por qué yo no puedo traer una para cuidarme, si yo soy una mujer sola?”.

El martes Benita acudió a la Procuraduría General de Justicia del Estado. Ahí se enteró de que los ladrones tenían ya varias denuncias en su contra por robo a distintos negocios de la zona. Ahí los vio y dijo sentir lástima por ellos.

“Me dan lástima, esa gente a mí me da lástima. Los vi ahí cuando los sacaron para ficharlos y me quería arrepentir de la demanda, pienso que todo mundo merece una segunda oportunidad, pero me contuve por lo que me hicieron a mí y a mi nieta, a ella la golpeó muy fuerte con el puño, nada más por eso decidí no perdonarlos”.

Benita hace referencia a sus antepasados para definirse. “Creo en mi ascendencia india, yo soy india, creo que por eso soy así. Mi abuela era de los kikapú, entonces tengo la sangre muy fría”.


(ZOCALO / Luis Durón/ 24/09/2015 - 04:00 AM)

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